Se supone que las campañas electorales sirven para que los candidatos expongan sus ideas y convenzan a sus potenciales electorales, pero la verdad es que la mayoría de quienes se proponen sufragar este domingo saben por quién lo harán desde antes de esta larga, aburridora y definitivamente inútil jornada de agitación política. Los demás, especialmente los jóvenes, no saben ni les importa.

Muy pocos votantes deciden su voto con base en la algarabía de los candidatos o por las preguntas cargadas de muchos entrevistadores que en esta ocasión se han descarado agenciando sus simpatías partidistas o sus intereses particulares. Los aspirantes se la han pasado todos estos meses diciendo lo mismo, no solo porque no tienen más que decir, sino porque buena parte de los periodistas interrogadores tienen su libreto amañado y siempre indagan por lo mismo. Los debates, que en otras latitudes son determinantes, aquí ni siquiera desorientan, porque en la práctica al grueso de la población le tienen sin cuidado las boberías que se ventilan en vivo y en directo. No conozco el primer colombiano que, al menos en estas elecciones, haya decidido su voto por lo que oyó o dejó de oír en una de estas extenuantes confrontaciones todas iguales y sin sorpresas.

Tal vez lo único llamativo fue el legítimo reclamo de Bolívar cuando en un encuentro televisado una periodista le volvió a soltar la pregunta de cuál sería su relación, de ser alcalde, con los integrantes de la primera línea. Su furia ante la pregunta no fue injustificada, ni excesivas las durísimas críticas que lanzó al papel de los medios que desde el día uno lo condenaron al ostracismo y empezaron a ejercer su militancia en la candidatura que aglutina al gran poder económico y del establecimiento. Visiblemente alterado, Bolívar les enrostró a sus entrevistadores la falta de objetividad, sin que estos hubiesen tenido el coraje de negar tan graves sindicaciones, a lo mejor porque son conscientes de que el candidato del Pacto Histórico no mentía. Hubiera sido muy interesante que los comunicadores hubiesen estado dispuestos a discutir sobre su independencia y la de los medios para los que prestan sus servicios, pues ese sí es un debate inaplazable y trascendente que sigue pendiente. Pero Bolívar no se quedó solo en sus reclamos, porque también Jorge Enrique Robledo expresó su explicable enojo cuando la misma reportera de marras le hizo desobligante alusión a que no se durmiera, lo que obviamente era una subliminal manera de propalar la malvada idea de que se trataba de un anciano fatigado.

De esos debates a los que asistimos en esta campaña no quedaron ideas sino anécdotas, por lo general de menor calado, salvo el apunte divertido, inteligente y contundente de Robledo, cuando, interrogado sobre el veto de quienes lo descalifican para gobernar por su edad, respondió que sus malquerientes podrían tener razón si lo estuvieran buscando para que subiera una nevera a un quinto piso. ¡Por fin alguien con humor!

Al desgano frente a las elecciones, por supuesto, también contribuye el mercado de las encuestas en el que fueron hundiéndose varias aspiraciones.

En efecto, así como muy pocos recuerdan qué propuso cada candidato, en cambio sí tienen muy presentes las mediciones de su interés. Por eso, hoy, muchos votarán por el que va “ganando” en las encuestas sin que nadie se inquiete por establecer si están facturadas con ligereza o con claras motivaciones politiqueras.

Y para acabar de completar, nos enfrentamos a una campaña muy prolongada que precisamente por lo extensa alimenta la corruptela y la trashumancia. Para ejemplo, las componendas del momierio caleño representado por Alejandro Éder con Wilson Ruiz, el otrora subalterno de la “Ballena Azul” Holguín Sardi y hombre fuerte del exsenador Martínez Sinisterra. El país tiene que modificar este remedo de democracia de convocar a los candidatos para que se desgasten y fatiguen a los posibles electores, como sucedió en esta ocasión. Uno de los candidatos a la alcaldía en Bogotá que hoy pasará a la reserva de donde nunca debió haber salido, se autopromocionó con el slogan “Estamos mamados (de la inseguridad)” solo que no advirtió que quienes realmente estamos cansados somos los pacientes ciudadanos que padecimos esta orgía deprimente de unas elecciones que pasarán sin pena ni gloria, a las que por fortuna hoy les cae el telón.

Adenda: ni Petro puede desconocer el contrato del metro por razones políticas, ni el fiscal Barbosa puede cuestionar que el gobierno ofrezca recompensas para prevenir delitos electorales.

notasdebuhardilla@hotmail.com

QOSHE - Fatiga electoral - Ramiro Bejarano Guzmán
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Fatiga electoral

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29.10.2023

Se supone que las campañas electorales sirven para que los candidatos expongan sus ideas y convenzan a sus potenciales electorales, pero la verdad es que la mayoría de quienes se proponen sufragar este domingo saben por quién lo harán desde antes de esta larga, aburridora y definitivamente inútil jornada de agitación política. Los demás, especialmente los jóvenes, no saben ni les importa.

Muy pocos votantes deciden su voto con base en la algarabía de los candidatos o por las preguntas cargadas de muchos entrevistadores que en esta ocasión se han descarado agenciando sus simpatías partidistas o sus intereses particulares. Los aspirantes se la han pasado todos estos meses diciendo lo mismo, no solo porque no tienen más que decir, sino porque buena parte de los periodistas interrogadores tienen su libreto amañado y siempre indagan por lo mismo. Los debates, que en otras latitudes son determinantes, aquí ni siquiera desorientan, porque en la práctica al grueso de la población le tienen sin cuidado las boberías que se ventilan en vivo y en directo. No conozco el primer colombiano que, al menos en estas elecciones, haya decidido su voto por lo que........

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