“…para algunos la historia nos condicionaría y por tanto una solución sería borrarla, ajustarla o reescribirla a nuestro gusto, debido a ello, hoy existe una tendencia cada vez más difundida que achaca a las guerras y a los actos injustos cometidos en el pasado, por cientos de países, razas, religiones o individuos, casi todo lo que ocurre en el presente…”

Jorge Puigbó

Siempre andamos los humanos en la búsqueda de alguien, o algo, a quien colgarle la culpa de nuestras desgracias o que nos sirva para, al menos, disculpar o mitigar, la responsabilidad que sentimos por los actos que cometemos en el presente. Desde nuestros primeros tiempos de la Historia los creábamos, desde seres fantásticos, titanes y dioses, aquellos que, de acuerdo a leyendas y fábulas poblaron todo tipo de cielos y lugares imaginarios, y a quienes les endilgábamos todo lo que nos acontecía, cuando no, al enemigo y vecino, pasando por algo tan etéreo, cotidiano e íntimo, como la consabida mala suerte responsable de todo lo malo que nos ocurre. Siguiendo ese camino de eludir y endilgarle a alguien la responsabilidad de los sucesos actuales, algunos llegan a la conclusión de que fueron los actos y conductas de nuestros antepasados los determinantes, ellos propiciaron todas nuestras circunstancias actuales y por lo tanto nuestro comportamiento y actos en el presente. Es decir, que para algunos la historia nos condicionaría y por tanto una solución sería borrarla, ajustarla o reescribirla a nuestro gusto, debido a ello, hoy existe una tendencia cada vez más difundida que achaca a las guerras y a los actos injustos cometidos en el pasado, por cientos de países, razas, religiones o individuos, casi todo lo que ocurre en el presente. Si bien es cierto que las secuelas y heridas de los eventos históricos en las sociedades, tardan mucho tiempo en curarse, lo lógico es que las aceptamos como hechos irreversibles que son, ocurridos en otras épocas y de ninguna responsabilidad de alguien en el presente, asimilarlos y comprenderlos a la luz del conocimiento presente, de lo contrario el mundo nunca estará en paz, siempre habrá una deuda que cobrar.

Son los casos de las guerras y conflictos bélicos recientes los que capturan nuestra atención, en razón de su crueldad y total arbitrariedad, a lo cual se suma el hecho de que por razones ideológicas muchas personas tratan de darles una justificación sin importarles el número de desplazados, heridos o muertos que están ocasionando. Es importante siempre tener claro quién es el que inicia el enfrentamiento bélico y sobre todo cuales son las causas legales que se esgrimen para violar impunemente los tratados firmados en el pasado y justificar el rompimiento de la paz en el mundo. Si aceptamos la teoría de que siempre habrá una justificación para iniciar un conflicto, así sean, como sostenemos, hechos ocurridos hace muchos años, será imposible impedir las guerras. Mantener que no podemos, ni debemos decir en ningún caso, que se actuó sin justificación alguna, nos llevaría, por interpretación al contrario, a que todo pudiera ser exculpado, lo cual constituiría la relativización absoluta de las normas de Derecho Internacional. Expresado de otra forma, las conductas y actuaciones históricas de los pueblos que, en su momento crearon situaciones que se pudieren considerar como injustas o despreciables, juzgadas ahora a la luz de una visión y valores actuales, pudieran deformar la Historia y crean una especie de ansias de retaliación, de tratar de imponer una justicia retroactiva, de tratar de borrar unos hechos que sucedieron. Reavivar, exaltar y manipular hechos del pasado nos producirá inestabilidad y solo servirá para reavivar y justificar las acciones bélicas de aquellos que creen en ellas como solución y lo peor es que, como siempre ha ocurrido, los contendientes tendrán que sentarse en algún momento en una mesa de negociación a negociar el fin del conflicto mediante un acuerdo lo más justo posible y aceptado totalmente por las partes, por desgracia siempre podrá ocurrir, como de hecho ocurre, que una de las partes pasado un tiempo decida incumplir el acuerdo y volvemos a comenzar. El ser humano no aprende.

Afirmar que toda acción delictual, invasiones a otros países, asesinatos en masa de población civil, genocidios, por nombrar algunas, tienen algún fundamento, alguna justificación, es eliminar una de las bases fundamentales de la Justicia Humana y por tanto de la convivencia pacífica al relativizar la responsabilidad de la conducta asumida por un agresor o criminal. Nadie puede justificar la masacre de 1.200 seres humanos, familias completas, por ser simplemente judíos, con la absurda excusa de que mi religión me ordena eliminarlos, la adecuación y humanización de las religiones es un proceso que parece ser no ha alcanzado a la totalidad de ellas.

Están ocurriendo hechos ante nuestros ojos, con una cotidianidad asombrosa, los cuales nos devuelven a épocas que creíamos superadas, nos regresan a sociedades primitivas donde el caos y la violencia reinaban plenamente. Estados que, en una lucha por el poder sobre el mundo, nos acercan nuevamente al horror de una guerra mundial que afectaría a toda la humanidad, dirigentes enloquecidos por el poder de las armas nucleares, como Corea del Norte, que amenazan con holocaustos sin importar quien sobrevive y más allá. La Agencia Informativa Católica Argentina (AICA), un órgano serio, el 19 de abril del 2023 publicó lo siguiente: “Más de 50.000 cristianos asesinados en Nigeria en los últimos 14 años. Así lo reveló el informe “Mártires cristianos de Nigeria”, emitido por Intersociety, una ONG local. En lo que va de 2023, ya han perdido la vida 1.041 creyentes a manos de militantes islamista…”, a esta triste noticia se le tiene que agregar otras que reseñan continuos asesinatos, entre ellos los ocurridos entre el 23 y el 26 de diciembre pasado cuando milicianos musulmanes de la etnia “Fulani” en un ataque coordinado y deliberado, en el estado de Plateau, contra las comunidades cristianas de 26 aldeas en plena festividad de la Navidad asesinaron a más de 200 personas. La sequía del Sahel ha impulsado la toma de tierras más fértiles por parte de los pastores Fulani y su religión ha producido la selección de las víctimas. ¿Dónde está el estado que protege a los ciudadanos por igual? El tribalismo africano ya tiene el antecedente de Ruanda, uno de los mayores genocidios del mundo que se produjo en 1994, fueron cien días de matanzas entre tutsis y hutus que dejaron unos 800.000 muertos la mayoría de la primera etnia nombrada. Hoy, Burkina Faso, Somalia, Sudán, el Congo y los Grandes Lagos, Nigeria, Siria, Etiopía, son países africanos que presentan conflictos bélicos casi todos impulsados por ancestrales rencillas tribales a los que se suma ahora la penetración islámica y su violencia en el Sahel, en ningún caso África ha podido superar la carga de odio de su pasado histórico y el resto del mundo parece que tampoco.

La rumia de rencores, los sueños de grandezas pasadas y las ideologías nacionalistas de líderes totalitarios, son la causa común de las guerras, la Historia nos enseña que no hay nada más peligroso que un líder sin control alguno. “…la guerra ocurre cuando una sociedad o su líder no rinde cuentas, es ideológico, incierto, parcial o poco confiable.”, lo afirma Christopher Blattman, profesor de la Escuela Harris de Políticas Públicas de la Universidad de Chicago en su libro “Por qué luchamos: Las raíces de la guerra y los caminos hacia la paz”. El líder comunista chino Mao Tse-tung dijo en 1938 una frase para la Historia: “La política es guerra sin derramamiento de sangre, mientras que la guerra es política con derramamiento de sangre”. Son miles las guerras que se han evitado mediante el diálogo y la negociación, solo los desquiciados están dispuestos a pagar el precio de una guerra total y cobrarse con los despojos.

Jorge Puigbó

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El pasado como excusa para la retaliación… #31Ene

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31.01.2024

“…para algunos la historia nos condicionaría y por tanto una solución sería borrarla, ajustarla o reescribirla a nuestro gusto, debido a ello, hoy existe una tendencia cada vez más difundida que achaca a las guerras y a los actos injustos cometidos en el pasado, por cientos de países, razas, religiones o individuos, casi todo lo que ocurre en el presente…”

Jorge Puigbó

Siempre andamos los humanos en la búsqueda de alguien, o algo, a quien colgarle la culpa de nuestras desgracias o que nos sirva para, al menos, disculpar o mitigar, la responsabilidad que sentimos por los actos que cometemos en el presente. Desde nuestros primeros tiempos de la Historia los creábamos, desde seres fantásticos, titanes y dioses, aquellos que, de acuerdo a leyendas y fábulas poblaron todo tipo de cielos y lugares imaginarios, y a quienes les endilgábamos todo lo que nos acontecía, cuando no, al enemigo y vecino, pasando por algo tan etéreo, cotidiano e íntimo, como la consabida mala suerte responsable de todo lo malo que nos ocurre. Siguiendo ese camino de eludir y endilgarle a alguien la responsabilidad de los sucesos actuales, algunos llegan a la conclusión de que fueron los actos y conductas de nuestros antepasados los determinantes, ellos propiciaron todas nuestras circunstancias actuales y por lo tanto nuestro comportamiento y actos en el presente. Es decir, que para algunos la historia nos condicionaría y por tanto una solución sería borrarla, ajustarla o reescribirla a nuestro gusto, debido a ello, hoy existe una tendencia cada vez más difundida que achaca a las guerras y a los actos injustos cometidos en el pasado, por cientos de países, razas, religiones o individuos, casi todo lo que ocurre en el presente. Si bien es cierto que las secuelas y heridas de los eventos históricos en las sociedades, tardan mucho tiempo en curarse, lo lógico es que las aceptamos como hechos irreversibles que son, ocurridos en otras épocas y de ninguna responsabilidad de alguien en el presente, asimilarlos y comprenderlos a la luz del conocimiento presente, de lo contrario el mundo nunca........

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