Para esta navidad, muchos se han ido. Por estos días, que llegan siempre de improviso, ya no se encuentran. De algunos, perdidos hace tiempo, nos hemos acostumbrado a su ausencia.

Quedan recuerdos. Las familias se reencontraban, unos llegando de lejos porque el receso del trabajo lo permitía. Luego todo pasaba a ser historia y, la gente, seres del pasado. El más longevo quedaba y queda vivo, pero tocado de tristeza y soledad.

Personalmente recuerdo a mis padres. Vicente, hombre de todas las soluciones, desde la vajilla remendable hasta la conexión eléctrica. Dio nombre a mi serie de “Rasguños”. Conocía de humor y política. Mi madre, solícita, ha dejado su labor de pintura artística para disponer lo que se fuera a servir a quienes pudieran llegar. Hay platos que se han hecho en casa: María, cómo no, la amorosa morena de mil cuidados, ha hecho hervir la mezcla de leche y dulce hasta producirse aquel glub-glub ardiente, cuando la pala agita el contenido espeso en el inmenso tazón de cobre. Pero ni María ni el olor del dulce, ya prohibido. ¿A dónde te has ido, María García Macías, con tu hermosa raza mulata, sin resentimientos, tú que partiste a lo desconocido desde mis brazos agradecidos? Y mi madre, la última en dejarme, a cuyo entierro acudió, brindándome un abrazo de valiente, Guillermo Cano, frase que me conmovió.

Los regalos, con mi hermano Gabriel esperando el dichoso 24 de diciembre: en mi caso ansioso por el tranvía de lata que había separado en un mercado de víveres y artesanías.

Murió el doctor Gil, mi tío a quien siempre llamamos así, ya había muerto Laura, la tía mayor, cuando vivíamos en Envigado. Ese amanecer, me refiero al luctuoso día del tío médico: “el doctor murió a las cuatro de la madrugada”, susurró María situada entre las dos camas en que nos repartíamos Gabriel y yo. Gabriel se fue de repente, ya mayor, aunque no mucho. Y Javier, el gran hermano, sacerdote virtual y real de todos, amaneció muerto en su celda religiosa el peor día de mi vida.

Este es mi cuento de Navidad. Me acompaña gente querida, queridísima, son mi familia renovada, son mi nuevo pesebre, pero dentro del baúl de recuerdos aún miro para ver si quedó alguien de aquellos, igual de buenos que estos, no nos digamos mentiras.

Mi padre, el más paciente y hacendoso de cuantos seres he conocido, de gran humor bogotano, se dice que heredado de su tío el jesuita Cayetano Sarmiento, fallecido a mis cuatro de edad, siendo yo a quien subieron para mirar su cuerpo en ornamentos sacerdotales.

Qué recuerdos: tranvía, tíos, natilla, María (ella misma se llamaba la negra grande de Colombia). No faltó el humor entre muertes y tragedias. El recuerdo de esos brotes alegres nos haga sonreír a todos, a los vivos (al vivo, mejor dicho) y a los muertos, en esta Navidad que otra vez nos golpea.

QOSHE - Alguien se ha quedado solo - Lorenzo Madrigal
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Alguien se ha quedado solo

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11.12.2023

Para esta navidad, muchos se han ido. Por estos días, que llegan siempre de improviso, ya no se encuentran. De algunos, perdidos hace tiempo, nos hemos acostumbrado a su ausencia.

Quedan recuerdos. Las familias se reencontraban, unos llegando de lejos porque el receso del trabajo lo permitía. Luego todo pasaba a ser historia y, la gente, seres del pasado. El más longevo quedaba y queda vivo, pero tocado de tristeza y soledad.

Personalmente recuerdo a mis padres. Vicente, hombre de todas las soluciones, desde la vajilla remendable hasta la conexión eléctrica. Dio nombre a mi serie de “Rasguños”. Conocía de humor y política. Mi madre, solícita, ha dejado su labor de pintura artística para........

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