Yo veo mucha similitud entre el asalto al Capitolio de Estados Unidos, en enero del 2021, con el bloqueo e intento de entrada al Palacio de Justicia de Colombia, el pasado jueves 8 de febrero. Se trata de dos hechos de fuerza para desconocer los procedimientos, los cursos regulares, y en general las reglas del juego democráticas, en la lógica pervertida de que las normas no importan, o se acomodan, si hay una supuesta voluntad popular en contravía. Y en ambos casos, hubo toda una instigación previa desde la cabeza del Estado para hacer prevalecer el “mandato del pueblo” sobre las leyes vigentes. La narrativa de Trump incluía un complot mundial de corrupción, maldad y hasta pedofilia, que solo él podía frenar, y un fraude electoral del partido en la oposición para que no pudiera seguir cuatro años más en su cargo. La de Petro es un complot de 200 años contra los pobres, que solo él puede acabar, y por eso no lo quieren dejar gobernar, desde el Centro Democrático hasta Panam Sports. Inclusive hace una semana afirmó sobre una “ruptura institucional” orquestada desde la Fiscalía para sacarlo del poder.

Vivimos tiempos de una enorme pobreza ética y moral de los dirigentes en todas partes, que sobreponen sus delirios megalómanos a los intereses de esos pueblos que juran defender y representar, y terminan incendiando los ánimos con tal de prevalecer o sacarse el punto. Pero también vivimos tiempos en los que, a pesar de haber llegado a crear inteligencia artificial, de vivir en un mundo de tecnologización y avances vertiginosos, del triunfo de la ciencia, del retroceso de las iglesias y los pensamientos mágicos, masas enormes aún se comportan de modo ciego ante las evidencias, ante el sentido común, y se pliegan a la fe irracional de lo que diga el jefe, el salvador.

Obviamente hay diferencias muy grandes entre ambos sucesos, y creo que la primera es que, en el caso del Palacio de Justicia, hubo una reja que resistió a la embestida de los manifestantes. La vimos en televisión. Quizá si hubiera cedido, la historia hoy sería más trágica. La otra diferencia sustancial es que en el primer caso, toda la responsabilidad recae solo en Donald Trump, instigador, incendiario, que en el momento del asalto se hace el de la vista gorda, y emite unos trinos equívocos para sus seguidores, y órdenes confusas a la Fuerza Pública.

En el episodio colombiano, el primer responsable es Petro, pero no es el único. Lo es por su fórmula de gobernar dividiendo, de mantener un discurso pugnaz para exacerbar, una actitud pueril de trasladarle el eventual fracaso de su gobierno y sus deficiencias para ejecutar a la maldad de los “blanquitos ricos” de este país (todos los que lo cuestionamos), y una estrategia de forzar el logro de sus objetivos apelando a la movilización y la protesta, con todos los riesgos que eso conlleva.

Pero también hay una enorme responsabilidad en el exfiscal Francisco Barbosa, quien se embarcó en una pugna con el Presidente, cada vez más destemplada, más personalista y ajena a la altura de su cargo (el segundo más importante del país, según él mismo), en la que inclusive se metió descaradamente en el terreno político para calificar, o mejor descalificar, acciones y ejecuciones del Gobierno, al punto de sugerir que este es un gobierno, si no narcotraficante, muy cercano a los narcos. Su actuación en la Fiscalía desde el comienzo mostró que estaba allí con la misión de favorecer los objetivos del Centro Democrático, atacar el proceso de paz (que defendió con ahínco cuando era un abogado común y un buen catedrático), y frenar las acciones legales que afectaran a Álvaro Uribe y su grupo. Fue descarado, por ejemplo, eso de permitir la renuncia de los fiscales encargados de los casos contra Uribe y Zuluaga, el último día en que se vencían los términos para forzar que los procesos arrancaran de nuevo. En últimas, un fiscal espurio para afrontar causas tan serias, y que pintan sólidas, como la de Laura Sarabia, Nicolás Petro, y la del hermano del presidente.

La propia Corte tiene bastante responsabilidad en lo sucedido el jueves pues fue ella la que eligió a Barbosa hace cuatro años. No vale la pena entrar en la discusión de si él tenía a o no los pergaminos para asumir ese puesto, al no ser penalista, por ejemplo, pero quizá sea el tiempo de reclamarle a la Corte por soslayar la evidencia de que el aspirante Barbosa tenía unos nexos groseramente evidentes con el presidente Duque, inclusive de sujeción jerárquica pues salió derecho de Casa de Nariño al bunker de la Fiscalía. Las normas no prohíben eso, es cierto, pero la conciencia y la ética sí lo reprueban. Bueno recordar que la Corte que presidía Augusto Ibáñez en la primera década de este siglo, le resistió al poder omnímodo de Álvaro Uribe por año y medio ya que su terna, de tres, era realmente una terna de uno.

Fecode también tiene que ver con todo esto por su intención más que evidente de poner a la Corte entre los palos, y conminarla a la fuerza a elegir fiscal. Inclusive, el plantón original estaba previsto frente al Palacio de Justicia, y a menos de 24 horas de verificarse movieron el sitio para el búnker de la Fiscalía porque varios políticos del Pacto Histórico les mostraron la inconveniencia del gesto.

Lo del jueves fue infame, muchos son responsables, y terminó rebasando fronteras porque hasta la OEA quedó involucrada con la grave salida en falso de su secretario, el uruguayo Luis Almagro, quien compró sin mayores investigaciones ni reflexiones la tesis de la ruptura institucional que lanzó Petro. “La Secretaría General condena y repudia las amenazas de interrupción del mandato constitucional del presidente Petro (…) y resalta la enorme importancia de nombrar un nuevo fiscal general”, decía el comunicado de Almagro. ¿Cuáles son las amenazas, señor Almagro?, ¿conoce el procedimiento y los tiempos para elegir el fiscal? Fue tan ostensible la ligereza que inclusive menos de tres horas después tuvo que emitir otro comunicado para pedir respeto a la autonomía de la rama judicial colombiana y cero presiones en su labor.

Esto apenas empieza. La próxima vez, tal vez la saquemos menos barata.

QOSHE - Entre Petro y Barbosa, que entre el diablo y… - Sergio Ocampo Madrid
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Entre Petro y Barbosa, que entre el diablo y…

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12.02.2024

Yo veo mucha similitud entre el asalto al Capitolio de Estados Unidos, en enero del 2021, con el bloqueo e intento de entrada al Palacio de Justicia de Colombia, el pasado jueves 8 de febrero. Se trata de dos hechos de fuerza para desconocer los procedimientos, los cursos regulares, y en general las reglas del juego democráticas, en la lógica pervertida de que las normas no importan, o se acomodan, si hay una supuesta voluntad popular en contravía. Y en ambos casos, hubo toda una instigación previa desde la cabeza del Estado para hacer prevalecer el “mandato del pueblo” sobre las leyes vigentes. La narrativa de Trump incluía un complot mundial de corrupción, maldad y hasta pedofilia, que solo él podía frenar, y un fraude electoral del partido en la oposición para que no pudiera seguir cuatro años más en su cargo. La de Petro es un complot de 200 años contra los pobres, que solo él puede acabar, y por eso no lo quieren dejar gobernar, desde el Centro Democrático hasta Panam Sports. Inclusive hace una semana afirmó sobre una “ruptura institucional” orquestada desde la Fiscalía para sacarlo del poder.

Vivimos tiempos de una enorme pobreza ética y moral de los dirigentes en todas partes, que sobreponen sus delirios megalómanos a los intereses de esos pueblos que juran defender y representar, y terminan incendiando los ánimos con tal de prevalecer o sacarse el punto. Pero también vivimos tiempos en los que, a pesar de haber llegado a crear inteligencia artificial, de vivir en un mundo de tecnologización y avances........

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