Más de un lector recordará el cuento ultracorto más famoso de todos los tiempos: “Cuando despertó, el dinosaurio aún estaba allí” (Monterroso). Cuántas veces no se habrá aplicado esta historia compacta y fabulosa a nuestra vida política.

Por ejemplo, hace un par de días nos despertamos con la noticia de que, al cabo de su descompuesta y malsana gestión, Barbosa pudo dejar sucesora. Un personaje que —como su antiguo jefe— es el centro de acusaciones creíbles y gravísimas.

A muchos les parecerá este un costo pequeño con tal de que sirva para hostilizar a la actual administración. O simplemente para cultivar redes de amigos. O una combinación de ambas. No me refiero a ninguna entidad en particular, sino al contexto institucional que permitió que el binomio Barbosa-Mancera actuara a sus anchas. ¿Cómo ha sido posible? Se necesitaron muchas fallas (fallas geológicas) para que sucediera.

Como lo definiera de manera brillante el general Rojas Pinilla, nuestras violencias, también nuestras brutales fallas democráticas, son la combinación de “grandes odios y pequeñas rencillas”. Los primeros cristalizan en furias homicidas y llamados a matar. Las segundas, en intercambios de favores, en la sencilla y poderosa práctica de mirar para otro lado para que nuestro amiguito se salga con la suya, etc.

Esto, por desgracia, no es una hipérbole. Quisiera que lo fuera. Pocos compatriotas tendrán menos espíritu dramático que yo. El acto de desgarrarse las vestiduras no me atrae. Rara vez el drama deja algo más que agitaciones vacuas. Lamentablemente, cada mañana, al abrir los ojos, encuentro que los dinosaurios, grandes y pequeños, siguen ahí. Verbigracia: a raíz de las turbulencias causadas por la entronización de Mancera, Mafe Cabal lanzó varios trinos afirmando que necesitamos de personajes que salgan a “defender la democracia, maestro”. Algunos de sus seguidores, menos cautos, exigieron un golpe de Estado (como por lo demás lo hizo la propia congresista en reunión cerrada, según informó Noticias Uno). Ahora bien: Mafe no es una figura menor en nuestra vida política y es perfectamente posible que sea ungida precandidata presidencial por su partido. Sin embargo, usando una expresión en código apenas velada, llamó a una solución homicida de nuestras tensiones. Pues eso es lo que implica la referencia a los luctuosos sucesos en los que se profirió aquella tristemente célebre expresión. Es una verdad judicial, firmemente establecida, que la operación a la que alude favorablemente Mafe desembocó en crímenes gravísimos, incluyendo el asesinato y la desaparición.

Mafe, por lo demás, ha mostrado una y otra vez que esas cosas le encantan. Al menor choque, a la menor contradicción, las saca a relucir. No obstante y para mi estupor, su entusiasta pedido del sacrificio de vidas de ciudadanos colombianos no causó ninguna reacción. Nada. Lo mínimo que se podría esperar, en una sociedad que ha vivido tantos y tan repetidos horrores, sería una glosa, una nota de pie de página, un par de cejas levantadas. No tuvimos siquiera eso. Ni hablar del escándalo y de someter a la persona sedienta de sangre al ostracismo, que sería lo apropiado y normal.

No me referiré a la insolente hostilización por parte de la Fiscalía contra periodistas críticos, que incluyen a Noticias Uno, a Ramiro Bejarano —columnista de esta casa— y a medios independientes como la revista Raya. ¿Seguirán? Ya veremos si Mancera tiene el margen de maniobra para mantener la orientación de su padrino y predecesor.

Si quisiéramos salir del cuento y hacer de los dinosaurios cosa del pasado, tendríamos que llegar a dos simples acuerdos. Uno, impedir que instituciones como la Fiscalía se conviertan en feudos podridos. Dos, rechazar —y, sí, estigmatizar y demonizar— las soluciones homicidas a nuestras contradicciones políticas. Esas contradicciones se seguirán presentando. Y todos tendremos que vivir en este mismo territorio llamado Colombia, bajo unas mismas instituciones.

¿Lograremos hacerlo sin matarnos? Ojalá. Pero hay quienes quisieran que siguiéramos para siempre en el mismo cuento.

QOSHE - ¿El mismo cuento? - Francisco Gutiérrez Sanín
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¿El mismo cuento?

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16.02.2024

Más de un lector recordará el cuento ultracorto más famoso de todos los tiempos: “Cuando despertó, el dinosaurio aún estaba allí” (Monterroso). Cuántas veces no se habrá aplicado esta historia compacta y fabulosa a nuestra vida política.

Por ejemplo, hace un par de días nos despertamos con la noticia de que, al cabo de su descompuesta y malsana gestión, Barbosa pudo dejar sucesora. Un personaje que —como su antiguo jefe— es el centro de acusaciones creíbles y gravísimas.

A muchos les parecerá este un costo pequeño con tal de que sirva para hostilizar a la actual administración. O simplemente para cultivar redes de amigos. O una combinación de ambas. No me refiero a ninguna entidad en particular, sino al contexto institucional que permitió que el binomio Barbosa-Mancera actuara a sus anchas. ¿Cómo ha sido posible? Se necesitaron muchas fallas (fallas geológicas) para que sucediera.

Como lo definiera de manera brillante el general Rojas Pinilla, nuestras violencias, también nuestras brutales fallas........

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