En algún tiempo eran muchos los análisis políticos que mostraban las continuidades en la historia política nacional. Se exageraban las similitudes entre oleadas de aumento de los enfrentamientos y los destrozos del conflicto armado. Varios estudios nos hablaron de terrores parecidos en 1948 o 1998. Otros ligaron la confrontación partidista de los años 50 a las dinámicas de comienzos de los 80.

Con razón, han sido muchas las reacciones a esta narrativa continuista: todo cambió con la llegada del tráfico de cocaína; todo cambió con la llegada de la televisión (el internet o el celular); todo cambió luego del Frente Nacional (de la Constitución de 1991, de Justicia y Paz o de los acuerdos de La Habana). Y es cierto. Las rupturas son pronunciadas, imprevistas, tecnológicas, resultados del esfuerzo y la acción colectiva.

Sin embargo, si hay alguna continuidad en esta historia es quizá la propensión a la ilegalidad de las agencias estatales. La tendencia criminal de entidades “autónomas” del poder público. La tendencia a sabotear al propio Estado, al gobierno local o nacional, a recibir plata de privados para profundizar injusticias, chismes y rencillas personales, tanto desde el poder Ejecutivo —Servicio de Inteligencia Colombiano (SIC), Departamento Administrativo de Seguridad (DAS)— como del Judicial (la Fiscalía).

En informe dirigido en 1950 a Misael Pastrana (entonces secretario privado de Presidencia), el encargado del control de teléfonos del Departamento de Inteligencia le cuenta que han encontrado méritos para expulsar al extranjero Rodolfo Berdika (de quien sospechaban comunismo). “Tengo el honor de informarle”, dice “que presentó el doctor Marceliano Pulido un memorial en el cual da cuenta que Berdika vive en público concubinato con la señora Isabel Díaz de Pulido, nuera del doctor Marceliano”. Y el chisme continúa. “Que este individuo había destruido el hogar formado por su hijo, Antonio María Pulido, y lo que es más grave el hijo fruto de este matrimonio estaba siendo apartado por ese horrible ejemplo de las más elementales normas de moral cristiana”. En una coincidencia del destino se unió la falta de escrúpulos de la agencia con las habladurías de un señor (seguramente amigo) de algún funcionario. Se anuncia que se pedirá “a la Sección de Extranjeros la expulsión del territorio nacional al citado Berdika”.

La Jefatura de la Sección ordenó por aquella época escuchas mucho más nocivas, incentivadas por motivos privados o económicos, que terminaron en capturas, reclutamientos y confrontaciones armadas. En 2003, otro año de álgida violencia en Colombia, se hicieron “chuzadas” y complots similares. El funcionario Sigifredo Puentes, en ese momento director del área de Investigaciones Financieras del DAS, estaba en Santa Marta, llevando a cabo los preparativos para un operativo, previamente coordinado con la Fiscalía, en el cual se buscaba realizar la incautación de bienes al jefe paramilitar Hernán Giraldo Serna y de sus parientes y testaferros. En vísperas de realizar el operativo, su superior, Jorge Noguera, se enteró y, según testimonios recogidos por la Procuraduría, “montó en cólera contra el detective Sigifredo”. Tras forzar a Puentes y a su equipo a devolverse de Santa Marta, Noguera agarró al funcionario entre ojos y ordenó su traslado inmediato a la seccional de Arauca, que era tan peligrosa que Puentes tuvo que renunciar.

Historias parecidas se han vivido en las fiscalías de Néstor H. Martínez y Barbosa. Tanto hoy, como en 2003 y 1950, todo el mundo sabe. “Llama un sargento a la casa del doctor Eduardo Santos” se lee en una “chuzada” de 1950. “Bueno, doctor, lo que yo le tengo que contar es un asunto muy importante y nos interesa a todos. Es un asunto reservadísimo. Santos: “Nos vemos después de las seis, que estoy en casa. Y tenga muchísimo cuidado con los teléfonos que están controlados, principalmente el mío”.

QOSHE - Es un asunto reservadísimo - Tatiana Acevedo Guerrero
menu_open
Columnists Actual . Favourites . Archive
We use cookies to provide some features and experiences in QOSHE

More information  .  Close
Aa Aa Aa
- A +

Es un asunto reservadísimo

9 1
18.02.2024

En algún tiempo eran muchos los análisis políticos que mostraban las continuidades en la historia política nacional. Se exageraban las similitudes entre oleadas de aumento de los enfrentamientos y los destrozos del conflicto armado. Varios estudios nos hablaron de terrores parecidos en 1948 o 1998. Otros ligaron la confrontación partidista de los años 50 a las dinámicas de comienzos de los 80.

Con razón, han sido muchas las reacciones a esta narrativa continuista: todo cambió con la llegada del tráfico de cocaína; todo cambió con la llegada de la televisión (el internet o el celular); todo cambió luego del Frente Nacional (de la Constitución de 1991, de Justicia y Paz o de los acuerdos de La Habana). Y es cierto. Las rupturas son pronunciadas, imprevistas, tecnológicas, resultados del esfuerzo y la acción colectiva.

Sin embargo, si hay alguna continuidad en esta historia es quizá la propensión a la ilegalidad de las agencias estatales. La tendencia criminal de........

© El Espectador


Get it on Google Play