La seguridad no se trata solo de poner más policías ni de armar frentes de seguridad que siempre terminan mal; se trata también de que la gente esté más tiempo en la calle.

Está demostrado que los lugares más miedosos son aquellos en los que no pasa nada, en los que no hay nadie, donde cuidarse mutuamente es difícil. Por eso es tan interesante el experimento que hace unos años inició Bogotá: abrir gimnasios nocturnos y las canchas de fútbol en 30 parques después de las 8 p.m. para promover la actividad física y reducir la inseguridad.

Sin embargo, mantener en el tiempo una oferta como esa solo es posible con plata pública. En las condiciones actuales es impensable que a los privados se les ocurra abrir establecimientos y espacios para que la gente tenga lugares de encuentro por fuera de las horas habituales. Una de las razones de esa dificultad, tal vez la más importante, es el costo de las horas extras.

Comerciantes y restauranteros de todo el país expresaron su preocupación por la ley que a partir de 2023 comenzó a recortar año por año una hora a la semana de la jornada laboral. En Bogotá, las agremiaciones señalaron que al aumento de costos y la reducción de clientes se han sumado los mayores costos de tener meseros y chefs por la noche.

Como resultado, la vida nocturna de las ciudades —incluida Bogotá— se empobreció aún más. A las 10 de la noche todos los clientes tienen que comer de afán porque les avisan que cierran las cocinas y a las 11 reciben las cuentas. Mientras en México o Buenos Aires los domingos son de esparcimiento, a las seis de la tarde en Bogotá no hay donde tomarse un café.

No se trata de no pagarle lo justo a la gente que trabaja horas extras, sino de ser creativos para que los lugares que le dan vida a la ciudad no tengan horarios de oficina. Algunos, como el concejal y excandidato Juan Daniel Oviedo, ya han planteado fórmulas creativas para que la ciudad opere de noche. Plantea él, por ejemplo, la necesidad de incentivos fiscales para compensar horas extras.

Además de la vida que generan los lugares abiertos al público está la que permiten los espacios recuperados. Andenes bien hechos, calles iluminadas y esquinas sin basura son claves para que la percepción de seguridad mejore. La belleza importa.

Hoy en día, el 37 % de los habitantes de Bogotá se sienten miedosos, sobre todo de sufrir un atraco individual o masivo. Por eso, ante la saturación de casos en las redes sociales, muchos prefieren no salir de sus casas, fortaleciendo el círculo vicioso que lleva a la ciudad vacía.

Los policías se necesitan, más cuando se trata de cuidar lugares llenos de gente. Pero en ciudades grises y despobladas, el vacío siempre generará desconfianza, miedo e inseguridad. Además de la coordinación entre autoridades, para impulsar la seguridad en Bogotá, diseñar políticas para ocupar las calles -unas buenas calles- también debe ser una prioridad.

QOSHE - Ocupar la ciudad - Lariza Pizano
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Ocupar la ciudad

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10.03.2024

La seguridad no se trata solo de poner más policías ni de armar frentes de seguridad que siempre terminan mal; se trata también de que la gente esté más tiempo en la calle.

Está demostrado que los lugares más miedosos son aquellos en los que no pasa nada, en los que no hay nadie, donde cuidarse mutuamente es difícil. Por eso es tan interesante el experimento que hace unos años inició Bogotá: abrir gimnasios nocturnos y las canchas de fútbol en 30 parques después de las 8 p.m. para promover la actividad física y reducir la inseguridad.

Sin embargo, mantener en el tiempo una oferta como esa solo es posible con plata pública. En las condiciones actuales es impensable que a los privados se les ocurra abrir........

© El Espectador


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