Responsable directo de la muerte de 40 a 70 millones de personas, víctimas de trabajos forzados, desplazamientos al campo y ejecuciones sumarias, Mao Zedong es posiblemente el mayor genocida que ha tenido la humanidad. El líder chino, un narcisista mesiánico como pocos ha habido en la historia, fue el arquitecto de no solo una hambruna sin precedentes, sino del mayor fracaso económico de la historia. Como bien lo resume el analista Juan Soto Ivars, Mao Zedong convirtió el país en un caos y sumió a la población en un régimen de terror en el que todos eran jueces y policías: “Desde el verano de 1966 hasta poco antes de la muerte del dictador Mao Zedong, el país vivió en un terror constante que no requería policía política ni gulag, porque la sociedad entera era el juez, el torturador y la cárcel. Solo la feliz muerte de Mao Zedong puso fin a la pesadilla. Atrás quedaba un país quebrado y lleno de humillaciones, juicios populares y linchamientos”.

Con el argumento de eliminar desviaciones que pondrían en riesgo el futuro comunista, linchamientos, delaciones, purgas colectivas, censuras, presiones, miedo social y fusilamientos, parte integral de la Revolución Cultural, conformaron un nuevo modelo que se regía por el culto a la figura de Mao. Elizabeth Perry, historiadora de la Universidad de Harvard, lo resume con precisión: “El líder chino decidió atacar a todos sus potenciales enemigos, pero lo hizo en una forma diferente a otros dictadores: no fue con la policía ni con organismos de seguridad, sino de una forma incluso más macabra: movilizó a la gente común, a los campesinos, a los estudiantes, a los trabajadores, para que hicieran su voluntad”. Protodictadores actuales comparten el mismo sueño.

El razonamiento económico de Mao, cuyos conocimientos de economía eran nulos, casi infantiles, tuvo consecuencias fatales para los chinos. Una de sus ideas más disparatadas, al ver que los grandes hornos no podían doblar su producción de 5,7 millones de toneladas de acero a 11 millones, fue ordenar a 90 millones de chinos instalar hornos de fundición en sus casas. Para conseguir la temperatura de fundición se talaron buena parte de los bosques de la China. Demencialmente a los campesinos se les obligó a entregar todos sus objetos metálicos para su fundición, incluyendo las herramientas y maquinaria agrícola. A esta idiotez se le agregó el que solo las mujeres y los niños trabajaran en el campo. Les tocó hacerlo con las manos, ya que los azadones y hoces habían sido fundidos.

Su Libro rojo, cursi y lleno de lugares comunes, epató a toda una generación de pendejos (muchos de los que siguen alabando a Mao), e inspiró a Pol Pot en Camboya y a Abimael Guzmán de Sendero Luminoso en Perú, dos genocidas que también dejaron miles de muertos en el camino. El Libro rojo se convirtió en los años 60 en la biblia de muchos burguesitos de izquierda: soñando con las comunidades igualitarias de la China, nunca se percataron de que en la China de Mao ellos hubieran sido víctimas de los guardias rojos.

Apostilla: el Gobierno acusa a los directivos de la multinacional española EPS Sanitas de ser “canallas y mentirosos”, y de “manipular” sus empleados. Con su silencio, uno asume que el Gobierno español coincide con esa apreciación.

QOSHE - El narcisismo mesiánico del genocida Mao Zedong - Mauricio Botero Caicedo
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El narcisismo mesiánico del genocida Mao Zedong

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03.12.2023

Responsable directo de la muerte de 40 a 70 millones de personas, víctimas de trabajos forzados, desplazamientos al campo y ejecuciones sumarias, Mao Zedong es posiblemente el mayor genocida que ha tenido la humanidad. El líder chino, un narcisista mesiánico como pocos ha habido en la historia, fue el arquitecto de no solo una hambruna sin precedentes, sino del mayor fracaso económico de la historia. Como bien lo resume el analista Juan Soto Ivars, Mao Zedong convirtió el país en un caos y sumió a la población en un régimen de terror en el que todos eran jueces y policías: “Desde el verano de 1966 hasta poco antes de la muerte del dictador Mao Zedong, el país vivió en un terror constante que no requería policía política ni gulag, porque la sociedad entera era el juez, el torturador y la cárcel. Solo la feliz........

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