Hace unos días, en un comité de la Cámara de Representantes de EE. UU., Claudine Gay (de Harvard), Sally Kornbluth (de MIT) y Liz Magill (de la Universidad de Pensilvania), presidentas de tres de las más prestigiosas universidades estadounidenses, por taimadas e hipócritas, se ganaron tremenda juagada por parte de la congresista republicana Elise Stefanik. Las tres, utilizando un lenguaje de jerga legal cuyo resultado fue el oscurecer en vez de iluminar, se negaron a decir si “pedir el genocidio de los judíos” es intimidación y acoso según los códigos de conducta de estas universidades. Evadiendo responder la pregunta concreta que les hizo la representante Stefanik, las tres argumentaron que el llamado al genocidio del pueblo judío tenía que ser analizado en un contexto y solo representaba una violación de los códigos de intimidación y acoso si de la amenaza se pasaba a la acción. De alguna manera, lo que afirmaban las tres académicas es que pedir la aniquilación de los judíos no debe ser censurado a menos que concretamente sean llevados a las cámaras de gas, y que amenazar con la violación de una mujer no es condenable a menos que se consume la violación. Respuestas que, siendo estrictamente legales, son insensibles y pérfidas. El pasado fin de semana Liz Magill y la cabeza del Consejo Directivo, Scott Bok, acorralados por el amplio repudio que generaron sus declaraciones en el Congreso, no les quedó alternativa diferente a la de renunciar.

Pero para quien escribe esta nota, la principal razón que justifica el rechazo a estas universidades no es el lenguaje ambiguo y ladino de sus presidentas, sino la hipocresía que caracteriza a parte importante de las grandes universidades de EE. UU. y algunas de otros lugares, entre ellos Colombia. Como afirma el filósofo Steven Pinker, la defensa de las tres presidentas de la libertad de opinión, indistintamente de la monstruosidad de las proclamas de genocidio, hubiera sido medianamente creíble si estas tres universidades no tuvieran detrás una larga historia de censura y cancelación. Harvard, como lo señala en reciente artículo en el The Wall Street Journal la representante Stefanik, en varias ocasiones bloqueó la presencia de conferencistas libertarios. El pasado abril, la Universidad Javeriana canceló una conferencia del politólogo argentino Agustín Laje, quien acababa de presentar su último escrito en la Feria del Libro ante una más que nutrida asistencia, por ser un hombre de ideas libertarias. El mismo Laje explotó contra la Javeriana, argumentando que “lo grave, el problema real, es que se acaba de derrumbar la misión de una universidad”.

Apostilla: estas navidades la ambientación de nuestros parques no va a correr por cuenta de las autoridades municipales, sino de los jíbaros reunidos en la Federación Colombiana de Expendedores de Alucinógenos (Fecodex). Provenientes de las “ollas madre” de San Bernardo en el centro y del “cartuchito” en Kennedy, el coro de los marihuaneros interpretará “Copito de yerbabuena”, y el de la heroína, “La flor de la amapola”. Los jíbaros de la cocaína anuncian que la nieve artificial será reemplazada por “perica” venteada.

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Tremenda juagada se ganaron las presidentas

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17.12.2023

Hace unos días, en un comité de la Cámara de Representantes de EE. UU., Claudine Gay (de Harvard), Sally Kornbluth (de MIT) y Liz Magill (de la Universidad de Pensilvania), presidentas de tres de las más prestigiosas universidades estadounidenses, por taimadas e hipócritas, se ganaron tremenda juagada por parte de la congresista republicana Elise Stefanik. Las tres, utilizando un lenguaje de jerga legal cuyo resultado fue el oscurecer en vez de iluminar, se negaron a decir si “pedir el genocidio de los judíos” es intimidación y acoso según los códigos de conducta de estas universidades. Evadiendo responder la pregunta concreta que les hizo la representante Stefanik, las tres argumentaron que el llamado al genocidio del pueblo judío tenía que ser analizado en un contexto y solo........

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