*Invitamos a nuestros lectores a contarnos de las ideas que defendieron y que, ahora, perciben de manera diferente. Esta columna es parte del especial #CambiéDeOpinión.

Llevaba varias semanas pensando en el interesante reto que se nos planteó a los columnistas de El Espectador: escribir sobre el cambio de opinión en algún tema. No fue una tarea fácil, porque he cambiado de opinión en muchas ocasiones. Estaba decidiendo sobre qué escribir y por casualidad tuve la oportunidad de escuchar una maravillosa conferencia del profesor y filósofo Michael J. Sandel basada en su último libro: The Tyranny of Merit. Can we find the common good? (La tirania del mérito: ¿podemos encontrar el bien común?).

En mi ejercicio profesional y personal, sostuve que la meritocracia es un mecanismo idóneo que ofrece garantías de imparcialidad y objetividad en los procesos de contratación y evaluación de trabajadores, empleados y directivos de organizaciones, empresas, entidades públicas y privadas. Además, la teoría nos dice que es más justa y que puede ser una barrera contra los privilegios derivados de condiciones ajenas al mérito. Por estas razones, por ejemplo, en Transparencia por Colombia, uno de los criterios que usábamos para evaluar la transparencia en los procesos de selección de los funcionarios y empleados en el sector público era si estos se hacían a partir de criterios meritocráticos.

Las reflexiones de Sandel me hicieron cambiar de opinión. En su análisis, él revela varios mitos, como por ejemplo que el éxito se autoconstruye y que los logros educativos son más importantes que la dignidad del trabajo. Considera que la meritocracia, medida por los títulos universitarios alcanzados o por la posición social, está erosionando cualidades como la solidaridad, la dignidad y el bien común; puede invisibilizar a las personas que por razones económicas o sociales no han podido acceder a determinadas posiciones, a pesar de tener las condiciones objetivas para hacerlo, y perpetúa la idea de que unos son ganadores y otros perdedores.

La meritocracia es imperfecta y puede develar la injusticia, la desigualdad y la inequidad en las sociedades e incluso perpetuarlas. En la mayoría de las sociedades, las mediciones de mérito no se pueden desligar de las ventajas económicas, sociales, familiares e incluso de la universidad en la que se obtuvo el título. Esto no quiere decir que se debe desechar la meritocracia, sino que esta se debe revaluar. Como dice Sandel, “nuestros desacuerdos sobre el mérito no solo se deben a asuntos de justicia y ecuanimidad. También tienen que ver con la manera como definimos el éxito y el fracaso, ganar y perder, y sobre las actitudes de los ‘ganadores’ frente a quienes son menos exitosos que ellos”.

Así mismo, Sandel afirma que “la tecnocracia meritocrática no solamente ha fallado como modelo de gobernanza, sino que ha debilitado el proyecto cívico que debe estar presente en el ideal democrático. Hoy el bien común se entiende principalmente en términos económicos. Se trata menos de cultivar la solidaridad o fortalecer los vínculos de la ciudadanía que de satisfacer el consumismo. Esto empobrece el discurso público”.

Estos son algunos de los argumentos de Sandel que me hicieron cambiar de opinión sobre la meritocracia o, mejor, sobre la tiranía de la meritocracia. Y me llevó a repensar, como él lo sugiere, la manera como concebimos el éxito y a cuestionar la arrogancia de los que han triunfado.

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Cambié de opinión sobre la meritocracia

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14.12.2023

*Invitamos a nuestros lectores a contarnos de las ideas que defendieron y que, ahora, perciben de manera diferente. Esta columna es parte del especial #CambiéDeOpinión.

Llevaba varias semanas pensando en el interesante reto que se nos planteó a los columnistas de El Espectador: escribir sobre el cambio de opinión en algún tema. No fue una tarea fácil, porque he cambiado de opinión en muchas ocasiones. Estaba decidiendo sobre qué escribir y por casualidad tuve la oportunidad de escuchar una maravillosa conferencia del profesor y filósofo Michael J. Sandel basada en su último libro: The Tyranny of Merit. Can we find the common good? (La tirania del mérito: ¿podemos encontrar el bien común?).

En mi ejercicio profesional y personal, sostuve que la meritocracia es un mecanismo idóneo que ofrece garantías de imparcialidad y........

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