Después de que la mafia le metiera un bombazo al auto de un fiscal, asesinándolo y provocando la indignación de la sociedad entera, alguna prominente figura política italiana (si mal no recuerdo, se trataba del mismísimo Giulio Andreotti) no apareció en el funeral. Cuando un periodista enfurecido le preguntó por qué no había ido, respondió lacónicamente: “Prefiero los bautizos”. Respuesta aguda, pero brutal.

Faltó quien retrucara: “Pero los entierros son más interesantes”. Al fin y al cabo, pueden constituir la celebración de toda una trayectoria. Un recién nacido no ha alcanzado a hacer nada.

Claro: aquí estoy hablando desde la mala consciencia (uno de los sentimientos navideños por excelencia), porque durante este año murieron varias figuras valiosas, y no tuve el ánimo de referirme a ellas. Las muertes recientes me pasman. Sobre un par podría decir que, aunque no compartí para nada ni sus preferencias políticas ni su visión de las ciencias sociales, tuve aprecio genuino por ellas y su trabajo (sí: cada vez me siento más solo y más radicalizado en mi pluralismo).

Para compensar, conmemoraré en esta última columna de 2023 a la vez un nacimiento y un entierro, pero muy lejanos: los de Condorcet (280 años, y 230 en 2024, respectivamente). Condorcet fue un pensador extraordinario, que escribió y actuó durante la revolución francesa y terminó, como varios de sus compañeros de generación, cerca de la guillotina. La sabiduría convencional lo define como “moderado” y “liberal”. Pero, ¡qué distancia hay entre la producción de este tipo y la moderación al uso en la actualidad, que consiste en secretar pías perogrulladas color de rosa! No: una de las especialidades de Condorcet fue adelantarse a su tiempo. Fue un republicano (también un ateo) temprano. Creo que no ha habido hombre que haya estado más avanzado con respecto del estándar de su tiempo en lo que respecta a las relaciones entre los sexos. Enemigo feroz de la esclavitud. Sus trabajos sobre matemática electoral crearon de cero una rama del saber y son un claro antecedente del teorema de imposibilidad (uno de los resultados más bellos y más desconcertantes de las ciencias sociales, sobre el que se han derramado ríos de tinta), que contribuyó a que Arrow se ganara su premio Nobel unos 200 años después. El área sigue vigente, produciendo preguntas nuevas, aplicaciones concretas, y placeres sin cuento a los iniciados.

Terminó en política a empellones, pero una vez allí se dejó llevar arrastrar por ella. ¿Quién no se envicia con esa cosa? Al principio asociado a los girondinos, los moderados de su época –era un riguroso liberal fiscal–, coqueteó con los jacobinos, los progres, y gradualmente se acercó a ellos en temas claves para la supervivencia de la revolución. Pero cayó bajo la detestación de Robespierre, a quien definía como apenas “un sacerdote”. Robespierre, a la vez, denunció a ese personaje que “era un gran geómetra para los literatos, y un gran literato para los geómetras”, una fórmula fría pero salvaje, que suena como una hoja afilada cayendo sobre el cuello. Se escondió. Mientras lo buscaban para quitarle la cabeza, escribió una obra que explicaba minuciosamente por qué la humanidad está abocada a un futuro brillante y a un progreso ininterrumpido. Este acto me parece tan descabellado como conmovedor. Al fin lo agarraron, pero le dio una apoplejía antes de subir al cadalso.

Para bien o para mal, las trayectorias vitales rara vez, quizás nunca, tienen moraleja. Y estamos en Navidad. Así que no nos preguntemos por ahora qué nos dice esta vida fantástica y malograda. Pero, independientemente de preferencias políticas, ¿no podríamos pedir al niño Dios algo de su increíble visión y generosidad?

Hablando de regalos: qué bien que la paz esté avanzando. Es muy fácil apostar contra ella. Pero ahí va la cosa. Mejor concentrarse en cómo construirla, y no en explicar por qué no se puede.

Felices fiestas.

QOSHE - Obituario fuera de lugar - Francisco Gutiérrez Sanín
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Obituario fuera de lugar

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22.12.2023

Después de que la mafia le metiera un bombazo al auto de un fiscal, asesinándolo y provocando la indignación de la sociedad entera, alguna prominente figura política italiana (si mal no recuerdo, se trataba del mismísimo Giulio Andreotti) no apareció en el funeral. Cuando un periodista enfurecido le preguntó por qué no había ido, respondió lacónicamente: “Prefiero los bautizos”. Respuesta aguda, pero brutal.

Faltó quien retrucara: “Pero los entierros son más interesantes”. Al fin y al cabo, pueden constituir la celebración de toda una trayectoria. Un recién nacido no ha alcanzado a hacer nada.

Claro: aquí estoy hablando desde la mala consciencia (uno de los sentimientos navideños por excelencia), porque durante este año murieron varias figuras valiosas, y no tuve el ánimo de referirme a ellas. Las muertes recientes me pasman. Sobre un par podría decir que, aunque no compartí para nada ni sus preferencias políticas ni su visión de las ciencias sociales, tuve........

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