La inclusión es una característica de la sana espiritualidad. Quién tiene un contacto íntimo con su esencia, otea la vida, encontrando un sentido trascendente que concreta en propósitos existenciales; Ese sabe que la diferencia, en todas sus manifestaciones, es una riqueza. No se siente superior a nadie y siempre está en disposición de mantener una relación marcada por el respeto y la equidad. Jesús de Nazaret se presenta como alguien abierto a acoger a todos los seres humanos.

Me gusta mucho la escena de la sanación del hombre que padece lepra (Marcos 1,40-44) porque en ella rompe todos los esquemas discriminatorios que la religión oficial de la época había establecido, acogiéndolo para reintegrarlo a la comunidad. Con los conocimientos de la época, se aislaba a quien padeciera alguna infección cutánea (Levítico 13,1-3), declarándolo impuro —pues se creía que la enfermedad era consecuencia del pecado— marginándolo de todo tipo de acción social y religiosa.

Estoy seguro de que se buscaba el bien de la comunidad y se recurría a una interpretación teológica para justificar tal acción. La actitud de Jesús desafía esas comprensiones religiosas y recuerda que, desde la experiencia espiritual, nada puede hacer a alguien inferior a otro, ni nada justifica el aislamiento y el desprecio hacia un ser humano. Porque el sentido de la espiritualidad es la realización, y para ello requerimos estar en contacto con los demás, desde la dignidad y el respeto. En el relato, Jesús se acerca al marginado, tiene compasión de él, lo toca y lo sana. “El significado del verbo griego 'aptw' no es, en primer lugar, tocar, sino sujetar, atar, enlazar.

Este significado nos acerca más a la manera de actuar de Jesús. Quiere decir que no solo lo tocó un instante, sino que mantuvo esa postura durante un tiempo” (Fray Marcos). Esto me hace pensar en un ejercicio de acogida, de reconocer su valor, de hacerle sentir digno, de recordarle que nada lo hace impuro realmente. Creo que esa es la actitud de inclusión que hoy necesitamos para vivir en comunidad. Mi llamado hoy es a entender que nadie tiene menos dignidad que nosotros por ninguna de sus características, que necesitamos ser más compasivos y amorosos con todos, y que las diferencias nos ayudan a encontrar y desarrollar nuevas habilidades que tal vez no teníamos. En el momento actual, donde todo es entendido desde el maniqueísmo y se reduce todo a dos posiciones, vale la pena hacer un esfuerzo por vivir construyendo puentes, lazos de unión y comunión. Es el amor el que nos sana, recordándonos que la diversidad no es una enfermedad, y acogerla es una oportunidad para crecer juntos.

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Secretos de la inclusión | Columna de Alberto Linero

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11.02.2024

La inclusión es una característica de la sana espiritualidad. Quién tiene un contacto íntimo con su esencia, otea la vida, encontrando un sentido trascendente que concreta en propósitos existenciales; Ese sabe que la diferencia, en todas sus manifestaciones, es una riqueza. No se siente superior a nadie y siempre está en disposición de mantener una relación marcada por el respeto y la equidad. Jesús de Nazaret se presenta como alguien abierto a acoger a todos los seres humanos.

Me gusta mucho la escena de la sanación del hombre que padece lepra (Marcos 1,40-44) porque en ella rompe todos los esquemas discriminatorios que la religión oficial de la........

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