*Invitamos a nuestros columnistas a contarnos de las ideas que defendieron y que, ahora, perciben de manera diferente. Esta columna es parte del especial #CambiéDeOpinión.

En julio de 2017 publiqué acá una columna que me valió un rapapolvo* público de don Fidelio, el buenazo de Fidel Cano Correa, director de El Espectador. La columna se llamaba “Ya no más güevón” y era una diatriba contra el Excelentísimo Señor Presidente Eterno Álvaro Uribe Vélez.

Dije sin el menor reato que Uribe encarnaba “lo más ruin, nauseabundo y siniestro de la ‘raza antioqueña’, si acaso existe tal majadería. Es el típico avivato: ventajoso, zalamero, mentiroso, arbitrario, tramposo, hipócrita y cínico”. Desde entonces ha corrido mucha agua debajo de los puentes de la Historia, como suspiraría cualquier chichipato de la política criolla, y por fortuna en ese lapso cambié de opinión. Un poquito nomás, eso sí. Porque debo advertir que, para mí, cambiar de opinión no es perdonar ni olvidar. Es sólo pensar distinto: ayer o antier creía en unas cosas: hoy creo en otras. ¿Mañana? Quién sabe…

Por ejemplo, antes yo pensaba que Uribe personificaba a Antioquia. Ahora pienso al revés: Antioquia es el manto (¡el poncho o la ruana!) de Uribe. Me explico. Durante lustros la mentalidad antioqueña ha inspirado, encumbrado o sustentado de palabra y obra al Gran Canalla. Fíjense y verán. Para empezar, Antioquia es católica, apostólica y romana, no a lo papa Francisco, ¡válgame, Dios!, sino a lo Juan Pablo II, qué digo, a lo Pío XII, cómplice de Hitler y Mussolini. Desvergonzada. Perversa. Canalla. Indecorosa.

¿Exagero? Lean, por favor, Lo feo del paisa, texto clásico o canónico de la historiadora y psicoanalista Clarita Gómez de Melo, publicado en la desaparecida revista La Hoja, de Medellín. Imperdible. “No aguantamos lo que somos, queremos engañarnos viendo solo la mitad y negando el resto”. Y eso que ella era nieta del mismísimo Efe Gómez, catequista de la antioqueñidad y su pernicia*.

Antioquia, como Uribe, reprime, censura, castiga, exorciza, estigmatiza, martiriza, asesina. Es tosca, montañera, la tierra prometida de un pueblo auto elegido. “¡Salve, segunda trinidad bendita, / Salve, frisoles, mazamorra, arepa!”, según los versos de Gregorio Gutiérrez González en su Memoria sobre el cultivo del maíz en Antioquia (1860), catecismo de la antioqueñidad más pura y trasnochada.

Casi todas las charlatanerías de Antioquia han sugestionado a Uribe. Así, la cursilería de usar palabras o expresiones pintorescas al hablar o trinar en X: hecatombe*, ubérrimo*, “comunidad informa”, “encrucijada del alma”, “buenos muchachos”. O las jaculatorias* hogareñas que de tanto repetirse minimizan la ponzoña. “Haga plata, mijo, como sea, pero haga plata”. “Bobito sí no”. “Negro que no la hace a la entrada, la hace a la salida”.

Al cabo del tiempo logré captar la paradoja política de Uribe: no es que él haya utilizado a Antioquia, es que Antioquia lo utilizó a él. Por eso, cambié de opinión. Ya no me parece un güevón sino un pícaro sin suerte. Ya no me da asco ni rabia como hace seis años y pico. ¡Ahora me da lástima! Pobre diablo sumido hasta las entrañas en el pantanero de su mediocridad, hediondez y falsedad... ¡La Virgen (su Virgen) lo acompañe!

Vademécum:

*Rapapolvo: Reprensión áspera.

*Pernicia: Negligencia y desidia de una persona que no hace su trabajo y se dedica a gastar su tiempo en juergas.

*Hecatombe: Desgracia, catástrofe.

*Ubérrimo: Muy abundante y fértil.

*Jaculatoria: Oración breve y fervorosa.

@EstebanCarlosM

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Cambié de opinión y ya Uribe no me da tanto asco

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02.12.2023

*Invitamos a nuestros columnistas a contarnos de las ideas que defendieron y que, ahora, perciben de manera diferente. Esta columna es parte del especial #CambiéDeOpinión.

En julio de 2017 publiqué acá una columna que me valió un rapapolvo* público de don Fidelio, el buenazo de Fidel Cano Correa, director de El Espectador. La columna se llamaba “Ya no más güevón” y era una diatriba contra el Excelentísimo Señor Presidente Eterno Álvaro Uribe Vélez.

Dije sin el menor reato que Uribe encarnaba “lo más ruin, nauseabundo y siniestro de la ‘raza antioqueña’, si acaso existe tal majadería. Es el típico avivato: ventajoso, zalamero, mentiroso, arbitrario, tramposo, hipócrita y cínico”. Desde entonces ha corrido mucha agua debajo de los puentes de la Historia, como suspiraría cualquier chichipato de la política criolla, y por fortuna en ese lapso cambié de........

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