El profesor James Ferguson estudió detalladamente un proyecto del Banco Mundial en Lesotho y concluyó que se trataba de reformas que tenían como objetivo aportar soluciones técnicas a problemas políticos que habían sido seleccionados “con el único fin de poder proponerles soluciones técnicas”. Es decir, que para llevar a cabo grandes cambios políticos (con efectos sobre la tierra, las libertades y la vida cotidiana), se despolitizó la conversación y se habló del proyecto como una serie de medidas técnicas para lograr el desarrollo. Ferguson recordó cómo en la ciencia ficción hay “máquinas antigravedad” (donde los efectos de la gravedad están suspendidos). En Lesotho, explicó, este proyecto de desarrollo técnico hizo un truco similar: suspendió la política de las instancias políticas más sensibles.

Esta, me parece, es la arista más interesante del debate al que asistimos sobre lo técnico y lo político. Otras menos relevantes son las que tienen que ver con el nombramiento irresponsable de personajes sin experiencia ni preparación (ni técnicos ni políticos) o las que se quejan de la presencia de políticos profesionales en el Estado (pues sin operarios que consigan votos y posibiliten coaliciones no hay ejercicio deliberativo). La que propone Ferguson es una discusión más bonita y, pienso, más relevante para nuestro día a día.

La aureola de lo técnico es la que portan un pequeño grupo de economistas y abogados en Colombia. Pese a su conocimiento del quehacer ministerial, pues muchos empezaron sus visitas a edificios estatales desde los 20 o 21 años, y con su conocimiento de la teoría, sus herramientas y decisiones técnicas (y, por lo tanto, incuestionables) consolidaron grandes tendencias políticas. “La élite de tecnócratas”, explican los investigadores Jenny Pearce y Juan Velasco, “ha sido fundamental para configurar... una estabilidad y un crecimiento económico continuo en medio de violencias e inequidades que se reproducen generacionalmente”.

La llegada a la presidencia del Pacto Histórico, que se pensó por mucho tiempo imposible, se catalizó (entre otras) porque en medio de la fragilidad de la pandemia se condenó la presunta neutralidad de esta tecnocracia y se exigió una perspectiva de justicia social. Pearce y Velasco, que detallan su investigación en La Silla Vacía, afirman que la tecnocracia económica (agrupada en el Ministerio de Hacienda, el Departamento Nacional de Planeación, el Banco de la República y Ecopetrol) es de hombres, pertenecientes a dos o tres universidades bogotanas privadas, que han leído y aprendido los mismos autores y métodos.

Así, la reacción que presenciamos a diario es una de nostalgia por los tiempos en que la mentada tecnocracia económica, con sus caras, peinados, modos de hablar y pensar, era incuestionable. Un ejemplo puntual lo proporcionó esta semana el debate en torno a la junta de Ecopetrol. El Reporte Coronell del día miércoles describió el enojo de la actual junta directiva que se dice preocupada por la nominación de Tatiana Roa (actual viceministra de Ambiente).

Se afirma que está impedida porque ha participado en debates políticos sobre hidrocarburos. “Miembros de junta piensan que Roa debería declararse impedida para los asuntos relacionados con fracking, por haber tomado partido sobre el asunto durante años”, dijo Coronell. Este caso define todo lo que está mal con la discusión y la nostalgia tecnocrática.

Roa, cuya carrera empezó estudiando ingeniería de petróleos en la Universidad Industrial de Santander (donde se creó esta carrera para proveer de empleados a Ecopetrol). Roa, que vivió parte de su vida en Barrancabermeja, que lleva una década pensándose la transición de la estatal petrolera a la energía renovable (que es irreversible a nivel mundial), que sabe que, aunque el camino de Ecopetrol hacia la transición energética es complejo, tiene mucho más potencial que un proceso liderado por el sector privado para ser exitoso y equitativo. Roa, que quizá conozca la empresa mejor que quienes se acomodan en la junta, debe declararse impedida porque tiene clara la importancia política de las decisiones técnicas.

QOSHE - La presunta neutralidad de la tecnocracia - Tatiana Acevedo Guerrero
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La presunta neutralidad de la tecnocracia

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10.03.2024

El profesor James Ferguson estudió detalladamente un proyecto del Banco Mundial en Lesotho y concluyó que se trataba de reformas que tenían como objetivo aportar soluciones técnicas a problemas políticos que habían sido seleccionados “con el único fin de poder proponerles soluciones técnicas”. Es decir, que para llevar a cabo grandes cambios políticos (con efectos sobre la tierra, las libertades y la vida cotidiana), se despolitizó la conversación y se habló del proyecto como una serie de medidas técnicas para lograr el desarrollo. Ferguson recordó cómo en la ciencia ficción hay “máquinas antigravedad” (donde los efectos de la gravedad están suspendidos). En Lesotho, explicó, este proyecto de desarrollo técnico hizo un truco similar: suspendió la política de las instancias políticas más sensibles.

Esta, me parece, es la arista más interesante del debate al que asistimos sobre lo técnico y lo político. Otras menos relevantes son las que tienen que ver con el nombramiento irresponsable de personajes sin........

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