Luego de las marchas del pasado miércoles no hay nada que celebrar, ni en el petrismo ni en el uribismo, las dos fuerzas políticas que están labrándonos un futuro de resentimientos y pobreza.

Petro confirmó que confía en que su gobierno superará las dificultades si sus amigos marchan otra vez. Por eso ya en Pasto convocó a otra jornada de movilización que seguramente también será gigantesca. Petro es un agitador y lo será hasta el último día de su existencia. Así lo demostró desde sus épocas de alcalde en Bogotá, cuando, en respuesta al prevaricato con el que Ordóñez pretendió excluirlo del camino presidencial por la vía de la destitución, coronó la hazaña histórica, que ni siquiera había intentado el caudillo Gaitán, de llenar por tres días consecutivos la plaza de Bolívar. Entonces temblaron todos sus enemigos, empezando por el cobarde procurador.

Bastó que Petro se posesionara en la Casa de Nariño para que muy pronto insistiera en su empeño de convertir en plebiscitaria esta democracia, es decir, gobernar sacando a las avenidas, plazas y caminos a todos sus seguidores e hinchas para imponer sus programas, pero, en especial para aplastar a sus opositores y críticos.

Pero el problema principal de Petro no es que quiera resolver todo poniendo a marchar a otros en su favor, sino que solo le gustan sus propias caminatas, no las protestas en su contra convocadas por sus adversarios. Predica, pero no aplica, y lo curioso es que en ese gesto de intolerancia coincide con sus feroces y oportunistas contradictores del uribismo.

Esta semana hubo congregaciones en las principales ciudades y en todas ellas la gente mostró su creciente inconformismo con el gobierno y su paquete de reformas. Las marchas fueron concurridas, de eso no hay duda, pero Petro parece no entender esas señales colectivas que le están haciendo un grupo significativo de colombianos desde la otra orilla.

Petro desperdició la oportunidad de demostrarle al país que respeta las expresiones populares de inconformidad, inclusive las de los oportunistas que antes criminalizaban la protesta social, y descalificaban a los marchantes a quienes les gritaban “¡trabajen vagos!”, pero hoy andan gozando de lo que en el fondo de sus corazones creen que es mamertismo. Petro tampoco quiso entender el mensaje de los marchantes ni propiciar escenarios de reconciliación. No, al hombre que, con razón, defiende el derecho a protestar, solo se le ocurrió insultar a los miles de caminantes de esta semana acusándolos de que no quieren el cambio y que, en su universo siempre pugnaz, quienes piensen diferente a él merecen el escarnio y la estigmatización. Y a punta de fuetazos se impulsa el tal Acuerdo Nacional.

Pero además de Petro y su entorno, también se equivocaron sus enardecidos contradictores liderados bajo la batuta belicosa y marrullera de Álvaro Uribe, uno de los políticos que más daño ha causado a la sociedad.

Los tenientes altaneros y provocadores del Centro Democrático cobraron como triunfo el haber llenado masivamente las vías públicas el último miércoles, porque tramposamente pretenden convencernos de que la gente salió a apoyarlos y no a protestar contra Petro y sus propuestas. Es tal el cinismo que ahora, atrincherados en la desmemoria, se erigen en defensores de la Corte Suprema que en el gobierno de la seguridad democrática persiguieron con denuncias temerarias de Uribe contra los togados, más los perfilamientos y seguimientos ordenados desde el extinto DAS por dos de sus directores, hoy condenados penalmente. No todos hemos olvidado esos años de infamia y persecución que nos refrescó el subpresidente Duque.

Lo peor es la apuesta uribista de que si las cosas en el gobierno siguen como van, para 2026 solamente habrá para escoger entre el que diga Petro y el que ordene Uribe. Estrategia carroñera. Que crezcan el odio y el desencanto, porque solo de esa manera tan siniestra pueden acariciar la esperanza de regresar por el resto del botín.

No van quedando salidas. Por un lado, el gobierno que goza con los suyos en las calles se niega a oír los reclamos de numerosos colombianos –no todos uribistas– que repudian su gestión; y, por el otro, el uribismo, ahora encantado con el placer de protestar, amenaza con que deteriorando hasta la fe volverán al poder a perseguir de nuevo contradictores y a concluir las indelicadezas que dejaron pendientes el corrupto gobierno de Duque y su amanuense, el tenebroso exfiscal Barbosa con su banda.

Adenda. El excontralor Rodríguez está por finiquitar, contra la decencia y el decoro, su audacia de que la Corte Constitucional lo restablezca en el cargo que deshonró con su impresentable clientela.

notasdebuhardilla@hotmail.com

QOSHE - Marchando al abismo - Ramiro Bejarano Guzmán
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Marchando al abismo

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10.03.2024

Luego de las marchas del pasado miércoles no hay nada que celebrar, ni en el petrismo ni en el uribismo, las dos fuerzas políticas que están labrándonos un futuro de resentimientos y pobreza.

Petro confirmó que confía en que su gobierno superará las dificultades si sus amigos marchan otra vez. Por eso ya en Pasto convocó a otra jornada de movilización que seguramente también será gigantesca. Petro es un agitador y lo será hasta el último día de su existencia. Así lo demostró desde sus épocas de alcalde en Bogotá, cuando, en respuesta al prevaricato con el que Ordóñez pretendió excluirlo del camino presidencial por la vía de la destitución, coronó la hazaña histórica, que ni siquiera había intentado el caudillo Gaitán, de llenar por tres días consecutivos la plaza de Bolívar. Entonces temblaron todos sus enemigos, empezando por el cobarde procurador.

Bastó que Petro se posesionara en la Casa de Nariño para que muy pronto insistiera en su empeño de convertir en plebiscitaria esta democracia, es decir, gobernar sacando a las avenidas, plazas y caminos a todos sus seguidores e hinchas para imponer sus programas, pero, en especial para aplastar a........

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