«Se emborrachó con el poder»
Adagio popular

Tal como lo he expuesto en mis epístolas sobre el militar narcisista psicópata, los afectados con el síndrome de hubris como el coronel Julio Vásquez, a menudo adoptan actitudes arrogantes, distantes y prepotentes con los demás u otras personas que no consideran de su altura.

Pues bien, para dar a conocer el narcisismo, la psicopatía, entre otros trastornos de la personalidad, así como varios síndromes, en mis epístolas sobre su manifestación en la Administración Pública; he ubicado a un depravado Frankenstein en nuestro patio, que es un engendro como lo son: el chileno Julio el psicópata de Alto Hospicio y el coronel de La Real Fuerza Aérea Canadiense de nombre Russell Williams. Ambos depredadores condenados a cadena perpetua en sus respectivos países por crímenes abominables. De modo que he allí la génesis del nombre del personaje de mis epístolas: Julio el coronel psicópata.

Ahora bien, para dar a conocer uno de los síndromes característicos del coronel psicópata, entonces aquí les presento a hubris, el síndrome del ego, o el síndrome del poder. Para el coronel psicópata, la vocación de ayudar es secundaria frente a la seducción del poder. Para él lo importante o lo medular es sentir lo envolvente del poder, sentirse abrazado por el poder, irradiar poder, que todos sepan que es poderoso y sientan cuales víctimas su efecto depredador. Así, el coronel psicópata Julio Vásquez, en el ejercicio del poder, sobrestima sus propias capacidades: por lo que la autoconfianza exagerada lo lleva todo el tiempo a la incompetencia ‘hubrística’. Es que en su caso, el tipejo es un incompetente, que lo único que ha tenido son relaciones cómplices delictivas para escalar y la sensación artificial de ganar lo hace ser imprudente. Lo que definitivamente en su caso, lo condujo al desastre, porque para su henchido ego, él lo sabía todo, y lo podía todo. Él sabía más que los otros, incluso más que los graduados en otras profesiones y siempre sentía que estaba por delante de todos sin importar el área del conocimiento, pues él se considera listísimo. Para este coronel narcisista hubris, la autoconfianza y la sensación de omnipotencia le hace sentirse especial y demanda un trato de favor. A menudo adopta actitudes arrogantes, distantes y prepotentes, despreciando los consejos y criterios de los otros.

Las personas asaltadas por el síndrome de hubris, como el coronel narcisista psicópata Julio Vásquez; no les da la gana de escuchar: no son capaces de dialogar, e intercambiar argumentos: pues para su entender los únicos válidos son los suyos. Tienden a alzar la voz y, una vez expuestos sus argumentos, ponen fin a la discusión porque el único punto de vista válido es el suyo y no le interesa el de los demás. Por lo que se rodean de personas que no se atreven a contradecirlos. En las reuniones de trabajo por ejemplo hay ‘consenso’ de todo lo que el hubris expone, ya que no es acogida ninguna opinión que pueda osar el discrepar.

En este sentido es especialmente peligroso el ‘complejo hubris-némesis’. No es una mera mezcla de síntomas de estas dos fuerzas, sino que es un síndrome cualitativamente diferente a los que padecen sólo síndrome de hubris o complejo de némesis por separado. Y definitivamente Julio Vásquez presenta esta dualidad. Los enfermos del ‘complejo hubris-némesis’ muestran, por una parte, una conducta ‘hubrística’ (autoconfianza, omnipotencia, soberbia), pero en ellos hay un segundo aspecto basado en el afán de némesis: animosidad y deseo de destrucción de todo el que se considere su enemigo (todos los que no compartan sus criterios). Los hubris némesis no sólo han de triunfar delante de todos, sino que necesitan ver cómo fracasan los demás. No tienen escrúpulos para vencer a traición al rival: critican y hablan mal de los demás, no respetan las normas de la deontología. Por lo que personajes como el coronel Julio, sienten que no tienen que dar ninguna explicación de su conducta, ni rendir cuentas.

Cuando personajes como Julio Vásquez, se apoderan de una institución sea cual sea, en este caso una empresa del estado, se creen para desgracia de la institución como si se tratase de una única entidad, pues sienten en sus fantasmagorías mentales que se han fusionado con ella y tienen idénticos intereses, aunque subterráneamente los del psicópata sean intereses corruptos. Para el hubris, él es la institución… Quienes están dominados por el hubris, no ‘forman parte de…’, sino que ellos ‘son’ la institución. Esto es especialmente acusado en personas con responsabilidades administrativas como las que ha tenido Julio Vásquez, hasta el punto de que llegan a creerse dueños de la institución que parasitan. Se ocupan de que todo el mundo conozca la jerarquía y el puesto que en ella ostentan. Así Julio Vásquez daba instrucciones a sus monos voladores jalabolas y a los espías esclavos con el síndrome “Stephen Candie” para promocionarse y ser admirado cual gente de elevada importancia. Recordemos que los “Stephen Candie” son la incongruencia más supina, ya que ellos tienen una enajenación ideológica, que no es otra cosa que verse a sí mismos como gente diferente de lo que realmente son. Un autoengaño del que no se es consciente porque no se quiere ser consciente

El trastorno explosivo intermitente.- En estado de hubris el narcisista Julio Vásquez, no soporta que se le ignore, necesita tener el control absoluto. Los hubris padecen de una falta de control de impulsos y a menudo sufren explosiones de ira irracional. Cuando se les ignora o sienten amenazada su autoestima (herida narcisista), pueden sufrir un ataque de ira, suelen levantar la voz y en esos momentos son impermeables a cualquier razonamiento. Solo imagínese el rostro y la estampa del maldito de Julio Vásquez, con esa pose de sobrado, con los platinos pegados tartamudeando ta, ta, ta, ta …

Podemos apreciar en personajes con el síndrome de hubris, como en este coronel narcisista, que tienden a la auto glorificación, a realizar actos para encumbrar su reputación. Se preocupan por su apariencia, la presentación, la imagen de sí mismos que muestran a los demás: con tendencia a la grandilocuencia (afectación), excentricidad (se creen especiales y únicos), vestimenta, lujos, exaltación de sus viajes. Recordamos de Julio Séptimo Vásquez Masquer el coronel psicópata, su modo mesiánico de hablar sobre cuestiones cotidianas, la tendencia a la exaltación, a la autoconfianza exagerada, la sensación de omnipotencia, la impulsividad. Los narcisistas hubris tienen una repercusión directa en la forma de hablar y expresarse. El lenguaje de los hubris refleja su sentimiento de grandilocuencia y superioridad impulsividad (tienden a gesticular y elevar la voz), con omnipotencia y seguridad en sí mismos.

El sujeto con síndrome de hubris como el coronel psicópata, se considera especial, único, con un sentimiento de omnipotencia y autoconfianza exacerbado. No respeta el espacio personal de los demás y a menudo muestra una conducta prepotente, despreciando las opiniones ajenas. Todo ello hace que sea muy difícil el trato diario, pues él mismo se hace inaccesible si no se le idolatra y si no se le jala bolas. Bajo el engaño de ser beneficioso para la institución, afecta y daña a profesionales, tomando decisiones arbitrarias, egoístas y llenas de envidia y revanchismo, camuflando sus acciones y actos de bajeza moral, cuyo real propósito es su beneficio personal. Los afectados de hubris como el coronel narcisista psicópata, no muestran compasión con nadie. No son capaces de ponerse en el lugar del otro, porque no se consideran sus iguales. Son inmunes a la desgracia ajena: son capaces de bromear, reír y contar chistes tras un evento negativo de los demás, por muy desafortunado que sea. Se burlan de las desgracias de los otros. Se sabe entre otras cosas, de cómo Julio Vásquez se burlaba de la hija discapacitada de un funcionario y ante el fatídico momento de la muerte de la hija de otro funcionario se hizo el alegre desentendido con una satisfacción infernal, porque tomaba estos infortunios como merecidos en la vida de quienes él persigue.

Paralelismo entre el trastorno narcisista de la personalidad y el síndrome de hubris.- El síndrome de Hubris se considera un subtipo del trastorno narcisista de la personalidad. Hay que tener en cuenta que a menudo coexisten en un mismo individuo rasgos del trastorno narcisista de la personalidad, junto con otros trastornos de la personalidad. Así, el coronel psicópata tiene en su personalidad otros trastornos añadidos, además de variados síndromes. Véase #OPINIÓN Séptimo Masquer, el coronel psicópata: Un «cóctel de síndromes» Y también #OPINIÓN El coronel psicópata, un cajón de sastre. En la medida en que ciertos rasgos o conductas de riesgo, tales como la impulsividad, la falta de empatía… aparecen también en otros trastornos de la personalidad como en el narcisista, el histriónico, el antisocial…, se ha intentado relacionar el origen de todos ellos. Por otra parte, algunos trastornos de la personalidad no son en buena medida categóricos o cualitativos, sino dimensionales o cuantitativos. Se consideran patológicos o no, dependiendo de la intensidad con que se manifiesten. Todo ello hace que a veces sea muy difícil alcanzar un diagnóstico psiquiátrico correcto. Aunque en el caso del coronel psicópata, está diagnosticado desde la infancia.

El síndrome de hubris es entendido co­mo un conjunto de síntomas o rasgos que conforman un cuadro clínico. No hay que mirar muy lejos para reconocer individuos con síndrome de hubris, en nuestro entorno más cercano los encontramos. Al ser el síndrome de hubris una forma del trastorno narcisista de la personalidad, cuyo desencadenante es el poder y el logro de sus enfoques, aunque estos sean con fines criminales. Por lo que el síndrome de hubris es un trastorno de la posesión del poder, del puesto que se ocupa, y está desencadenado por el poder y alimentado o potenciado por la consecución en los fines propuestos. El afectado de hubris es un narcisista que se ve a sí mismo con una cuota de poder aflorando su conducta ‘hubrística’, así como el psicópata es un narcisista ya que la psicopatía es una variante del narcisismo , por lo que todo psicópata es narcisista.

Una cierta dosis de autoconfianza y seguridad en uno mismo siempre es deseable. Pero, desgraciadamente, la autoconfianza a veces se transforma en arrogancia y prepotencia ‘hubrística’. Los síntomas de la persona con síndrome de hubris recaen más sobre su entorno que sobre él mismo. No busca ayuda y no suele hacerse un diagnóstico psiquiátrico correcto, por lo que raras veces se instaura un tratamiento. La única prevención y cura contra el síndrome de hubris es la humildad y la empatía. Quienes no sucumben al síndrome de hubris son los que conservan la humildad como capacidad de reconocer sus propias limitaciones y la empatía como virtud de ponerse en lugar del prójimo y de comprender sus emociones

Una persona intoxicada por el poder, también puede tener un efecto devastador sobre otras personas (su entorno). La actual organización de la administración pública hace que muchas veces el acceso a cargos de responsabilidad sea más por afinidad ideológica que por talento, cuyas conductas hubrísticas son denunciadas reiteradamente. Es preciso adoptar medidas, como reconocer precozmente estos patrones, afinar los criterios de selección de cargos descartando aspirantes con trastornos de la personalidad como el narcisismo, pues son muy vulnerables al síndrome de hubris. Y de ese modo establecer mecanismos de retroalimentación, como el número de quejas por conductas ‘hubrísticas’, y evitar en lo posible la ratificación de estos personajes en esos cargos (desaparición de los cargos vitalicios que favorecen este tipo de conductas).

El síndrome de hubris es un trastorno psiquiátrico adquirido, caracterizado por soberbia, arrogancia y prepotencia. Lo desencadena el poder y lo potencia el hecho de que el afectado pueda estar consiguiendo sus objetivos. Y es fácilmente reconocible en nuestro entorno más próximo. Creemos que es una de las múltiples formas que puede adoptar el trastorno narcisista de la personalidad en funcionarios conscientes de su poder. Es necesario reconocer precozmente las conductas ‘hubrísticas’ para anticipar y mitigar sus consecuencias.

«A éste se le subieron los humos»
Adagio popular

Crisanto Gregorio León
[email protected]

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¿Te habías olvidado del coronel psicópata?, entonces te presento a hubris…

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28.02.2024

«Se emborrachó con el poder»
Adagio popular

Tal como lo he expuesto en mis epístolas sobre el militar narcisista psicópata, los afectados con el síndrome de hubris como el coronel Julio Vásquez, a menudo adoptan actitudes arrogantes, distantes y prepotentes con los demás u otras personas que no consideran de su altura.

Pues bien, para dar a conocer el narcisismo, la psicopatía, entre otros trastornos de la personalidad, así como varios síndromes, en mis epístolas sobre su manifestación en la Administración Pública; he ubicado a un depravado Frankenstein en nuestro patio, que es un engendro como lo son: el chileno Julio el psicópata de Alto Hospicio y el coronel de La Real Fuerza Aérea Canadiense de nombre Russell Williams. Ambos depredadores condenados a cadena perpetua en sus respectivos países por crímenes abominables. De modo que he allí la génesis del nombre del personaje de mis epístolas: Julio el coronel psicópata.

Ahora bien, para dar a conocer uno de los síndromes característicos del coronel psicópata, entonces aquí les presento a hubris, el síndrome del ego, o el síndrome del poder. Para el coronel psicópata, la vocación de ayudar es secundaria frente a la seducción del poder. Para él lo importante o lo medular es sentir lo envolvente del poder, sentirse abrazado por el poder, irradiar poder, que todos sepan que es poderoso y sientan cuales víctimas su efecto depredador. Así, el coronel psicópata Julio Vásquez, en el ejercicio del poder, sobrestima sus propias capacidades: por lo que la autoconfianza exagerada lo lleva todo el tiempo a la incompetencia ‘hubrística’. Es que en su caso, el tipejo es un incompetente, que lo único que ha tenido son relaciones cómplices delictivas para escalar y la sensación artificial de ganar lo hace ser imprudente. Lo que definitivamente en su caso, lo condujo al desastre, porque para su henchido ego, él lo sabía todo, y lo podía todo. Él sabía más que los otros, incluso más que los graduados en otras profesiones y siempre sentía que estaba por delante de todos sin importar el área del conocimiento, pues él se considera listísimo. Para este coronel narcisista hubris, la autoconfianza y la sensación de omnipotencia le hace sentirse especial y demanda un trato de favor. A menudo adopta actitudes arrogantes, distantes y prepotentes, despreciando los consejos y criterios de los otros.

Las personas asaltadas por el síndrome de hubris, como el coronel narcisista psicópata Julio Vásquez; no les da la gana de escuchar: no son capaces de dialogar, e intercambiar argumentos: pues para su entender los únicos válidos son los suyos. Tienden a alzar la voz y, una vez expuestos sus argumentos, ponen fin a la discusión porque el único punto de vista válido es el suyo y no le interesa el de los demás. Por lo que se rodean de personas que no se atreven a contradecirlos. En las reuniones de trabajo por ejemplo hay ‘consenso’ de todo lo que el hubris expone, ya que no es acogida ninguna opinión que pueda osar el discrepar.

En este sentido es especialmente peligroso el ‘complejo hubris-némesis’. No es una mera mezcla de síntomas de estas dos fuerzas, sino que es un síndrome cualitativamente diferente a los........

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