*Invitamos a nuestros columnistas a contarnos de las ideas que defendieron y que, ahora, perciben de manera diferente. Esta columna es parte del especial #CambiéDeOpinión.

Cuando el periódico nos propuso a sus columnistas este ejercicio de honestidad intelectual, me di a la tarea de revisar mis pasadas columnas. Debo decir, con algo de inmodestia, que no encontré una sola coma que no haya escrito con juicio, franqueza y convicción y por lo mismo no logro “echarme para atrás” en ninguna de las ideas que he esgrimido en este espacio.

Pero sí debo decir que la sustancia de lo que he dicho muchas veces puede verse untada de un barniz de intransigencia que no sirve en general a nada: ni a mí al momento de hacer públicas mis posturas mostrándolas como inflexibles cuando no lo son, ni al lector que puede sentirse ofendido con el tono. Detesto la idea de ser vista como una “anti” cualquier cosa; en ese sentido soy una liberal pura. Leerme como una voz de esa derecha rotunda pero simplona, acobardada por el miedo a perder lo acumulado, que vive de respirar lugares comunes, claro que me hace repensar la forma de decir las cosas.

No soy una “antipetrista”. Muchas veces, engranados en la diaria batalla con el presidente por sus permanentes impertinencias, pasamos por alto que Colombia, según el Banco Mundial, es el segundo país más desigual de América Latina y que la desigualdad es la mejor aliada de la pobreza. Claro que lo que sea que llamen “cambio” es urgente. Sin embargo, ante la dificilísima situación que vive el país en todos los sectores, en medio de la animosidad irreflexiva, he dicho cosas que tienden a mostrarme como algo peor que lo peor del petrismo: Una “anticambio” hacia el progreso que requiere este país.

A pesar del pésimo gobierno que ya nos puso en la senda del retroceso económico y social, no hay razón para dudar de la solidez de nuestras instituciones como a menudo lo grita el fiscal Barbosa. Reformas determinantes para Petro, como la de la salud, han sido objeto de álgidos debates en el Congreso y, a pesar de su éxito en la Cámara de Representantes, este no parece tan claro ante el Senado, lo que prueba institucionalidad vibrante. Además, a Petro podemos cantárselas todas cómo y cuándo queramos, lo que nos hace democráticamente libres. Si algo puede abonársele al presidente Petro es que ha puesto al país a dar debates sobre lo esencial, a pesar de sus posturas de base que van más allá de lo ideológico porque parten de la inquina hacia un sistema y al establecimiento del que, quiéralo o no, él ya forma parte.

Quienes participamos activamente del debate público tenemos el deber ético de no contribuir a la polarización y de mantenernos en el ejercicio constante de repensar lo que decimos y cómo lo decimos. Esto debería exigírseles a funcionarios como el fiscal, que se deben a la Nación y no a sus propias ambiciones políticas.

Nota: En las últimas horas se conoce un nuevo escándalo de parte del Canciller en relación con la licitación de los pasaportes, que va más allá de los gritos a la doctora Martha Lucía Zamora ordenándole prevaricar. El presidente le pide a la doctora Zamora quitarse de en medio y sostiene al insostenible Canciller. Envío esta columna antes de cambiar de opinión sobre la afectación a la institucionalidad por parte del presidente y veremos por cuánto más puede el ministro Leyva aferrarse a su cargo.

QOSHE - Repensar la forma de decir las cosas - Cristina Carrizosa Calle
menu_open
Columnists Actual . Favourites . Archive
We use cookies to provide some features and experiences in QOSHE

More information  .  Close
Aa Aa Aa
- A +

Repensar la forma de decir las cosas

30 1
07.12.2023

*Invitamos a nuestros columnistas a contarnos de las ideas que defendieron y que, ahora, perciben de manera diferente. Esta columna es parte del especial #CambiéDeOpinión.

Cuando el periódico nos propuso a sus columnistas este ejercicio de honestidad intelectual, me di a la tarea de revisar mis pasadas columnas. Debo decir, con algo de inmodestia, que no encontré una sola coma que no haya escrito con juicio, franqueza y convicción y por lo mismo no logro “echarme para atrás” en ninguna de las ideas que he esgrimido en este espacio.

Pero sí debo decir que la sustancia de lo que he dicho muchas veces puede verse untada de un barniz de intransigencia que no sirve en general a nada: ni a mí al momento de hacer públicas mis posturas mostrándolas como inflexibles cuando no lo son, ni al lector que puede sentirse........

© El Espectador


Get it on Google Play