Que el centro no existe, dicen muchas voces desde la derecha y desde la izquierda. Que no es momento de tibiezas y es hora de tomar posición por el bien del país (de la humanidad, del pueblo). Y en este debate de gritería parece que es necesario escuchar con más fuerza las voces de centro que existen, aunque a veces se sientan débiles y perdidas en un país decidido a proclamar el desastre mientras se necesita un poco de esperanza.

El negocio es poner en los extremos a los contendores. Cuando dicen “en esta esquina y en esta otra”, no se deja espacio para nadie más. O estás conmigo o estás contra mí. No hay posibilidad de matices. El primero en poner muros es el presidente Gustavo Petro cada vez más encerrado con los suyos y más alejado de ese centro que pudo ser -¿podría ser aún?- un pilar para soportar reformas necesarias que se deben negociar, consensuar. Eso significa ir más allá de las transacciones uno a uno con congresistas listos para el plato de lentejas. La política siempre se ha hecho así. Es cierto. También lo es que antes y ahora no es lo mejor para la democracia.

Levanta muros también la oposición que juega al fracaso del Gobierno de izquierda. La derecha quiere volver al poder. Es su lógica y su esencia. Sorprende a ratos, eso sí, ver a muchos líderes de centro volcados a la oposición plena jugando a ser derecha, lejos de su vocación natural de ser el fiel de la balanza. ¿No son los de centro componedores de entuertos, promotores de acuerdos, generadores de opciones más amplias? El centro puede mantener la distancia para criticar y señalar errores de un Gobierno que ha cometido muchos y al que cuesta apoyar y respaldar. El centro puede también subrayar las propuestas de cambios necesarios y urgentes que se podrían quedar atascados por mucho tiempo si no se logra destrabar el enredo de hoy. Está en juego mucho más que un presidente con ganas de cambio y serios problemas de liderazgo y ejecución.

El centro, que ha insistido en la necesidad de hablar con los armados y buscar acuerdos posibles para salvar vidas, tendría que encontrar caminos para que también se puedan lograr acuerdos entre los no armados.

Es posible pararse en el centro para defender el cumplimiento de la ley sin abusos, para entender que la democracia es disenso y que se puede tramitar toda diferencia por las vías institucionales sin matarse. Un centro que no demoniza al Estado ni al sector privado. Un centro que pueda reconocer el valor de las empresas que se hacen con inversión, pero también, y, sobre todo, con el trabajo de la gente porque sin trabajadores no existe eso que llaman productividad. Un centro en el que se reconozca lo que valen y pueden aportar tecnócratas y activistas. Un centro que apoye la seguridad sin violar los derechos humanos y que defienda las instituciones más allá de las personas que las encarnan y decepcionan con frecuencia. Un centro que no mire desde el centro geográfico y que se alimente de liderazgos y miradas territoriales. Un centro que vea el fondo y que salga de ahí para hablar y comunicar con fuerza sus ideas, que sus líderes se bajen del pedestal para escuchar, aprender, aceptar errores, entender que el debate político se hace con la gente, más allá de su sapiencia. El centro, claro, no es tan atractivo como la rentable pelea en redes, medios y toda tribuna pública. El centro es tibio, incoloro, insípido, dicen los detractores. ¿No son demasiadas palabras para despreciar algo “inexistente”? Sin embargo, el centro es real y falta que se haga más visible y hable más fuerte en el escenario de debate en donde se golpea, se putea, se lincha, se miente, se tergiversa a ver si es posible cambiar ese tono de “argumentos”. ¿Será posible? ¿Cabe algo distinto? o tal vez los ciudadanos que no encajan del todo en la izquierda o la derecha deben despertar, ver la realidad y tomar partido o decir: ¡apague y vámonos!

QOSHE - El centro no puede jugar a ser derecha - Yolanda Ruiz
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El centro no puede jugar a ser derecha

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07.03.2024

Que el centro no existe, dicen muchas voces desde la derecha y desde la izquierda. Que no es momento de tibiezas y es hora de tomar posición por el bien del país (de la humanidad, del pueblo). Y en este debate de gritería parece que es necesario escuchar con más fuerza las voces de centro que existen, aunque a veces se sientan débiles y perdidas en un país decidido a proclamar el desastre mientras se necesita un poco de esperanza.

El negocio es poner en los extremos a los contendores. Cuando dicen “en esta esquina y en esta otra”, no se deja espacio para nadie más. O estás conmigo o estás contra mí. No hay posibilidad de matices. El primero en poner muros es el presidente Gustavo Petro cada vez más encerrado con los suyos y más alejado de ese centro que pudo ser -¿podría ser aún?- un pilar para soportar reformas necesarias que se deben negociar, consensuar. Eso significa ir más allá de las transacciones uno a uno con congresistas listos para el plato de........

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