Va esta nota a nombre de quienes estamos en vía de extinción (mayores de 80), sin ánimo de ofender, pero sí a título de conocedores preocupados por la permanencia del presidente Joe Biden en la Casa Blanca otros cuatro años, contados a partir de enero del 2025.

Su aspecto, su tez y el tono rosa de su rostro, visto a través de la tele, reflejan un buen estado físico. Pero comportamientos de la vida diaria, que capta el público por ser un personaje de su categoría, dejan ver algo que preocupa. Su trastabillar peligroso es el desplazarse de un pingüino, recargando la totalidad del cuerpo a cada paso sin la elasticidad con que las piernas portan el tronco. Admira ver saltar y correr a la gente nueva o todavía en buen uso y recordar que también lo hicimos sin reflexionar demasiado en la asombrosa perfección del organismo.

Los brazos y las manos, con todo respeto, muestran en Biden un cierto quietismo de estatua en procesión y no se diga el caer de bruces en la escalinata de un avión. Son los tan comunes “accidentes domésticos” que han padecido los grandes en la historia del mundo: papas y jefes de Estado, que por lo aparatoso de los episodios no dejan de maravillar a los contemporáneos o a los un poco posteriores, ocurrencias de la vida personal que ocupan a todos como decir a los que rematan en subasta la dentadura de Churchill.

Su voluntad es admirable y su deseo de permanecer y dar más batallas electorales sorprende. Debe estremecer, sin embargo, a sus seguidores más cercanos. Y pues es un triunfo de la vida, a contrario sensu de “El triunfo de la Muerte” de cualquier Brueghel. De todos modos están fincadas las esperanzas de la democracia americana en este paradigma de supervivencia política. En Alemania perduró como canciller federal Konrad Adenauer hasta sus 87 y, para ir más lejos, todos los ancianos respetables de la Antigüedad. Aquí, Manuel Antonio Sanclemente gobernó, mientras no fue derrocado, en sus ochenta y pico, refugiándose del frío sabanero en tierras cálidas.

Trump avanza, probable presidente del 2025, grande, muy grande, a quien no detiene ninguna de la enmiendas de la Constitución americana. Por encima de sus procesos pasará impune, porque lo arrastra gran fuerza popular. Ser responsable del asalto al Capitolio y de haber arrinconado a su presidenta, Nancy Pelosi, por medio del populacho, parece no importar en tiempos pragmáticos, que no legalistas.

Este Donald Trump es el Teddy Roosevelt que nos robó Panamá, levantando alevoso la bota con la que, en su decir, contenía la revuelta local; es el otro Roosevelt, el imprescindible, de cuatro mandatos, impulsado por la Segunda Guerra, o el Harry S. Truman de segundo turno en el 48, pese a las bombas atómicas. ¿A dónde llevará al mundo libre este presidente Trump de tenebrosos presagios? El de “América, primero”.

QOSHE - Biden cruje - Lorenzo Madrigal
menu_open
Columnists Actual . Favourites . Archive
We use cookies to provide some features and experiences in QOSHE

More information  .  Close
Aa Aa Aa
- A +

Biden cruje

15 1
29.01.2024

Va esta nota a nombre de quienes estamos en vía de extinción (mayores de 80), sin ánimo de ofender, pero sí a título de conocedores preocupados por la permanencia del presidente Joe Biden en la Casa Blanca otros cuatro años, contados a partir de enero del 2025.

Su aspecto, su tez y el tono rosa de su rostro, visto a través de la tele, reflejan un buen estado físico. Pero comportamientos de la vida diaria, que capta el público por ser un personaje de su categoría, dejan ver algo que preocupa. Su trastabillar peligroso es el desplazarse de un pingüino, recargando la totalidad del cuerpo a cada paso sin la elasticidad con que las piernas portan el tronco. Admira ver saltar y correr a la gente nueva o........

© El Espectador


Get it on Google Play