Las frases que transcribo a continuación hacen parte del discurso del presidente de Argentina, Javier Milei, en la apertura de sesiones ordinarias del Congreso, y fueron recopiladas por un acucioso politólogo y analista político.
“Luego de más de 100 años de modelo empobrecedor, los últimos 20 años han sido un desastre económico, con una orgía de gasto público, emisión descontrolada y la peor herencia que un gobierno haya recibido”. “Los jubilados son víctimas de la herencia que se recibió del Gobierno anterior, porque continúan atados a una fórmula que requiere ser modificada”. “Recibimos un Estado que hace todo y todo lo hace mal”. “El Estado es una asociación criminal diseñada para que detrás de cada trámite haya una coima para el político de turno y esto afecta a todos los poderes del Estado”. “La casta privilegiada vive como si fueran monarcas, hay una vulgaridad del despilfarro, un esquema consciente y planificado”. “Por el mandato que nos dio la gente, hemos llevado adelante el programa más ambicioso del que se tenga memoria, por el cual empezamos a destruir el déficit fiscal e hicimos un recorte de cinco puntos del PBI en el gasto público”. “Nos comprometimos en terminar de una vez y para siempre con los negocios de la pobreza”. “Si bien no elegimos el camino de la confrontación tampoco lo escapamos. Si eligen el camino de la confrontación se encontrarán con algo diferente a lo que conocen”. “La Argentina [podría ser Colombia] despertó: hace poco más de tres meses, una mayoría silenciosa levantó la voz, que se compone de los que trabajan, producen. Un presidente que puede no tener mayorías [parlamentarias] ni gobernadores, pero sabe lo que tiene que hacer y tiene la convicción para hacerlo”.
Estos mensajes no distan mucho de afirmaciones del presidente Gustavo Petro en algunos de sus discursos o en la aplicación X. Por ejemplo, cuando descalifica a los tecnócratas y a los “supuestos expertos en el poder” porque, según sus palabras, desprecian la democracia, que “es el pueblo en el poder”. O los acusa de “neoliberales” por el hecho de ser profesionales expertos en temas complejos que exigen conocimientos y capacidades específicas. También hay similitudes en las narrativas que insinúan que el Estado que recibió hizo todo mal, que va a cambiar todo con el programa más ambicioso “del que se tenga memoria”. La confrontación con sus opositores o con quienes osan expresar su desacuerdo con sus decisiones y políticas, incluyendo a altos funcionarios del gobierno, tampoco ha sido ajeno al discurso presidencial.
Actitudes como estas pueden convertirse en el acelerador de la ya creciente polarización que vive el país. Es preocupante que, cada vez con más frecuencia, tanto el gobierno como la oposición acudan a la democracia plebiscitaria, supuestamente como una forma de democracia directa, apelando al “pueblo” para obtener su apoyo. El riesgo que se corre es el desconocimiento y la deslegitimación de las instituciones y las disposiciones legales y constitucionales establecidas para gobernar, tomar decisiones, generar consensos y dirimir los conflictos. Por supuesto, la protesta y las marchas son legítimas, pero no pueden convertirse mecanismos de presión indebida al gobierno, las cortes, el Congreso y los órganos de control, ni para intimidar a quienes legítimamente manifiestan sus posiciones.
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