Una pregunta frecuente, por haber vivido gran parte de mi vida fuera del país, es esta: ¿cómo se ve Bogotá desde afuera? ¿Cómo la ven los extranjeros? La verdad es que cuando algún francés o italiano o español me dice algo de Bogotá, por lo general son cosas vagas y probablemente cordiales, del estilo: “Tiene un clima bueno” (sé que no es muy cierto) o “la gente es amable” (esto puede ser cierto) o “es una ciudad moderna” (esto es cierto al 20 %). Los europeos de clase media se divierten en Bogotá, disfrutan del caos y lo toleran agradablemente por estar de vacaciones, y además, al hacer la conversión, ven que sus euros se multiplican, lo que les permite ir a Andrés Carne de Res y pedir a tutiplén sin vigilar precios. Una agradable ilusión de riqueza. El otro turismo, el mochilero (el de hijos de amigos), se aloja en La Candelaria, aprende el ABC del misterioso ritmo de la salsa, rumbea, encuentra drogas recreativas a bajo precio y tiene amoríos, aunque, según he constatado, más con otros mochileros europeos que con locales. El local es el ser exótico que los lleva a lugares y les consigue cosas, un “amigo chévere”, pero nada más.

Pero la curiosidad por saber cómo nos ven, legítima en muchos contextos, es también hija de ese antiguo complejo de inferioridad nacional según el cual somos un país insignificante, que no cuenta para nada en el mundo. Un complejo creado por nuestra aristocracia, que siempre alabó y definió como mejor lo extranjero, sin importar de dónde, y que en sus viajes se esforzaba por parecer a toda costa “de otra parte”. De ahí esa tonta fascinación cada vez que algún connacional logra algo fuera del país.

¿Cómo se define Bogotá? Creo que en América Latina sólo hay cuatro grandes urbes en cuya tradición, urbanismo e historia se pueden rastrear los movimientos que definieron a regiones específicas del continente americano, pero ninguna de ellas es Bogotá. Son Buenos Aires, São Paulo, Ciudad de México y La Habana. Si miramos Europa a lo largo de su historia, sus equivalentes serían Roma, París y Londres. Si consideramos el mundo occidental en el siglo XX, las ciudades serían Nueva York, Londres, París, Berlín y Moscú. Si miramos Asia, no hay duda: son Pekín, Tokio y Delhi. Si las buscamos en los países árabes del Medio Oriente serán Bagdad, Damasco, Jerusalén y La Meca, y en el Magreb serán El Cairo, Argel y Marrakech. Del África subsahariana no me atrevo a hacer una lista definitiva, pues no conozco tanto, pero sospecho que estarán Nairobi, Johannesburgo y Adís Abeba.

Ahora bien, no ser una ciudad símbolo tampoco es una condena al infierno. Es simplemente una realidad. Yo creo que Bogotá, en términos europeos, equivaldría a una ciudad como Dublín o Lisboa. Una urbe situada en un segundo rango, aunque muy decoroso, con sus gracias y problemas y su temperamento retraído. Con Dublín compartimos el oscurantismo católico y con Lisboa el sentimiento de inferioridad y tristeza que, al menos, suele ser cuna de excelentes creaciones artísticas. En Asia, Bogotá podría ser Kuala Lumpur, cerca de urbes más importantes pero haciendo su camino, sin llegar a ser Singapur, gran centro económico, ni Bangkok, eje de un antiguo reino. Una ciudad aún en formación. Cuando la terminen, volveré a escribir esta columna.

QOSHE - Bogotá blues - Santiago Gamboa
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Bogotá blues

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20.01.2024

Una pregunta frecuente, por haber vivido gran parte de mi vida fuera del país, es esta: ¿cómo se ve Bogotá desde afuera? ¿Cómo la ven los extranjeros? La verdad es que cuando algún francés o italiano o español me dice algo de Bogotá, por lo general son cosas vagas y probablemente cordiales, del estilo: “Tiene un clima bueno” (sé que no es muy cierto) o “la gente es amable” (esto puede ser cierto) o “es una ciudad moderna” (esto es cierto al 20 %). Los europeos de clase media se divierten en Bogotá, disfrutan del caos y lo toleran agradablemente por estar de vacaciones, y además, al hacer la conversión, ven que sus euros se multiplican, lo que les permite ir a Andrés Carne de Res y pedir a tutiplén sin vigilar precios. Una agradable ilusión de riqueza. El otro turismo, el mochilero (el de hijos de amigos),........

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