En el colegio estudiamos y dibujamos el ciclo hidrológico. Aprendimos que el agua se evapora de los océanos y de la superficie terrestre, es transportada sobre el planeta a través de la llamada “circulación atmosférica” en forma de vapor de agua. Luego se precipita en forma de lluvia o nieve, es interceptada por árboles y vegetación, para después escurrirse por las redes de drenaje, infiltrarse en los suelos, recargar las aguas subterráneas, alcanzar arroyos y ríos, y en última instancia, desembocar en los océanos, de donde eventualmente se evaporará una vez más.

En los años noventa varios geógrafos comenzaron a criticar este concepto (acuñado en 1931 por hidrólogos) como una lectura excesivamente mecanizada y determinista de procesos físicos complejos. Como complemento, geógrafos y antropólogos comenzaron a hablar del ciclo hidrosocial, enfatizando el hecho de que el agua conecta a los individuos no sólo materialmente sino también política y socialmente. Pensemos, por ejemplo, en las sequías. Reconocer que el agua es escasa, de acuerdo con procesos comprendidos en el ciclo hidrológico, dice poco sobre el uso humano del agua. Este uso, por su parte, sólo puede entenderse relacionalmente. Es decir, en relación con las necesidades, prácticas, instituciones, tecnologías y jerarquías humanas. La escasez del agua en una ciudad depende de factores tan diversos como la densidad y distribución de la población, sus hábitos sanitarios, los sistemas de distribución y la presencia (o no) de comercios, clubes sociales con campos de golf, hoteles y otros grandes derrochadores. La escasez depende, así, del ciclo hidrosocial, además del ciclo hidrológico.

En 2016 el archipiélago de San Andrés y Providencia sufrió sequías y una epidemia de Zika. Comunidades de clases medias y barrios populares salieron a las calles pidiendo inversiones urgentes en agua potable y denunciando la distribución desigual que privilegiaba proveer a los hoteles. En 2017 comenzó la instalación de una planta desalinizadora con capacidad para tratar 25 litros de agua salada por segundo. Para 2020 la planta estaba funcionando, pero los problemas de acceso en los barrios populares persisten. Hay más agua, pero se sigue distribuyendo desigualmente. La sequía es una que se construye, no sólo por fenómenos climáticos, sino también por decisiones y relaciones sociales.

Si tomamos conciencia de la naturaleza social del agua entenderemos que su escasez no es una que se determine en el cielo. El agua nos conecta, vale repetirlo, no sólo materialmente sino también política y socialmente. Pasar del ciclo hidrológico al ciclo hidrosocial nos permite vernos a nosotros mismos como productos de nuestras colaboraciones con el agua, en lugar de ver el agua como algo aparte.

Desde esta perspectiva, la sequía de Bogotá no es simplemente un fenómeno natural, sino más bien una escasez de agua producida. En su antesala encontramos problemas de información, descuidos en la gestión del recurso (incluyendo el monitoreo de la calidad), decisiones puntuales que privilegian algunos sectores y usos del agua, ideas falsas sobre la estabilidad climática en Bogotá y patrones de derroche que van mucho más allá del consumo en hogares.

Los racionamientos y llamados a la austeridad parecen apelar a un sentimiento individual que culpabiliza a las personas y las hace sentir poderosas: es mi culpa que se acabe el agua por bañarme tanto, pero en mis manos está resolver la crisis. Lo cierto es que, aunque suene bonito, no está en las manos de uno o dos o tres apartamentos. El caricaturista Andrés Echeverri “Átomo” lo dibuja mejor que nadie: El ciclo hidrosocial del agua en Colombia va del páramo a la industria, a la minería, a la ganadería, a la agricultura y a la ciudad. Si algo sale mal son las familias, una a una, las que tienen que sufrir las consecuencias. No las que tienen cómo llenar un tanque en el edificio y pueden delegar las tareas de almacenamiento en mujeres trabajadoras del servicio doméstico, sino las que tienen que pagar más y deben guardar agua para seguir viviendo y rebuscarse día a día en la ciudad.

QOSHE - Flujos de agua y plata en la capital I - Tatiana Acevedo Guerrero
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Flujos de agua y plata en la capital I

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14.04.2024

En el colegio estudiamos y dibujamos el ciclo hidrológico. Aprendimos que el agua se evapora de los océanos y de la superficie terrestre, es transportada sobre el planeta a través de la llamada “circulación atmosférica” en forma de vapor de agua. Luego se precipita en forma de lluvia o nieve, es interceptada por árboles y vegetación, para después escurrirse por las redes de drenaje, infiltrarse en los suelos, recargar las aguas subterráneas, alcanzar arroyos y ríos, y en última instancia, desembocar en los océanos, de donde eventualmente se evaporará una vez más.

En los años noventa varios geógrafos comenzaron a criticar este concepto (acuñado en 1931 por hidrólogos) como una lectura excesivamente mecanizada y determinista de procesos físicos complejos. Como complemento, geógrafos y antropólogos comenzaron a hablar del ciclo hidrosocial, enfatizando el hecho de que el agua conecta a los individuos no sólo materialmente sino también política y socialmente. Pensemos, por ejemplo, en las sequías. Reconocer que........

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