Qué tema difícil de abordar: nadie puede atribuirse autoridad moral en cosa alguna sin que le caigan enseguida: Ah, sí, pero usted, tal cosa y tal otra. Y vaya si hemos pecado.

Además, nos contradecimos: dijimos una cosa y luego decimos otra. El Espectador permisivo de Fidel Cano (bueno, el de ambos: Cano Gutiérrez y Cano Correa) invitó por estos días al ejercicio de reconocer los propios errores y a la oportunidad de rectificarlos. Reconocí uno mío: di a entender en impropia ocasión que había que evitar la presidencia de Álvaro Gómez, particularmente advirtiéndoselo a Belisario Betancur. Lo que mis dibujos dijeran nada significaba, pero hoy lamento que aquel destacado político no hubiera llegado a las históricas páginas de la galería presidencial. No por derechismo de mi parte, sino por la pluralidad que han de tener esas páginas. Como saben mis escasos lectores, yo no marcho a un compás obligado.

Pero, mirando a quienes se contradicen y no lo acusan, aterra que usurpadores de ayer, revolucionarios sin cuartel, personas francamente enemigas de lo establecido sean hoy en día portaestandartes de la legalidad, presidentes de la República o ministros de Estado. Suele ocurrir que revolucionarios llegados al poder sean los peores dictadores de la historia. Ojo, pues, y cuidémonos porque entre revoltosos andamos.

¿Qué haremos, entonces? Hacer de tripas corazón, echar pa’lante, tomarla suave y desatender el pasado. Pegarnos de un principio inamovible, de una tabla de salvación jurídica, siempre presente y al servicio de los valores del día, y es el principio de legalidad. Lo que hoy rige, lo que está en la Carta, lo que acepta la comunidad unánime, atengámonos a ello, tomemos el camino del sentido común, sin nadar en contra de la corriente o sólo un poco. Quedémonos cavilando en silencio, mirando acaso las flores del jardín o atisbando aviones, mientras pensamos no haber imaginado que los (para nosotros) malos de otro tiempo iban a ser los buenos de hoy, defensores de las instituciones.

Pero la ley es la ley. Es la Suprema Corte la que designa al fiscal, a su leal saber y entender. No lo son las cortes internacionales reconocidas y a su vez intrusas en el derecho interno, con un claro sesgo a la izquierda. Múltiples comisiones han viajado a Estados Unidos, a Europa radical o a San José, en Centroamérica, en procura de favorecimientos para ese sector político.

Quisiéramos ver personas atenidas a su historia personal o política, consecuentes, no obsecuentes. ¿Pero dónde están? Miremos a un Arrubla Paucar, a un Iván Velásquez, a un Wasserman, a un Rodolfo Eduardo de Roux (el poeta fallecido, mi noble amigo) o a muchos otros, que no descalifico por el hecho de no enumerarlos. Caras vemos, corazones no sabemos, se me dirá, pero, en estos casos, sí que lo sabemos.

QOSHE - La autoridad moral - Lorenzo Madrigal
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La autoridad moral

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19.02.2024

Qué tema difícil de abordar: nadie puede atribuirse autoridad moral en cosa alguna sin que le caigan enseguida: Ah, sí, pero usted, tal cosa y tal otra. Y vaya si hemos pecado.

Además, nos contradecimos: dijimos una cosa y luego decimos otra. El Espectador permisivo de Fidel Cano (bueno, el de ambos: Cano Gutiérrez y Cano Correa) invitó por estos días al ejercicio de reconocer los propios errores y a la oportunidad de rectificarlos. Reconocí uno mío: di a entender en impropia ocasión que había que evitar la presidencia de Álvaro Gómez, particularmente advirtiéndoselo a Belisario Betancur. Lo que mis dibujos dijeran nada significaba, pero hoy lamento que aquel........

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