Durante las últimas semanas, el alcalde Carlos Fernando Galán ha intentado reaccionar a la escasez de agua en la sabana de Bogotá a través de lo que llama “pequeñas acciones individuales”, como el baño en pareja. También ha puesto en marcha medidas de racionamiento. “¡En tus manos está cuidar el agua!” dicen las campañas no solo en Bogotá sino en muchas ciudades del mundo. Estas pretenden cambiar los hábitos individuales frente a la crisis climática: modificando, uno a uno, nuestro estilo de vida ponemos un granito de arena.

Engolosinados con estas medidas que nos permiten sentirnos bien y parte de la solución, perdemos de vista asuntos que sobrepasan las decisiones individuales de consumo y están en el corazón del problema. “El 90 % del agua la despilfarran en los hogares de Bogotá”, gritan algunos en la radio. Pero esto es impreciso. En la literatura académica y la historia reciente vemos otros procesos ya no individuales y quizá más problemáticos.

El primero es la urbanización de la sabana que desforesta y devasta todo tipo de ecosistemas, reemplazándolos por conjuntos residenciales, industrias, parcelas de ganado o invernaderos. En la última década se han multiplicado los proyectos inmobiliarios en municipios como Funza, Madrid, Mosquera, Chía, Cajicá y Zipaquirá. La geógrafa Andrea Prieto nos explica que este fenómeno se cristaliza en dos procesos: la especulación del suelo (compra de terrenos que se cree o se sabe van a subir de precio) y el volteo de tierras (la modificación irregular de los Planes de Ordenamiento Territorial para pasar suelos rurales a suelos urbanos). También nos recuerda que el volteo es siempre una colaboración entre dueños de terrenos rurales, empresas constructoras y autoridades municipales y regionales.

Otro puede ser el protagonizado por las flores. Para 1993, el diario El Tiempo se mostraba angustiado por el legado de los claveles. “La gran cantidad de belleza colombiana exportada a través de sus flores”, dice una nota, “incluye el escape de nuestra agua si se cuentan los 39 litros consumidos por un solo clavel, en los 45 días necesarios para nacer en cualquiera de los 500 cultivos ubicados en la Sabana de Bogotá”. Más recientemente, se reporta el uso indiscriminado de plaguicidas y fertilizantes como fuente de contaminación hídrica. En un estudio de 2016, la ingeniera Shared Cobo cuenta que los cultivos de la Sabana dependen de la cuenca hidrográfica del río Bogotá. La cuenca alta, escribe Cobo, “está generando una demanda de agua de 57.652,31 m3/día por producción de rosas, claveles y astromelias, lo que equivale al sostenimiento de tres municipios y 524.112 personas aproximadamente”.

Uno más es el proceso de transformación de pieles de animales en cuero, que se realiza sobre medios acuosos (se usan 100 metros cúbicos por tonelada de piel bruta salada procesada, aproximadamente) y genera una alta contaminación, pues el agua residual se descarga en el sistema de alcantarillado de la ciudad sin mayor tratamiento. En la prensa local hay denuncias sobre vertimientos de insumos químicos y sólidos en el río Tunjuelito y se reporta también que para las curtiembres de San Benito, la principal fuente de suministro de agua proviene de la Empresa de Acueducto y Alcantarillado de Bogotá.

Y no podemos olvidar que los campos de golf requieren grandes cantidades de riego para mantener pastos de color verde brillante. En 2023, activistas medioambientales en Madrid, Barcelona, Valencia, Navarra e Ibiza. llenaron los hoyos de los campos de golf con cemento para “denunciar que los campos de golf en España utilizan más agua que las ciudades de Madrid y Barcelona juntas, y que cada hoyo requiere más de 100.000 litros de agua al día para mantener el verde”. En nuestra capital, el Club Los Lagartos tiene 36 hoyos. El Country Club tiene otros 36.

QOSHE - Flujos de agua y plata en la capital II - Tatiana Acevedo Guerrero
menu_open
Columnists Actual . Favourites . Archive
We use cookies to provide some features and experiences in QOSHE

More information  .  Close
Aa Aa Aa
- A +

Flujos de agua y plata en la capital II

9 43
21.04.2024

Durante las últimas semanas, el alcalde Carlos Fernando Galán ha intentado reaccionar a la escasez de agua en la sabana de Bogotá a través de lo que llama “pequeñas acciones individuales”, como el baño en pareja. También ha puesto en marcha medidas de racionamiento. “¡En tus manos está cuidar el agua!” dicen las campañas no solo en Bogotá sino en muchas ciudades del mundo. Estas pretenden cambiar los hábitos individuales frente a la crisis climática: modificando, uno a uno, nuestro estilo de vida ponemos un granito de arena.

Engolosinados con estas medidas que nos permiten sentirnos bien y parte de la solución, perdemos de vista asuntos que sobrepasan las decisiones individuales de consumo y están en el corazón del problema. “El 90 % del agua la despilfarran en los hogares de Bogotá”, gritan algunos en la radio. Pero esto es impreciso. En la literatura académica y la historia reciente vemos otros procesos ya no individuales y quizá más........

© El Espectador


Get it on Google Play