Habitualmente debe transcurrir un tiempo largo entre el momento en que se produce un acontecimiento monumental, de interés político y cultural —verbigracia, década de los 70—, para que se gane su derecho a renacer a través de la nostalgia. Es una nostalgia perpetua que nos impide, al asaltarnos intempestivamente, mover el dial del radio si lo que está sonando es “Imagine”, de John Lennon, o “Angie”, de los Rolling Stones, o “Moonshadow”, de Cat Stevens. Hay docenas más de ejemplos que nos instalan a quemarropa en los imaginarios de cinco décadas anteriores, con sus botas de campana, las rastas de Bob Marley, la voz desesperada de Janis Joplin y los jabs de Cassius Clay. Esos héroes y esas heroínas se juntaron a nuestras existencias y seguirán de largo con otros cuando desaparezcamos. El propio Renacimiento europeo, que venció —entre muchas otras cosas— el atraso religioso del Medioevo, fue un movimiento que celebró el retorno a las formas griegas en la escultura y fundó una actitud creadora frente a la ciencia, milenio y medio después. Praxíteles y Miguel Ángel, llevándose entre ellos 1.800 años, se volvieron contemporáneos no solo entre sí, sino entre nosotros. Joan Manuel Serrat, el ícono setentero que además de su propio repertorio sensibilizó con poemas de otros autores —Miguel Hernández, de la generación española de 1936, y Antonio Machado, generación de 1898—, convoca, ya casi octogenario, la saudade de los adultos mayores que llenan los coliseos de habla hispana. Leo Marini falleció octogenario en olor de bolero frente a jubilados fieles. Silvio y Pablo, con las apreturas de la Cuba actual, siguen inflamando con su nueva trova los tiempos épicos de la Revolución. Olimpo Cárdenas murió cantando en una tarima de Tuluá. Edmundo Rivero cantó en El Viejo Almacén de Buenos Aires, sin doblegarse, “Amablemente”, casi que con su féretro al lado.

Hoy en día la nostalgia está demostrando requerir menos años de diferencia. La semana antepasada un grupo de cuarentones —RBD— reverdecieron en Medellín las gracias de cuando tenían 20 años y sus fans, ahora treintañeros, apenas entraban en la pubertad. La velocidad del tiempo se ha hecho vertiginosa y falta poco para que a Shakira la alcance por detrás la resurrección de Pies descalzos mientras canta su penúltimo panfleto contra Piqué. Interesante esta reducción del plazo para ganarse el derecho a la nostalgia, aunque esta cada vez dure menos. ¿Lo demasiado reciente no serán apenas recuerdos, una versión comercial de la memoria?

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María Jimena Duzán se ha vuelto muy “precisa” para preguntar, perdiendo ese estilo desordenado de antes que constituía parte de su gracia. Decía Faulkner que el estilo son los errores. Su “perfección” de ahora incluye el chisme, según la moda, y acaba de conminar al presidente Petro a que confiese si acaso tiene una adicción que le entorpezca gobernar bien. ¿O sea que la reforma a la salud, la justicia en el reparto de la tierra y el apoyo a Palestina serían apenas las consecuencias de pasársela trabado? La sola conjetura suscita estigmas peores que la hipotética existencia de un hábito inocuo. Inquisición pura. ¿Tendrá listo el pase para volver a Semana?

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Néstor Morales, entrevistando al embajador de Israel, al preguntarle qué van a hacer con los palestinos, se refirió a ellos como “esa gente”.

QOSHE - Retro - Lisandro Duque Naranjo
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13.11.2023

Habitualmente debe transcurrir un tiempo largo entre el momento en que se produce un acontecimiento monumental, de interés político y cultural —verbigracia, década de los 70—, para que se gane su derecho a renacer a través de la nostalgia. Es una nostalgia perpetua que nos impide, al asaltarnos intempestivamente, mover el dial del radio si lo que está sonando es “Imagine”, de John Lennon, o “Angie”, de los Rolling Stones, o “Moonshadow”, de Cat Stevens. Hay docenas más de ejemplos que nos instalan a quemarropa en los imaginarios de cinco décadas anteriores, con sus botas de campana, las rastas de Bob Marley, la voz desesperada de Janis Joplin y los jabs de Cassius Clay. Esos héroes y esas heroínas se juntaron a nuestras existencias y seguirán de largo con otros cuando desaparezcamos. El propio Renacimiento europeo, que venció........

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