La semana pasada, en el Hay Festival de Cartagena, tuve la mala suerte de tener que oírme a mí mismo mientras en otra parte conversaban en público tres amigos (amigos entre ellos) a quienes sí me hubiera interesado mucho oír hablar. Lo que yo diga me lo sé de memoria y no me enseña nada; lo que ellos hayan dicho, en cambio, habría sido un alimento nuevo para mí. Una amiga mía que asistió a su conversación, y que ha ido a los 19 Hay de Cartagena, me dijo que era la mejor charla de todas a las que ella ha asistido en la historia de este Festival.

Me interesaba su conversación, en buena medida, porque los tres contertulios (un libio, un británico y un colombiano) han escrito algunos de los mejores libros de la historia reciente. Hubiera querido estar ahí, también, porque era el curioso encuentro entre tres hombres de orígenes muy disímiles: un musulmán del Magreb, un judío europeo y un cristiano suramericano. Y más me dolió perderme su presentación porque el tema de su charla era la amistad, y partía del más reciente libro de uno de ellos, My Friends (Amigos míos), que noche tras noche me había desvelado de angustia y fascinación la última semana.

Ya me imagino al eterno aguafiestas, vestido a la última moda intelectual, exclamando: “¡Qué horror, tres machos heterosexuales blancos que hablan en una lengua colonial!”. Yo le diría que me tiene sin cuidado su orientación sexual; que un mestizo, un judío y un árabe no clasificarían ni de lejos como blancos en un congreso del Ku Klux Klan; que a esa conversación estaba invitada también una mujer de Europa Oriental, Victoria Amelina, que no pudo asistir por un motivo de causa mayor, su asesinato por el ejército ruso el 27 de junio del año pasado; y que la lengua inglesa, colonialista y todo, es el latín de nuestros días, y si uno no lo entiende se queda por fuera de las mejores ideas que circulan en el mundo, pues, querámoslo o no, esa es la lingua franca global.

Cuando uno no puede asistir a una conversación interesante, no le queda más remedio que imaginársela. Me imagino a Juan Gabriel Vásquez, el contertulio local, hablando del capítulo que le quedó faltando a su última novela, la extraordinaria Volver la vista atrás, escrito en la realidad por la vida increíble del amigo suyo y personaje real, Sergio Cabrera, que después de ser guardia rojo de niño, guerrillero maoísta de joven, director de cine media vida, termina siendo embajador colombiano en la China, como si nada pudiera ser más perfecto, redondo y literario que la pura verdad.

Después me imagino a Philippe Sands evocando a su amiga Victoria Amelina, la escritora ucraniana asesinada, aludiendo a su blancura espectral y a su presencia no menos fantasmal en ese mismo momento en Cartagena, en una conversación sobre la amistad. Muchos familiares de Sands fueron exterminados en la misma ciudad de Victoria, Leópolis (Lviv en ucraniano), que ambos recorrieron a pie la última vez que se vieron y no sería extraño que hubieran ido hasta la casa donde nació y vivió otro judío prodigioso, Stanislaw Lem, que escogió como refugio la lengua polaca. En el fascinante libro de Sands, Calle este-oeste, no solo se cuenta la historia sangrienta de Lviv, sino los orígenes precisos de términos fundamentales del actual derecho internacional, como genocidio y crímenes de guerra.

Y por último me figuro al dulce y prodigioso Hisham Matar, el autor de la magnífica novela de mis desvelos, Amigos míos, donde se cuenta sin saña y casi con ternura, sin siquiera nombrarlo, el horror y la destrucción física y moral que un tirano demente, Muamar Gadafi, el megalómano panárabe, anticapitalista, prosoviético y panislamista, que con sus delirios y su pasión asesina destruyó un país y tres generaciones de libios.

Tres amigos, tres libros portentosos y una amiga ausente que con su voz espectral completaría el cuadro de cuatro dramas comunes de nuestro tiempo, a los cuales solo se puede oponer el frágil escudo de la amistad.

QOSHE - Amigos míos - Héctor Abad Faciolince
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Amigos míos

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04.02.2024

La semana pasada, en el Hay Festival de Cartagena, tuve la mala suerte de tener que oírme a mí mismo mientras en otra parte conversaban en público tres amigos (amigos entre ellos) a quienes sí me hubiera interesado mucho oír hablar. Lo que yo diga me lo sé de memoria y no me enseña nada; lo que ellos hayan dicho, en cambio, habría sido un alimento nuevo para mí. Una amiga mía que asistió a su conversación, y que ha ido a los 19 Hay de Cartagena, me dijo que era la mejor charla de todas a las que ella ha asistido en la historia de este Festival.

Me interesaba su conversación, en buena medida, porque los tres contertulios (un libio, un británico y un colombiano) han escrito algunos de los mejores libros de la historia reciente. Hubiera querido estar ahí, también, porque era el curioso encuentro entre tres hombres de orígenes muy disímiles: un musulmán del Magreb, un judío europeo y un cristiano suramericano. Y más me dolió perderme su presentación porque el tema de su charla........

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