Hace unos meses el columnista de Financial Times Martin Wolf hizo una reseña del ameno libro del escritor y periodista Ferdinand Mount, Grandes y pequeños Césares, (Bloomsbury, 2023). “Los Césares están de regreso, los grandes y los pequeños, en los países grandes y en los pequeños, en las naciones avanzadas y en las atrasadas. El mundo parece estar lleno de autoproclamados hombres fuertes que se pavonean, o esperan entre bastidores, o se lamen las heridas y planean un regreso después de su humillante caída… De Washington a Nueva Delhi, de Ankara a Brasilia, de Moscú a Budapest, el César real o el aspirante a César se pavonea en el escenario geopolítico”, afirma Mount en su introducción al libro. Para el escritor inglés, los Césares, buscando que sus consignas y mentiras lleguen al denominador más bajo de la sociedad (una estrategia efectiva utilizada por Hitler en Mein Kampf), las expresan de manera deliberadamente sencilla. Al ser conscientes de que una mentira repetida mil veces la convierte en verdad, el torcerle el pescuezo a la evidencia de manera reiterativa es el arma preferida de todo César. Para Wolf, el mensaje central del libro de Mount es que los ciudadanos debemos hacer todo lo posible para evitar que los aspirantes a César, “con su egoísmo implacable, su falta de escrúpulos, su brutalidad irreflexiva, su ostentación cursi”, o lleguen al poder o se mantengan en él. “El complejo proceso legislativo propio de un Estado de derecho es mil veces preferible”.

Un reciente informe de IDEA, una organización intergubernamental que trabaja para apoyar y fortalecer democracias sostenibles, eficaces y legítimas, señala que cada vez más países se alejan de la democracia y se acercan al autoritarismo, tanto en los países jóvenes y frágiles como en naciones consolidadas tipo India o Estados Unidos. Mount señala que los Césares modernos han llegado al poder con relativa facilidad: de los 91 dictadores señalados en un estudio del comentarista político Ian Dale, 29 han llegado en los últimos 30 años, fecha en que el profesor Francis Fukuyama publicó su ensayo sobre El fin de la historia. Todo parece indicar que mientras existan crédulos, con escasa o nula capacidad de raciocinio independiente, los Césares seguirán floreciendo.

Indistintamente sean grandes o liliputienses, los Césares tienen sus incondicionales que, como los perritos de los taxis, a toda afirmación de sus jefes sacuden afirmativamente sus cabecitas. John Carlin afirmaba sobre el sátrapa tropical cubano, “todo era discutible menos Castro, cuya palabra y doctrina ni él, ni nadie cuestionaban. Cada discurso era una encíclica. Cuando abría la boca tenía la última palabra sobre todo lo que ocurría bajo el cielo cubano, desde la salud hasta la educación, el deporte, la guerra, la paz y la política agraria”.

Apostilla 1. El alevoso secuestro de la Corte Suprema de Justicia es absoluta responsabilidad de Fecode, tentáculo del Gobierno.

Apostilla 2. Para darle mayor realismo a su ingrata labor, el ministro Velasco se debería cambiar su apellido al de Mermeladov, patronímico del lóbrego personaje de la novela Crimen y castigo, de Dostoievski. ¿Rechazarán los conservadores la jalea de Mermeladov?