Ahora de viejo soy más asustadizo, pensando en este mundo deshumanizado, venal, maligno. Como muchos viejos, en todas las esquinas de la Tierra, siento miedo por los niños y las niñas, por las nidadas que están por venir. Por el mundo que van a tener enfrente, como una riada de piedras y lodo. Tal vez, a veces, también como una brisa dulce de esporas y gorjeos, tal vez, pero ya no sé…

Hace 15 días, cuando les hablaba de estar atascado horas y horas en la carretera, nos les dije que tuve miedo. Pero tuve miedo. Ahí quietos, con miles y miles de personas, miles de familias entre unos carros parados. Pensé: ¿qué tal que llegaran unos hombres con revólveres y esas cosas, en esta oscuridad, y nos apuntaran, y nos golpearan violentamente en las ventanillas y nos dijeran que nos van a matar si no les damos unos teléfonos y unas billeteras, o si les impedimos llevarse a alguien?...

Eso fue lo que pensé.

Lo que sí no pensé, mirando la bancada estrecha de la carretera y la loma alta a la derecha, es qué pasaría si empezara a llover y se nos viniera encima esta montaña. Como pasó la semana pasada en el Chocó. No hubiéramos podido hacer nada. Todas las familias colombianas que en estos días salieron por las carreteras del país corrieron esos riesgos que digo. Y las familias que iban por esa carretera del Chocó, en carros, en camiones, en flotas, ahora están adoloridas y golpeadas de esta manera.

Y como pasa siempre, las autoridades colombianas siempre llegan después de las tragedias. Y montan un PMU, eso dicen con la boca llena, un Puesto de Mando Unificado. Y recogen los cuerpos ya sin vida. Poco más. Y uno piensa, ¿no se puede hacer algo más por la gente? ¿No se pueden construir mejor las vías? O si nuestra geografía es así, ¿no se pueden vigilar la lluvia y las montañas y acompañar un poco a la gente? Por lo menos en las temporadas en que millones de personas se juegan la vida en las carreteras nacionales. Aunque sea esos días. Proteger a la gente esos días.

Y no amanecía el año y ya volvieron a violar niñas en los flamantes planes turísticos para extranjeros, y ya volvieron los asesinos a matar a los líderes comunitarios y a los reincorporados de la antigua guerrilla. Y siente uno un caldo ácido subiéndole por la faringe, por la garganta, y envenenándole las encías y la lengua. Y es el miedo.

Y la certidumbre de que estamos solos, en medio de un país de inmensa belleza y de inmensa crueldad. O mejor, un país de enorme belleza, administrado por un Estado chambón. Cuyos agentes son con frecuencia unos tecnócratas indolentes o unos políticos despreciables. Unos mentirosos y unos cínicos de profesión.

Viendo lo del Chocó, pensando en la tierra y las rocas y los árboles y el lodo desprendiéndose, rodando loma abajo, o río abajo, o volcán abajo, o vereda abajo, piensa uno que está solo y que es lógico tener miedo en Colombia. Y que esto no es nuevo. Que lleva muchos años pasando.

QOSHE - Miedo - Gonzalo Mallarino Flórez
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Miedo

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17.01.2024

Ahora de viejo soy más asustadizo, pensando en este mundo deshumanizado, venal, maligno. Como muchos viejos, en todas las esquinas de la Tierra, siento miedo por los niños y las niñas, por las nidadas que están por venir. Por el mundo que van a tener enfrente, como una riada de piedras y lodo. Tal vez, a veces, también como una brisa dulce de esporas y gorjeos, tal vez, pero ya no sé…

Hace 15 días, cuando les hablaba de estar atascado horas y horas en la carretera, nos les dije que tuve miedo. Pero tuve miedo. Ahí quietos, con miles y miles de personas, miles de familias entre unos carros parados. Pensé: ¿qué tal que llegaran unos hombres con revólveres y esas cosas, en esta oscuridad, y nos apuntaran, y nos golpearan........

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