¡Cuánto anhelo que escribir sea un acto que permita la profundización de nuestra humanización!

¿Existirán “recetas” para aprender a escribir? No lo creo. Son muchos los caminos que existen para facilitar el surgimiento de una vocación de escritor. “Cada escritor tiene la obligación de buscar, enfrentar, crear sus propias metas, necesidades y obstáculos, como diría el poeta Paul Valéry”[1]. Yo me permitiría recomendar cuatro caminos sustantivos: leer, escribir, pensar intensamente y vivir apasionadamente[2] para aproximarnos a comprender el mundo maravilloso y complejo de lo humano.

Más también, no olvidar que el escribir nos invita a ejercer un arte y un oficio que requieren constancia, dedicación, cuidado, conciencia crítica y búsqueda permanente por descubrir aspectos nuevos de la realidad que nos entorna. ¡Qué difícil escribir bien! ¡Qué bello oficio el del escritor![3].

¿Por qué escribir? Porque queremos compartir con los lectores parte de la experiencia, de nuestro aprendizaje; de nuestras formas de ver, vivir, sentir y razonar.

Escribir... Cuán difícil llegar a ser Nobel; cuánto esfuerzo, cuánto trabajo, cuánta consagración. ¿Olvidamos acaso la mucha pasta y el mal vino que tuvo que comer y beber García Márquez en su estancia en Paris? ¿Y no recordamos acaso que, para enviar la segunda parte de Cien Años de Soledad, a la Editorial Suramericana en Buenos Aires, su señora Mercedes tuvo que empeñar artículos personales, porque no disponían de dinero para ello? ¿Ignoramos los inmensos sufrimientos de Cervantes, Dostoiveski, Balzac, Goethe, Conrad, Joyce, Faulkner, Cortázar y Fuentes…? Qué importante prepararnos para escribir con consagración y plasmar palabras y pensamientos significantes.

Cuando escribimos, anhelamos comunicarnos con los otros; exponer nuestras ideas; someterlas a discusión; esperar la contradicción y también, el reconocimiento a nuestra labor. ¿Será cierto que “escribir es un acto autónomo por excelencia”?[4]

Leer y escribir, dos formas de manifestarse nuestro idioma; dos verbos claves para el ejercicio del dulce, arduo e histórico oficio del educador[5]. Y Fernando Vásquez nos dice: “Escribir: un acto de reconocimiento. La escritura es como un yunque en el cual podemos medir la calidad material del pensamiento...” “En el acto de escritura, entonces, comprobamos si somos meros repetidores o productores de conocimiento”.

Leer, escribir y pensar son compañeros. ¿No será usual que, después de una lectura sustanciosa, además del placer que recibimos, nos provoque pensar y escribir sobre lo leído o sobre aspectos distintos y complementarios? Leer, escribir y pensar van de la mano. Cuán útil saber leer contextualmente para dialogar con la herencia que en ellos se plasma. Ahora, sabemos bien que leer, escribir y pensar son tres actividades básicas para el ejercicio de la bella vocación del pedagogo y del Maestro.

¿Y si no nos enseñaron a leer, escribir y pensar, sino sólo a memorizar y a repetir mecánicamente los actos gnoseológicos de otros, qué hacer? Una sugerencia: no nos debemos dejar condenar a permanecer en la ignorancia del placer que implica leer, escribir y pensar.

Leer, escribir y pensar es explorar todo lo que se puede hacer con las palabras y todo lo que las palabras pueden hacer contigo. Leer, escribir y pensar en silencio porque recogidos en él, nos sentimos vivos. Leer, escribir y pensar en soledad para encontrarnos con nosotros mismos en medio de tanta superficialidad transmitida por los medios de comunicación; por los realities y las “telebobelas”, salvo excepciones. “Porque no queremos saber nada de esos que convierten la lectura en un análogo de la charla, del parloteo insustancial, del juego social de las opiniones sabias o de las emociones sensibles, de esos que leen para vanagloriarse de su saber o para emocionarse de su emoción, queremos que nos dejen en paz cuando se trata de leer”[6].

Complementemos: No leamos, escribamos y pensemos para ufanarnos de nuestro conocer; de nuestra pretendida erudición. Leamos, escribamos y pensemos para afianzar nuestro ser histórico, nuestra originalidad, nuestra lucha, nuestras contradicciones y limitaciones; también, nuestros éxitos. Leamos, escribamos y pensemos, siendo eternos estudiantes de una realidad inacabada y en pleno curso. ¿Por qué leemos? “Leemos para sentirnos vivos leyendo”. “Escribimos por fidelidad a esas palabras que nos hicieron sentir vivos”[7]. Pensemos para afianzar especialmente nuestra historicidad.

Y ahora: ¿Por qué escribo? Porque sin saberlo, fue surgiendo en mí una vocación que estaba latente y fue eclosionando y perfeccionándose lentamente, hasta convertirse en una bella pasión. Escribo porque es un camino para repensar mis saberes en búsqueda y así puedo recuperar y proyectar parte de la experiencia acumulada. Porque escribiendo podemos invitar a otros al ejercicio de la libertad, la práctica de la justicia social y la solidaridad; porque podemos contribuir creativamente a construir la paz con justicia social.

Escribo, porque como ser humano necesito socializar mis inacabados conocimientos y reflexiones. Escribo para aprender a ser preciso; para no divagar; para dejar constancia de la evolución de mi pensamiento; porque es bello compartir con los demás los aportes de nuestro ser. También, por amor a los educandos, de los cuales espero puedan superarme con el devenir del tiempo.

Escribo, porque es una alternativa para crear opinión pública democrática[8]; porque es un espacio para recrearnos con la realidad y con nosotros mismos. Porque escribiendo, realizamos aspectos sustantivos de nuestras vocaciones y facilitamos la existencia de la dialogicidad; porque es un ejercicio que impulsa el conocimiento de lo humano... García Márquez tiene razón: “Escribo porque quiero ser amado”.

Escribir es un placer. Escribir nos facilita la comprensión interdisciplinaria de la complejidad política, cultural, económica, social y ambiental, tanto a nivel nacional como internacional. ¿Será cierto que escribiendo aprendemos a ser? Bien sostiene Biliowicz: “El arte conlleva a un destino. La escritura creativa demanda compromisos”[9].

Escribamos y quizás le demos la razón a Virginia Woolf [10], cuando afirmó: “El verdadero placer es escribir; ser leído no es más que un placer superficial”. Escribo porque -en medio de la civilización del consumo que nos entorna y bombardea permanentemente, a través de los medios de comunicación- es un camino para ser; ser humano consciente de su responsabilidad histórica como persona, como ciudadano, comprometido con la institucionalización de la justicia social y la construcción de la paz en nuestra gran Nación. Escribo para dejar constancia de mis inacabados pensamientos. roasuarez@yahoo.com

_______________

Referencias

1. Bibliowicz, Azriel. (2006). “El oficio del escritor”. U.N. Periódico. 13 de agosto.

2. Apasionadamente no es vivir sectariamente, sino consagrarnos amorosamente al servicio de nuestros conciudadanos, de nuestros compatriotas, de los latinoamericanos, de los habitantes del planeta.

3. “Sí, sostiene Alfonso Cárdenas: escribir es pensar, es buscar lectores, es preferir la distancia de la reflexión…”.

4. Téllez, Eddie. (1990). PALIMSESTOS. Los rostros de la escritura. Centro Editorial Universidad Nacional de Colombia. Bogotá.

5. Como un ejemplo contemporáneo de lecturas apropiadas, insinúo el libro de Alejandro Gaviria. (2016). Alguien tiene que llevar la contraria. Ariel – Planeta, Bogotá.

6. Larrosa, Jorge. Op cit., p. 605.

7. Op. cit.

8. Quien rastree las páginas de mi texto: (2023). Construir democracia. 50 años de periodismos de opinión. III tomos. Prólogo: Alfredo Sarmiento Gómez. Editorial Tirant Lo Blanch, Bogotá, podrá encontrar que allí se recoge el trabajo realizado con este propósito.

9. Bibliowicz, Azriel. Op cit.

10. Para un recuerdo inicial de su originalidad, véase el artículo publicado en la Revista Semana. (2021), No 2023, pp. 62-63: “El legado de Virginia Woolf 80 años después”.

QOSHE - Leer, escribir y pensar, hoy. El arte y el oficio de escribir (VI) - Hernando Roa Suárez
menu_open
Columnists Actual . Favourites . Archive
We use cookies to provide some features and experiences in QOSHE

More information  .  Close
Aa Aa Aa
- A +

Leer, escribir y pensar, hoy. El arte y el oficio de escribir (VI)

9 2
07.02.2024

¡Cuánto anhelo que escribir sea un acto que permita la profundización de nuestra humanización!

¿Existirán “recetas” para aprender a escribir? No lo creo. Son muchos los caminos que existen para facilitar el surgimiento de una vocación de escritor. “Cada escritor tiene la obligación de buscar, enfrentar, crear sus propias metas, necesidades y obstáculos, como diría el poeta Paul Valéry”[1]. Yo me permitiría recomendar cuatro caminos sustantivos: leer, escribir, pensar intensamente y vivir apasionadamente[2] para aproximarnos a comprender el mundo maravilloso y complejo de lo humano.

Más también, no olvidar que el escribir nos invita a ejercer un arte y un oficio que requieren constancia, dedicación, cuidado, conciencia crítica y búsqueda permanente por descubrir aspectos nuevos de la realidad que nos entorna. ¡Qué difícil escribir bien! ¡Qué bello oficio el del escritor![3].

¿Por qué escribir? Porque queremos compartir con los lectores parte de la experiencia, de nuestro aprendizaje; de nuestras formas de ver, vivir, sentir y razonar.

Escribir... Cuán difícil llegar a ser Nobel; cuánto esfuerzo, cuánto trabajo, cuánta consagración. ¿Olvidamos acaso la mucha pasta y el mal vino que tuvo que comer y beber García Márquez en su estancia en Paris? ¿Y no recordamos acaso que, para enviar la segunda parte de Cien Años de Soledad, a la Editorial Suramericana en Buenos Aires, su señora Mercedes tuvo que empeñar artículos personales, porque no disponían de dinero para ello? ¿Ignoramos los inmensos sufrimientos de Cervantes, Dostoiveski, Balzac, Goethe, Conrad, Joyce, Faulkner, Cortázar y Fuentes…? Qué importante prepararnos para escribir con consagración y plasmar palabras y pensamientos significantes.

Cuando escribimos, anhelamos comunicarnos con los otros; exponer nuestras ideas; someterlas a discusión; esperar la contradicción y también, el reconocimiento a nuestra labor. ¿Será cierto que “escribir es un acto autónomo por excelencia”?[4]

Leer y escribir,........

© El Espectador


Get it on Google Play