Se nos fue Rodrigo, primo hermano y amigo. Al conocer la noticia se me incrustó una profunda tristeza que he podido sopesar gracias a la impresionante avalancha de expresiones de admiración y elogios que han aparecido en los diversos medios de comunicación, para no hablar de las muchísimas llamadas de solidaridad y apoyo que hemos recibido todos sus familiares. Escribir estas palabras, sin embargo, no ha sido exento de lágrimas.

Cada expresión manifiesta sentimientos de aprecio y se resaltan las mismas características: inteligencia, sensatez, ecuanimidad, sencillez, y, sobre todo, decencia. Sin duda, tienen razón en recordarlo por su sobresaliente desempeño como analista, periodista y servidor público, tanto en los cargos de alta responsabilidad como en las labores cotidianas de cada uno de esos oficios que siempre ejerció con dedicación y sin pretensiones.

De chiquitos recuerdo con especial cariño las visitas que nos hacían los primos a la Florida, donde vivíamos nosotros, y en especial el verano de 1974, en el que fue mi primer Mundial de fútbol, gracias a Rodrigo, quien me contagió su pasión por el deporte mientras escuchábamos los partidos por radio, ya que la televisión gringa no los pasaba. Eso sí, tenía, como toda persona, algunos defectos; entre ellos, ser hincha de Millonarios.

Pero lo que más nos unió siempre fue nuestro común interés por la política. Cuando llegué a vivir a Colombia, recién desempacado de Estados Unidos, Rodrigo me llevó al segundo Foro Nacional de los Derechos Humanos en el Teatro Jorge Eliécer Gaitán. Eran los tiempos del Estatuto de Seguridad de Turbay y me marcaron para siempre las denuncias de desapariciones y torturas que escuché, así como la valentía de personas como Alfredo Vásquez Carrizosa. Recuerdo luego los debates acalorados en casa de nuestro abuelo Roberto García-Peña, que le encantaba instigarlos, en los que discutíamos con nuestro primo Roberto Posada García-Peña, QEPD, el único turbayista joven que conocí.

En 1994, siendo yo periodista del Noticiero AMPM, Rodrigo me sirvió de fuente para el cubrimiento de la campaña de Samper. Luego, al ser nombrado Canciller y yo entrar a la Oficina del Alto Comisionado para la Paz, nuestros intercambios fueron en torno a las complejidades de la paz, tema en el cual Rodrigo siempre fue firme a favor. Las injustas acusaciones que recibió durante el Proceso 8000, de las cuales salió plenamente exonerado, lo afectaron fuertemente, llevándolo a alejarse del mundo truculento de la política y regresar de lleno al periodismo, donde sobresalió.

La nuestra fue una relación principalmente intelectual, alimentada por la pasión compartida por la política y las relaciones internacionales. Con frecuencia me consultaba sus escritos sobre Estados Unidos y yo a él cuando me metía en temas de política internacional, especialmente frente a Venezuela. En los años de Duque fue muy crítico del rompimiento de relaciones, independientemente de sus diferencias con el gobierno de Maduro, dada su profunda convicción en el principio de que entre más difícil es una situación y mayores los problemas que tengan dos países, más se requieren las relaciones diplomáticas y los canales de comunicación, que ejemplificaba con el teléfono rojo entre Washington y Moscú durante la Guerra Fría, idea fuerza que le tomé prestada en varias de mis columnas.

Aunque Rodrigo nunca fue tan de izquierda como yo, fue siempre un liberal progresista, un libre pensador, como lo expuso magistralmente su hijo y mi tocayo en este diario el domingo pasado. El rigor, la ponderación y la independencia que lo caracterizaron como académico, analista y periodista hacían parte de su ADN que también se reflejaba en sus opciones y comportamientos políticos.

Nuestras conversaciones el año pasado se centraban en Petro, por quien ambos votamos en segunda vuelta. Aunque la excesiva pugnacidad del presidente y su sobreuso del Twitter (ahora X) le disgustaban, se alejaba del antipetrismo reinante en muchos círculos, aplaudiendo la normalización de relaciones con Venezuela y resaltando el manejo excelente que se ha hecho frente a Estados Unidos.

Lidió de manera valiente y paciente con el cáncer que le descubrieron hace cinco años, con realismo, pero con optimismo y fe en los médicos colombianos. Lo cierto es que logró sacarle varios años más a la vida de lo que proyectó el pronóstico inicial y cuando los tratamientos se lo permitían, siguió escribiendo. Le tocó enterrar en esos años a su padre y hermano y, con humor negro, decía que él siempre se imaginaba el asunto al revés, ellos enterrándolo a él.

Lamentablemente en las últimas semanas el deterioro fue mayor. En nuestro último encuentro, tres días antes de su fallecimiento, aunque era evidente por su mirada que entendía todo y seguía la conversación, se le dificultaba hablar. Sin embargo, esto no fue obstáculo para expresarse y hacerse entender con gestos, pero sobre todo con su emblemática sonrisa tierna, pícara y cómplice, con la cual siempre lo recordaré. Nos harás mucha falta a muchos, querido primo, mucha falta.

danielgarciapena@hotmail.com.

* Profesor de la Universidad Nacional de Colombia y Director de Planeta Paz.

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Rodrigo Pardo García-Peña

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27.02.2024

Se nos fue Rodrigo, primo hermano y amigo. Al conocer la noticia se me incrustó una profunda tristeza que he podido sopesar gracias a la impresionante avalancha de expresiones de admiración y elogios que han aparecido en los diversos medios de comunicación, para no hablar de las muchísimas llamadas de solidaridad y apoyo que hemos recibido todos sus familiares. Escribir estas palabras, sin embargo, no ha sido exento de lágrimas.

Cada expresión manifiesta sentimientos de aprecio y se resaltan las mismas características: inteligencia, sensatez, ecuanimidad, sencillez, y, sobre todo, decencia. Sin duda, tienen razón en recordarlo por su sobresaliente desempeño como analista, periodista y servidor público, tanto en los cargos de alta responsabilidad como en las labores cotidianas de cada uno de esos oficios que siempre ejerció con dedicación y sin pretensiones.

De chiquitos recuerdo con especial cariño las visitas que nos hacían los primos a la Florida, donde vivíamos nosotros, y en especial el verano de 1974, en el que fue mi primer Mundial de fútbol, gracias a Rodrigo, quien me contagió su pasión por el deporte mientras escuchábamos los partidos por radio, ya que la televisión gringa no los pasaba. Eso sí, tenía, como toda persona, algunos defectos; entre ellos, ser hincha de........

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