*Invitamos a nuestros columnistas a contarnos de las ideas que defendieron y que, ahora, perciben de manera diferente. Esta columna es parte del especial #CambiéDeOpinión.

Después de estar escribiendo por 25 años esta columna, no es fácil mirar atrás para hacer el balance de si en alguno de los muchos artículos publicados opiné sobre algo o alguien de lo que hoy debería retractarme.

Es preciso aclarar que arrepentirse de haber escrito algo no es lo mismo que haber cambiado de opinión. Es probable que en el pasado haya opinado algo sobre lo que, con el tiempo y bajo nuevas circunstancias, terminé mutando el criterio de antaño, pero sin arrepentimiento de lo que se dijo en su momento.

Bajo esa óptica, confieso que, por ejemplo, hoy pienso diferente de lo que escribí hace unos años sobre el papa Francisco, recién iniciado su pontificado. Entonces, me pareció que su oscura e inexplicada actuación en las épocas de la dictadura argentina generaba inquietudes para ejercer su apostolado. Me sigue pareciendo que Francisco debe todavía explicaciones a sus biógrafos sobre su papel en los días aciagos de los militares en el poder en su país, pero, aun así, hoy pienso que, con todas sus contradicciones y altibajos, su presencia en Roma ha sido en algunos escenarios definitivamente progresista y más humana que la del alemán Ratzinger, el soldado nazi que llegó al Vaticano convertido en Benedicto XVI.

Algo similar, pero al revés, me pasó con monseñor Monsalve, exarzobispo de Cali, a quien inicialmente apoyé porque me sedujo su talante social y creí ingenuamente que era un pastor diferente a los de siempre y en especial distinto de su antecesor, monseñor Sarasti. No una sino varias veces ponderé a Monsalve, pero se me oscureció cuando lo vi trastabillar con la actitud frente a los graves cargos de pederastia contra varios sacerdotes de los que no ha podido sacudirse la Iglesia allá ni en ninguna parte del país. A pesar de la refrescante instrucción papal de no ser cómplice con esas conductas delictuales, monseñor Monsalve no pareció entender el reparador mensaje de su jefe. Suficiente motivo para haber cambiado hoy de opinión.

Pero de lo que sí verdaderamente me arrepiento es de haber escrito mi columna “En la segunda vuelta”, publicada el 5 de junio de 2022, en el fragor de la campaña presidencial, porque ante el temor de que pudiera ganar el patán de Rodolfo Hernández sugerí votar por Gustavo Petro. En este evento no solo cambié de opinión, sino que hoy me duele haber escogido esa opción. He de aclarar sí que, no obstante mi recomendación, no voté por Petro porque estaba fuera del país, pero de haber estado aquí habría sufragado por él, como lo hice cuando fue alcalde.

Y deploro haber invitado desde esta tribuna a votar por Petro, por dos razones: la primera, porque bastaba haber revisado su cuatrienio como burgomaestre en la capital para advertir que su estilo de administrar generaba grandes riesgos que en el contexto nacional podían afectar nuestra maltrecha democracia. La segunda, porque, pudiendo haber invitado a votar en blanco —una alternativa jurídica y políticamente razonable y conveniente—, el pánico de que ganara Hernández me hizo promotor de un mal consejo que no debí jamás haber dado.

Dejo en claro sí que, a diferencia de muchos oportunistas y guaqueros del poder, jamás contemplé la posibilidad de sufragar por el corruptazo Rodolfo Hernández. Me divierte que esos lagartos que entonces se fueron de bruces a Bucaramanga a respaldar a este outsider, que casi se toma por asalto la Presidencia, anden justificando su pecado mortal del que ni ellos mismos podrán absolverse.

En 2014 anuncié mi voto por Juan Manuel Santos porque para entonces ya él había sanado del uribismo que lo hizo mandatario en 2010 y se había comprometido con la paz. No me arrepiento ni he cambiado de opinión de haber acompañado en esa ocasión a Santos, pero en el futuro —salvo que sienta la urgencia ciudadana de arrepentirme de lo que estoy prometiendo en esta columna— intentaré abstenerme de recomendar por quién votar pues entendí que eso de comprometer el voto muy pocos lo aceptan o comprenden y, en cambio, los críticos y malquerientes hacen de ese gesto un permanente motivo de persecución y ataques. Lección aprendida. Mea culpa.

Adenda: en el propósito de perseguir a la fiscal Angélica Monsalve, se pretende encarcelar a otros fiscales dizque por filtrar información del montaje que le hicieron, cuando el fiscal Barbosa y sus esbirros promueven permanente y selectivamente esa conducta.

notasdebuhardilla@hotmail.com

QOSHE - Cambié de opinión frente al papa y Petro - Ramiro Bejarano Guzmán
menu_open
Columnists Actual . Favourites . Archive
We use cookies to provide some features and experiences in QOSHE

More information  .  Close
Aa Aa Aa
- A +

Cambié de opinión frente al papa y Petro

6 7
26.11.2023

*Invitamos a nuestros columnistas a contarnos de las ideas que defendieron y que, ahora, perciben de manera diferente. Esta columna es parte del especial #CambiéDeOpinión.

Después de estar escribiendo por 25 años esta columna, no es fácil mirar atrás para hacer el balance de si en alguno de los muchos artículos publicados opiné sobre algo o alguien de lo que hoy debería retractarme.

Es preciso aclarar que arrepentirse de haber escrito algo no es lo mismo que haber cambiado de opinión. Es probable que en el pasado haya opinado algo sobre lo que, con el tiempo y bajo nuevas circunstancias, terminé mutando el criterio de antaño, pero sin arrepentimiento de lo que se dijo en su momento.

Bajo esa óptica, confieso que, por ejemplo, hoy pienso diferente de lo que escribí hace unos años sobre el papa Francisco, recién iniciado su pontificado. Entonces, me pareció que su oscura e inexplicada actuación en las épocas de la dictadura argentina generaba inquietudes para ejercer su apostolado. Me sigue pareciendo que Francisco debe todavía explicaciones a sus biógrafos sobre su papel en los días aciagos de los militares........

© El Espectador


Get it on Google Play