Me impresiona que Jesús de Nazaret ponga por encima de la relación sanguínea la comunión espiritual: “Vienen después sus hermanos y su madre, y quedándose afuera, enviaron a llamarle. Y la gente que estaba sentada alrededor de él le dijo: Tu madre y tus hermanos están afuera, y te buscan. Él les respondió diciendo: ¿Quién es mi madre y mis hermanos? Y mirando a los que estaban sentados alrededor de él, dijo: He aquí mi madre y mis hermanos. Porque todo aquel que hace la voluntad de Dios, ese es mi hermano, y mi hermana, y mi madre” (Marcos 3,31-35). La contraposición dentro-afuera sirve para dejar claro que la familiaridad está definida por una categoría distinta a la racial.

A veces, creo que hemos exagerado la importancia de los lazos familiares, que hemos generado unas relaciones obligatorias contrarias a la razón. Para mí la familia es ese círculo íntimo de cuidado y afecto que nos permite sentirnos seguros, apoyados, respaldados. Eso muchas veces se tiene con personas con las que compartimos el ADN y, otras veces, con seres humanos con los que nos une la decisión firme de estar juntos y las complicidades propias del amor. Es decir, no entiendo la familia desde los miembros y roles, sino desde la comunidad que hacemos con los que compartimos las ganas de que juntos seamos felices.

Cuando decimos que navidad es tiempo de familia, estamos afirmando que es la oportunidad para cuidar a esos que están a nuestro lado amándonos y tratando de protegernos. Eso implica renovar los lazos que nos unen, perdonar lo que nos haya herido y desarmonizado, comunicar explícitamente el afecto que tenemos por ellos y celebrar el tenerlos en nuestra existencia como una manifestación de la generosidad divina.

Juntarnos en torno al pesebre a rezar y hacer presente al Dios humanado es ocasión para que recordemos que la única posibilidad de servirle es ser justos, equitativos, amorosos, compasivos y solidarios con esos que, con sus acciones, han manifestado que nos aman y que quieren lo mejor para nosotros. Ellos primero pero no los únicos. También se trata de trascender ese contexto y dar lo mejor de nosotros a aquellos que nada tienen y que necesitan, desde una palabra hasta una acción, que les recuerden cuanto valen. Ningún rezo tiene sentido, si no está respaldado por acciones que hagan presente la misericordia, la justicia de Dios para los más desfavorecidos. Y eso se comienza por la familia. Porque no tiene sentido ser luz para la calle y oscuridad para la casa.

Navidad es mostrar en nuestro diario vivir que Dios es amor, y siempre comenzando por los más cercanos, aunque no tengan nuestra sangre.

QOSHE - Familia sin obligación | Columna de Alberto Linero - Alberto Linero
menu_open
Columnists Actual . Favourites . Archive
We use cookies to provide some features and experiences in QOSHE

More information  .  Close
Aa Aa Aa
- A +

Familia sin obligación | Columna de Alberto Linero

7 20
17.12.2023

Me impresiona que Jesús de Nazaret ponga por encima de la relación sanguínea la comunión espiritual: “Vienen después sus hermanos y su madre, y quedándose afuera, enviaron a llamarle. Y la gente que estaba sentada alrededor de él le dijo: Tu madre y tus hermanos están afuera, y te buscan. Él les respondió diciendo: ¿Quién es mi madre y mis hermanos? Y mirando a los que estaban sentados alrededor de él, dijo: He aquí mi madre y mis hermanos. Porque todo aquel que hace la voluntad de Dios, ese es mi hermano, y mi hermana, y mi madre” (Marcos 3,31-35). La contraposición dentro-afuera sirve para dejar claro que la familiaridad está definida por........

© El Heraldo


Get it on Google Play