Invitamos a nuestros columnistas a contarnos de las ideas que defendieron y que, ahora, perciben de manera diferente. Esta columna es parte del especial #CambiéDeOpinión.

Desde el escritorio era fácil decirlo. Una paz idealizada, unos diálogos impolutos y unas condiciones asépticas eran los reclamos de entonces, como si fuera una declaración de principios sobre mármol.

Claro, mortificaban las víctimas, los combates, las tomas y los muertos en esta suerte de marasmo en el que entró el conflicto colombiano, donde nada parece importar salvo una firma, una declaración y el cierre pronto de negociaciones para entrar ipso facto en territorios de paz. De nada valían incluso las reacciones de los más afectados, quienes, paradójicamente, eran los primeros en ofrecer perdón anticipado para que nadie tuviese que vivir su drama y su dolor. Era como establecer gradaciones con méritos en una instancia como esta guerra criminal que nos carcome y que hizo saltar hace ya mucho tiempo los códigos, requisitos y preceptos.

Circunscribir las prebendas -y no estoy seguro de que entrar en acercamientos o conversaciones sean algunas de ellas- a determinados grupos irregulares me parecía coherente si no tenía que ver con tráfico de drogas. Era una postura miope y no lo sabía, porque esencialmente no quería ver, como decía Saramago en el Ensayo sobre la Ceguera. Considerar más maligno el tráfico de drogas que el tráfico de armas o el tráfico humano era saltarme el dilema de si primero fue la gallina o el huevo, en este conflicto circular en el que todo es causa de todo.

Hoy creo que, si el tráfico de drogas ilícitas, que es el motor que mueve la guerra, no se incorpora de manera central a la “paz total”, no hay posibilidades de solución. No vincular a los grupos que delinquen en el narcotráfico es despejar el humo, pero dejar prendido el conflicto para violencias recicladas.

Hoy creo que si el tráfico de drogas ilícitas no se incorpora de manera central a la “paz total”, no hay posibilidades de solución.

Podemos seguir discutiendo de sapos a tragar, escrúpulos a negociar y líneas rojas para acordar, pero si no se busca detener la violencia común por todos los medios, ante la incapacidad del sistema judicial y policivo, ni nuestros nietos conocerán un país en paz.

Hoy creo que, si fracasaron todos los intentos represivos, por qué no intentar otros que nos hagan ponerle sentido a esa frase vacía de que este es un país en el que todos halamos para el mismo lado.

@marioemorales

QOSHE - Cambié de opinión sobre los diálogos con el narcotráfico - Mario Morales
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Cambié de opinión sobre los diálogos con el narcotráfico

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29.11.2023

Invitamos a nuestros columnistas a contarnos de las ideas que defendieron y que, ahora, perciben de manera diferente. Esta columna es parte del especial #CambiéDeOpinión.

Desde el escritorio era fácil decirlo. Una paz idealizada, unos diálogos impolutos y unas condiciones asépticas eran los reclamos de entonces, como si fuera una declaración de principios sobre mármol.

Claro, mortificaban las víctimas, los combates, las tomas y los muertos en esta suerte de marasmo en el que entró el conflicto colombiano, donde nada parece importar salvo una firma, una declaración y el cierre pronto de........

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