Acostumbrados a hablar del cambio climático como un asunto que no tocaba las desoladas cimas bogotanas, hoy estamos viendo en vivo y en directo arder nuestros cerros. Los aguaceros eternos del año pasado dieron paso, de manera abrupta, a cielos decembrinos, pero en enero, con temperaturas que se registraban sólo esporádicamente. La alcaldía deberá continuar en alerta constante y lo propio el gobierno nacional en el resto del país.

El tema de la sostenibilidad, en sus vertientes social, económica y ambiental, dejó de ser lo que algunos, obtusamente, veían como un carretazo y pasó a mandar la parada en la toma de decisiones por parte de los gobiernos, las empresas y en nuestros propios hogares. Es inminente la necesidad de cambios en las formas de consumo y, por supuesto, en los modelos de negocios de todo el sector productivo.

La necesidad de anticiparse a la transformación laboral por una creciente demanda de profesiones relacionadas con la sostenibilidad ambiental está en el foco del mundo empresarial y la transformación del rol de la fuerza de trabajo dentro de la economía mundial es clara. Un estudio de una reconocida firma consultora establece que la meta Cero para el 2050 prevé la transformación en la ocupación en alrededor del 25 % de la fuerza laboral global con el surgimiento de nuevas tecnologías e industrias emergentes para la mitigación de los efectos del cambio climático. Dentro de una “economía verde”, se requieren “competencias verdes”.

La OIT se ha referido a lo anterior estableciendo que este nuevo rol del mercado laboral será determinante en el logro de un consumo más eficiente de energías y materias primas y en general para una disminución de la huella de carbono. Así, los cazatalentos ven cotizarse a los “profesionales verdes” prácticamente en todas las carreras, porque la transversalidad de la sostenibilidad es absoluta.

Esta revolución involucra a los oficios y labores comunitarias. Paradójico que los bomberos hayan pasado de ser héroes de infancia a figuras determinantes para nuestra seguridad, por efectos de nuestra misma irresponsabilidad con el planeta; como si nos lo hubiésemos propuesto. Y entonces, apagados los incendios, deberán intervenir en inundaciones y así en forma cíclica y cada vez más difícil.

Es urgente aumentar los presupuestos de los cuerpos de bomberos, revisar los procesos de profesionalización y fortalecer sus capacidades. Lo mismo con el cuerpo de Carabineros de la policía, los guardas forestales y la Defensa Civil, entre otros.

Adicionalmente, parece cada vez más clara la necesidad de presencia de organizaciones de la sociedad civil con la capacidad de responder de forma inmediata y articulada con los gobiernos. Asimismo, las fundaciones, las organizaciones protectoras de animales, voluntariados y, cómo no, los colegios y universidades que, además, deberían tener incorporados en los programas académicos una mirada transversal hacia la sostenibilidad en todas las áreas del conocimiento y contar mecanismos de apoyo cívico.

Todos, sin excepción, debemos poder mostrarnos como una fuerza de respuesta inmediata y apoyo a la comunidad, de manera que, el “de grande quiero ser bombero” pueda hacerse realidad.