Al abrir el presidente Gustavo Petro el debate electoral tan temprano y mostrar su intención de quedarse en el poder luego de 2026 es inevitable reflexionar sobre tantas similitudes con la pesadilla padecida por Venezuela. Mucho más luego del asedio a la Corte Suprema de Justicia; la asonada a la revista Semana y una permanente descalificación de sus supuestos opositores y de las instituciones, incluida la organización electoral, la misma institución que garantizó su llegada al gobierno.

Antes de convertirse en una tiranía, el chavismo prometió democracia participativa y un gobierno inclusivo; redistribución de la riqueza e igualdad. Una vez en el poder, la gestión económica ha devenido en una cada vez más grave crisis: hiperinflación, escasez de alimentos y medicinas, y un colapso generalizado de los servicios públicos. Antes de llegar al gobierno el chavismo criticaba la corrupción y prometía transparencia. Una vez instalado, el régimen ha sido acusado de corrupción generalizada, de malversación de fondos públicos y enriquecimiento ilícito de sus altos funcionarios.

Al ocupar el lugar 177 entre 180 países -uno de los tres más corruptos- en el índice de percepción de corrupción de Transparencia Internacional y luego de 25 años del régimen este se alista para un nuevo periodo. La publicación de una nota sobre el tema por parte de la Deutsche Welle –en Alemania gobierna un gobierno de centroizquierda- dio lugar a que Maduro calificara a ese medio como “Neonazi” y ordenara, por “traidores”, su salida del aire. Antes habían hecho lo propio con medios como CNN, RCN y Caracol.

Aparte de sus propias narrativas el comportamiento de las dictaduras puede evaluarse desde tres ámbitos: Sus estrategias para llegar al poder, su conducta como gobernantes y el tratamiento otorgado a la oposición. En todas partes los dictadores emplean tácticas de manipulación para ganar apoyo popular y desacreditar a sus oponentes. Promesas de cambio total y la explotación de las frustraciones y el descontento social. En cuanto a su conducta en el gobierno las dictaduras basan su desempeño en la represión. Esto implica la supresión de las disidencias, la censura de los medios y la eliminación de cualquier amenaza a su autoridad. Una vez en el poder, los dictadores tienden a consolidar su control sobre las instituciones para lo que es más importante la “lealtad” que las capacidades en su círculo cercano. Esto incluye la criminalización de la disidencia y las opiniones divergentes, la detención de opositores políticos y la utilización de la violencia estatal para silenciar a los críticos. Por todo esto ha pasado Venezuela.

Con el veto a María Corina Machado las próximas elecciones, a pesar del acuerdo de Barbados, serán, como en el pasado, otro intento de legitimación de un régimen al que poco le importan los siete y medio millones de exiliados; el hambre generalizada o las presiones de la comunidad internacional. Sus mutantes narrativas solo le sirven para ganar tiempo y quedarse cuanto pueda en el poder para diferir el juzgamiento por sus crímenes.

La dictadura sabe que la presión de la comunidad internacional ante el incumplimiento del acuerdo de Barbados puede ser circunstancial por la inminencia de unas elecciones en Estados Unidos que tienen pronóstico reservado y en las que hoy lleva ventaja Donald Trump. No es descartable que pronto el régimen tenga otro interlocutor. La cercanía de Vladimir Putin, también amigo de Trump, abriría un nuevo escenario. La consistencia de la política exterior de Estados Unidos ha sido puesta a prueba con sucesivos bandazos y fracasos en los gobiernos de Trump y el mismo Biden. Maduro, como antes lo hizo Fidel Castro y hoy lo hace Putin, le ha tomado el pulso a esas inconsistencias. Saben lidiar con ellas en beneficio de sus regímenes y en detrimento de sus pueblos y de la democracia.

Como con ningún otro país compartimos con Venezuela una historia y una cultura común. ¿Nos encaminamos a repetir su peor pesadilla?

@herejesyluis

QOSHE - De la esperanza a la represión: promesas de dictadores - Luis Carvajal Basto
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De la esperanza a la represión: promesas de dictadores

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11.03.2024

Al abrir el presidente Gustavo Petro el debate electoral tan temprano y mostrar su intención de quedarse en el poder luego de 2026 es inevitable reflexionar sobre tantas similitudes con la pesadilla padecida por Venezuela. Mucho más luego del asedio a la Corte Suprema de Justicia; la asonada a la revista Semana y una permanente descalificación de sus supuestos opositores y de las instituciones, incluida la organización electoral, la misma institución que garantizó su llegada al gobierno.

Antes de convertirse en una tiranía, el chavismo prometió democracia participativa y un gobierno inclusivo; redistribución de la riqueza e igualdad. Una vez en el poder, la gestión económica ha devenido en una cada vez más grave crisis: hiperinflación, escasez de alimentos y medicinas, y un colapso generalizado de los servicios públicos. Antes de llegar al gobierno el chavismo criticaba la corrupción y prometía transparencia. Una vez instalado, el régimen ha sido acusado de corrupción generalizada, de........

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