No me aguanto una muerte más por estos días. Así cada muerte sea también un acto de libertad, una apertura a nuevas cosas, una nueva etapa. Así Rodrigo Pardo me haya dicho que la muerte es un tránsito y que el libro de Alejandro Gaviria sobre la enfermedad le sirvió para entender que es razonable que cualquiera pueda terminar siendo parte del porcentaje que cae en la tragedia.

“¿Por qué a uno no?” Insistía él en que esa era la pregunta clave de Gaviria para hacerle contrapeso a la idea de que lo más difícil siempre les pasa a otros.

A Rodrigo le dolió todo lo que pasó en el tiempo que estuvo incapacitado. Entre el día que se retiró y el que volvió, Duque trató de tumbar la JEP, el país entró en paro y en Semana, su casa, la redacción y el espíritu cambiaron de la nada y para siempre. Se desesperaba tratando de llenar los vacíos existenciales e informativos. ¿Qué fue lo que pasó?, preguntaba a sus más cercanos ávido de respuestas a los cambios en el entorno político, en el laboral, en la vida. Preguntas y más preguntas, como todo un periodista.

Pienso ahora que él no le tenía tanto miedo a su muerte como a las de los otros. Para lo suyo era racional, para lo de los demás era emotivo. Cuando fuimos a la misa por la muerte de Juan Mario Laserna me confesó que le tenía pavor a los rituales. “Soy gallina. Hace nada vimos a Juan Mario”, decía mientras confesaba su miedo a las pérdidas. Pero las frenteó todas: desde la que supuso que lo echaran de Cambio tras denunciar con María Elvira Samper el escándalo de Agroingreso, hasta las relacionadas con el triunfo de los clics sobre periodismo, pasando por la partida temprana de sus hermanos. Quería escribir un libro sobre los medios y el poder, y avanzó con alguna editorial para hacerlo: “Es que he pasado por muchos ¿no?”, reiteraba insinuando que su vocación era ser periodista, no político, no excanciller.

A pesar de haber nacido en el establecimiento y conocerlo como nadie, Rodrigo se fue con rebeldía. Esa virtud, que lo hacía tan buen analista, lo acompañó toda la vida y surgió de la contradicción. Fue un bogotano que quiso ser libre desde pequeño. Un diplomático que criticó las formas inútiles, la apariencia, la lagartería. Un señor que sufría con la derecha y los prejuicios. Un necio que pidió irse sin misas, sin ceremonias, sin discursos, sin despedidas. Un hombre bueno que soñaba ser tan suave como el personaje de Retrato, el poema de Machado que amaba oír en la voz de Serrat: Cuando llegue el día del último viaje/ al partir la nave que nunca ha de tornar/ me encontraréis a bordo ligero de equipaje/ casi desnudo, como los hijos de la mar.

¡Hasta siempre, Rodrigo!

QOSHE - Un hombre bueno - Lariza Pizano
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Un hombre bueno

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25.02.2024

No me aguanto una muerte más por estos días. Así cada muerte sea también un acto de libertad, una apertura a nuevas cosas, una nueva etapa. Así Rodrigo Pardo me haya dicho que la muerte es un tránsito y que el libro de Alejandro Gaviria sobre la enfermedad le sirvió para entender que es razonable que cualquiera pueda terminar siendo parte del porcentaje que cae en la tragedia.

“¿Por qué a uno no?” Insistía él en que esa era la pregunta clave de Gaviria para hacerle contrapeso a la idea de que lo más difícil siempre les pasa a otros.

A Rodrigo le dolió todo lo que pasó en el tiempo que estuvo incapacitado. Entre el día que se retiró y el que volvió,........

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