Pasé la mañana leyendo En agosto nos vemos y me conmovió sentir que García Márquez “está ahí”, en esa escritura tal vez ya no tan resuelta y algo cansada si se la compara con la de sus mejores libros. Pero está. Como la imagen borrosa de alguien muy querido en una foto recién descubierta. Pocos autores fueron tan amados por sus lectores como García Márquez. Lo suyo fue un amor invariablemente correspondido, un idilio entre sus libros y quienes los leímos, quienes seguimos su trayectoria asombrados, a veces más y otras un poco menos, pero siempre con la gratitud a un artista que nos hizo más comprensible la vida, que llevó muy lejos la experiencia de verbalizar de un modo implacable tal cantidad de situaciones e ideas que se volvieron su propia marca, su estilo específico de recrear el mundo, y que fue adoptado y celebrado en el planeta entero. Cuando se dice que un autor es universal, suele ser una metáfora. Porque el universo es infinito, claro. Pero si nos ceñimos a lo conocido, allí donde hay lectores y libros disponibles, podemos decir que García Márquez fue —junto a Pablo Neruda— el escritor más célebre del siglo XX. Más que Hemingway y Sartre y más que Marguerite Duras y Thomas Mann y Marcel Proust. A esos niveles tan altos se vuelve irrelevante comparar talentos, por supuesto, pero lo que sí podemos es ver cómo algunos de ellos tuvieron una vocación mayor para ser comprendidos e incorporados por diferentes culturas y diferentes tipos de individuos. García Márquez —jamás practiqué la infinita lambonería de llamarlo Gabo, que debería estar reservado a sus amigos íntimos de verdad— fue leído en lugares tan remotos como Indonesia o Tailandia, en China es un clásico y, como Neruda, muchas escuelas públicas llevan su nombre; su estética fue seguida por autores como Salman Rushdie desde la experiencia de la India, o Tahar Ben Jalloum desde Marruecos. En todos esos lugares no sólo lo leían, sino que lo idolatraban. Lo amaban. Y ese amor siempre correspondido estaba en todo tipo de personas: judíos y católicos y musulmanes y ateos; gente culta de derecha, de centro y de izquierda; jóvenes y mayores y viejos. Incluso su gran rival en lides políticas y humanas, que llegó a darle un puño en la cara, Mario Vargas Llosa, nunca renegó de su admiración literaria.

Por eso, para mí, la publicación de este libro es un acontecimiento que está en la esfera afectiva, humana, espiritual; más allá del probable valor literario, de si le agrega o no algo a su obra, sino en la posibilidad de volver a sentir el pulso, aún con latidos más débiles, de ese mismo corazón que nos llenó de anhelo, que nos hizo no sólo amar la literatura sino también la vida, que nos llevó a creer que las historias son una forma de conocimiento que nos hará mejores, porque nunca podremos ya saber qué diablos habría sido de nuestras vidas si no hubiéramos podido leer Cien años de soledad o si jamás hubiéramos tenido ante nuestros ojos la definición de la profundidad que escribió en su cuento El ahogado más hermoso del mundo: “Quisieron encadenarle a los tobillos un ancla de buque mercante para que pudiera fondear en los mares más profundos, allá donde los peces son ciegos y los buzos se mueren de nostalgia”. Gracias una vez más, maestro. Hasta la eternidad.

QOSHE - En agosto nos vemos - Santiago Gamboa
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En agosto nos vemos

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16.03.2024

Pasé la mañana leyendo En agosto nos vemos y me conmovió sentir que García Márquez “está ahí”, en esa escritura tal vez ya no tan resuelta y algo cansada si se la compara con la de sus mejores libros. Pero está. Como la imagen borrosa de alguien muy querido en una foto recién descubierta. Pocos autores fueron tan amados por sus lectores como García Márquez. Lo suyo fue un amor invariablemente correspondido, un idilio entre sus libros y quienes los leímos, quienes seguimos su trayectoria asombrados, a veces más y otras un poco menos, pero siempre con la gratitud a un artista que nos hizo más comprensible la vida, que llevó muy lejos la experiencia de verbalizar de un modo implacable tal cantidad de situaciones e ideas que se volvieron su propia marca, su estilo específico de recrear el mundo, y que fue........

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