Dos tercios del electorado en Estados Unidos, según las encuestas, no quieren que las elecciones a realizarse el 5 de noviembre de este año sean entre Joe Biden y Donald Trump, como en 2020. Ambos tienen altos niveles de desfavorabilidad y son hombres de edad: Biden tiene 81 años y el día de las elecciones Trump tendrá 78. Pero dadas las reglas y las lógicas (o ilógicas) del sistema electoral estadounidense, todo indica que otra vez será Biden vs. Trump.

Técnicamente el proceso para determinar quiénes serán los candidatos apenas ha iniciado y culminará de manera oficial durante las respectivas convenciones: el Partido Republicano del 15 al 18 de julio en Milwaukee y el Partido Demócrata del 19 al 22 de agosto en Chicago.

En el caso de los republicanos, de los 14 precandidatos que inicialmente se lanzaron solo quedan dos: Trump, quien logró importantes triunfos en enero en los estados de Iowa y New Hampshire, convirtiéndose de lejos en el delantero y Nikki Haley, exgobernadora de Carolina del Sur y exembajadora ante la ONU, quien insiste en seguir en la pelea. Ambos están lejos de los 1215 delegados que se requieren para asegurar la candidatura: a la fecha Trump tiene 33 y esta semana asegura 26 más en Nevada, mientras que Haley cuenta con 17. La siguiente primaria, a realizarse el 24 de febrero en Carolina del Sur, será determinante para Haley, ya que una derrota en su estado natal frente a Trump, como lo indican las encuestas, sería un golpe fulminante. Pronto después, el 6 de marzo, llega el Súper Martes, donde 16 estados escogen casi 900 delegados, la mayoría por el sistema de winner-take-all, en el que el ganador se lleva todos los delegados del estado, una gran ventaja para Trump. Mejor dicho, a estas alturas del partido, Haley prácticamente necesita un milagro para detener a Trump.

Por el lado de los demócratas, aunque el proceso de selección de delegados solo empezó el pasado sábado con las primeras primarias en Carolina del Sur, el triunfo contundente de Biden, muy por encima de las candidaturas más bien simbólicas del desconocido representante a la cámara Dean Philips y la autora Marianne Williamson, ratifica el hecho de que su partido, pese a las muchas tendencias internas, está rodeando a Biden por el temor que despierta Trump.

Conclusión: excluyendo algún hecho extraordinario, los candidatos serán Biden y Trump, que pese a ser repetición del 2020, será una elección inédita. Los antecedentes de un expresidente enfrentándose a un presidente en ejercicio son escasos en la historia estadounidense y es necesario irse más de cien años atrás. En 1912 Theodor Roosevelt, el de I took Panamá, intentó volver a la presidencia contra su antiguo discípulo William Howard Taft, dividió a su partido y permitió el triunfo de Woodrow Wilson. El único expresidente que sí logró regresar a la presidencia derrotando a un presidente en ejercicio fue Grover Cleveland, quien fue elegido por primera vez en 1884, perdió la reelección frente a Benjamín Harrison en 1888 y en 1892 volvió a lanzarse y ganó.

Mucho puede suceder de aquí a noviembre y existen grandes incógnitas, especialmente cómo el calendario electoral se entrelaza con los múltiples procesos judiciales en curso contra Trump, que incluyen 4 juicios penales, que abarcan 91 imputaciones, dos juicios civiles y otro que investiga prácticas ilegales de sus empresas. Se trata de casos muy distintos, de diferentes magnitudes, que van desde pagos para silenciar a una estrella de porno, el haber llevado a su casa documentos clasificados, haber intentado voltear la elección del 2020 en Georgia y su papel en la insurrección del 6 de enero de 2021 en el Capitolio. El interrogante mayor está relacionado con la Corte Suprema, de mayoría conservadora, que inevitablemente tendrá que pronunciarse, pero aún no se sabe ni cuándo, ni sobre qué ni qué dirá. Hasta ahora los enredos judiciales han favorecido a Trump, que con cada imputación ha subido en las encuestas, debido a que, para buena parte del electorado republicano, son prueba de la persecución política por parte del establecimiento empeñado en detenerlo por ser el vocero de la gente del común. Sin embargo, según encuestas, la mayoría de los independientes y algunos de su propio electorado no votarían por él en noviembre si lo condenen por alguno de los casos en su contra.

Desde ya se perfilan los temas centrales de campaña. Evidentemente, uno será la inmigración ilegal, exacerbada por la crisis en la frontera con México, que hasta ahora Trump y los republicanos han logrado utilizar a su favor. La práctica implementada por los gobernadores republicanos de Florida y Texas de mandar inmigrantes ilegales en buses a Nueva York y otras ciudades del norte, condenable desde la perspectiva humana, ha sido políticamente muy efectiva, aumentando las presiones sobre las autoridades demócratas en esas ciudades. Biden, viéndose arrinconado, le ha propuesto al congreso endurecer las políticas en la frontera, pero irónicamente los republicanos se oponen ya que prefieren que el problema persista, brindándoles réditos políticos, en vez de buscar una solución bipartidista.

Otro tema difícil para Biden es la crítica situación mundial, con guerras en Ucrania y Gaza, y tensiones escalándose con Irán y sus aliados en Yemen, El Líbano, Irak y Siria. La oposición de los republicanos a la ayuda a Ucrania es cada vez mayor, mientras el apoyo irrestricto de Biden a Israel le ha generado fuertes críticas de sectores progresistas de su propio partido, en particular entre los jóvenes, un sector clave para su triunfo electoral, así como los estadounidenses de origen árabe, que no son muchos a nivel nacional, pero que, en ciertos lugares como Michigan, pueden ser determinantes. Por su parte, Trump muy hábilmente repite una y otra vez que las guerras en el mundo se deben a la debilidad de Biden y que nada de esto hubiese sucedido si él hubiera sido el presidente.

De todas maneras, por muy convulsionada que esté la situación mundial, históricamente la política exterior no ha sido tema prioritario para los votantes en las urnas. Como se dijo en la campaña de Clinton en 1992: it´s the economy, stupid. Y en ese terreno, Biden cuenta con una potencial ventaja. Pese a las predicciones de recesión, la economía estadounidense da muestras de resiliencia, mayor crecimiento, una disminución del desempleo y la inflación aparentemente está bajo control. Sin embargo, una cosa son las cifras positivas de Wall Street y otra es cómo lo sienten las clases medias y trabajadoras.

Otro tema que puede favorecer a Biden es el aborto, que la mayoría de la gente piensa debe ser un derecho de escogencia de las mujeres, pero que Trump y los republicanos han venido restringiendo y criminalizando. Esto ha movilizado a las mujeres en todo el país. Ya en las elecciones de congreso en 2022 se vio el castigo a los republicanos y en elecciones especiales aún en estados fuertemente republicanos, como Kansas y Ohio, los votantes han favorecido el derecho al aborto.

Pero, sobre todo, la campaña de Biden se está centrando contra Trump, señalando que un segundo mandato suyo equivaldría a un atentado contra la democracia. Efectivamente la retórica de Trump es cada vez más radical y beligerante. Afirma que los inmigrantes ilegales están “envenenando la sangre del país” y promete realizar deportaciones masivas. No esconde su carácter vengativo señalando que utilizaría el Departamento de Justicia para perseguir a sus oponentes e incluso llegó a decir que le encantaría ser dictador por un día, aunque luego aclaró que se trataba de un chiste. Sin duda tiene razón Biden al aseverar que la elección es entre la democracia y el autoritarismo. Lo que no se sabe es si ese argumento puede ser electoralmente efectivo en un mundo de Bukeles y Maduros, en el cual los valores democráticos se encuentran tan de capa caída.

Lo que sí es seguro es que será una elección muy reñida. El país está prácticamente dividido en dos y más allá de quién saque más votos a nivel nacional, dado el sistema gringo del colegio electoral, todo dependerá de lo que suceda en cinco estados – Pensilvania, Michigan, Wisconsin, Arizona y Georgia – que votaron por Trump en 2016 y por Biden en 2020, y quizás uno que otro más, que realmente son los que están en juego, ya que en la inmensa mayoría de los 50 estados ya se sabe quién ganará. Por ejemplo, Biden en Nueva york y California, Trump en Texas y Florida y así sucesivamente. Las encuestas recientes en los cinco estados bisagra han sido oscilantes, aún no muy fiables, todas con márgenes pequeñas, pero muestran a Biden adelante en Pensilvania y Wisconsin y Trump ganando en Michigan, Arizona y Georgia, con lo cual, si así fuera, ganaría Trump.

En noviembre no solo se determinará quién será el inquilino de la Casa Blanca a partir del 20 de enero de 2025, sino que está en juego el futuro de la democracia en Estados Unidos, y por el peso que tiene, de la democracia mundial.

danielgarciapena@hotmail.com

* Profesor de la Universidad Nacional de Colombia y director de Planeta Paz.

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Biden vs. Trump: repetición inédita

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06.02.2024

Dos tercios del electorado en Estados Unidos, según las encuestas, no quieren que las elecciones a realizarse el 5 de noviembre de este año sean entre Joe Biden y Donald Trump, como en 2020. Ambos tienen altos niveles de desfavorabilidad y son hombres de edad: Biden tiene 81 años y el día de las elecciones Trump tendrá 78. Pero dadas las reglas y las lógicas (o ilógicas) del sistema electoral estadounidense, todo indica que otra vez será Biden vs. Trump.

Técnicamente el proceso para determinar quiénes serán los candidatos apenas ha iniciado y culminará de manera oficial durante las respectivas convenciones: el Partido Republicano del 15 al 18 de julio en Milwaukee y el Partido Demócrata del 19 al 22 de agosto en Chicago.

En el caso de los republicanos, de los 14 precandidatos que inicialmente se lanzaron solo quedan dos: Trump, quien logró importantes triunfos en enero en los estados de Iowa y New Hampshire, convirtiéndose de lejos en el delantero y Nikki Haley, exgobernadora de Carolina del Sur y exembajadora ante la ONU, quien insiste en seguir en la pelea. Ambos están lejos de los 1215 delegados que se requieren para asegurar la candidatura: a la fecha Trump tiene 33 y esta semana asegura 26 más en Nevada, mientras que Haley cuenta con 17. La siguiente primaria, a realizarse el 24 de febrero en Carolina del Sur, será determinante para Haley, ya que una derrota en su estado natal frente a Trump, como lo indican las encuestas, sería un golpe fulminante. Pronto después, el 6 de marzo, llega el Súper Martes, donde 16 estados escogen casi 900 delegados, la mayoría por el sistema de winner-take-all, en el que el ganador se lleva todos los delegados del estado, una gran ventaja para Trump. Mejor dicho, a estas alturas del partido, Haley prácticamente necesita un milagro para detener a Trump.

Por el lado de los demócratas, aunque el proceso de selección de delegados solo empezó el pasado sábado con las primeras primarias en Carolina del Sur, el triunfo contundente de Biden, muy por encima de las candidaturas más bien simbólicas del desconocido representante a la cámara Dean Philips y la autora Marianne Williamson, ratifica el hecho de que su partido, pese a las muchas tendencias internas, está rodeando a Biden por el temor que despierta........

© El Espectador


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