De manera que las marchas sí sirven. Le disputan a Petro lo que fuera su hegemonía en las calles que, ahora cuando no controla el Congreso y que pretende presionar a las Cortes, son aún más importantes. Revelan que la oposición no solamente puede disputarle esa calle a Petro sino que además está en capacidad de convocar a muchos más ciudadanos. Muestran que quienes están en contra de Petro, su gobierno y sus reformas son la mayoría. Y, no es un tema menor, activan políticamente a muchos ciudadanos. Porque la ciudadanía no debe y no puede limitarse solo a votar cada cuatro años por presidente y congresistas. Debe expresarse también en la participación activa en el debate público sobre lo que conviene o es perjudicial para el país, sobre lo que hace bien y hace mal el gobierno, y, sobre todo, lo que contribuye a fortalecer la democracia o la pone en peligro.

Estas manifestaciones del domingo tienen como propósito fundamental defender la democracia y el estado de derecho frente a la embestida autoritaria de Petro y sus amenazas a la Constitución del 91. A estas alturas es evidente que Petro se bajó de su propuesta de convocar a una asamblea nacional constituyente y se montó en ese confuso “proceso constituyente”. Un “proceso constituyente” que, por encima de cualquier otra consideración, es inconstitucional porque pretende cambiar la Carta Política a través de mecanismos que no están contemplados en ella y que, no hay que dejar de insistir en ello, si intenta ponerlo en práctica, supondría un golpe de estado, un autogolpe.

He dicho que Petro no tiene suficientes factores de poder alineados a su favor como para que tal golpe fuera exitoso. Agrego que por eso mismo, y porque es esencialmente cobarde, no lo intentará. Teme que su suerte sea la misma, que lo sería, de Pedro Castillo en Perú. Pero sería ingenuo no entender que Petro se quiere quedar en el poder después de que termine su período en el 26, que está maniobrando para ver si lo consigue y que su idea de “proceso constituyente” busca precisamente eso.

También he resaltado, y creo necesario volver a hacerlo, que ese “proceso constituyente” de Petro es profundamente antidemocrático y ataca la soberanía popular porque restringe el concepto de pueblo a unos pocos y minoritarios grupos poblaciones (algunos indígenas, estudiantes, sindicatos), lo vuelve faccioso, lo reduce solo a los petristas y, al mismo tiempo, expulsa a las mayorías que no lo son y les impide participar en las decisiones que debieran ser democráticas, la más importante de ellas la construcción y definición de la Constitución.

De manera que las marchas de este domingo son indispensables para decirle a Petro que somos millones quienes vamos a proteger la democracia, el estado de derecho y la amenazada Constitución del 91 que, más allá de sus debilidades, ha sido vital para la defensa de los derechos y libertades fundamentales.

Si eso no es suficiente para usted, lector, salga para proteger su salud, sus ahorros y su pensión, la libertad económica, la posibilidad de hacer empresa y el trabajo formal, amenazados por las reformas petristas. Y para protestar contra la corrupción rampante del gobierno o contra su ilegitimidad. No hay duda de que Petro ganó con trampa, violó los topes de financiación y se alió con criminales, lavadores de activos y estafadores, y cada día son mayores las pruebas de ello.

Los motivos para marchar son muchos y vitales. Nos estamos jugando el futuro del país, el nuestro y el de nuestro hijos y nietos. Salgamos a las calles para protegerlo.

QOSHE - A marchar - Rafael Nieto Loaiza
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A marchar

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21.04.2024

De manera que las marchas sí sirven. Le disputan a Petro lo que fuera su hegemonía en las calles que, ahora cuando no controla el Congreso y que pretende presionar a las Cortes, son aún más importantes. Revelan que la oposición no solamente puede disputarle esa calle a Petro sino que además está en capacidad de convocar a muchos más ciudadanos. Muestran que quienes están en contra de Petro, su gobierno y sus reformas son la mayoría. Y, no es un tema menor, activan políticamente a muchos ciudadanos. Porque la ciudadanía no debe y no puede limitarse solo a votar cada cuatro años por presidente y congresistas. Debe expresarse también en la participación activa en el debate público sobre lo que conviene o es perjudicial para el país, sobre lo que hace bien y hace mal el gobierno, y, sobre todo, lo que contribuye a fortalecer la democracia o la pone en peligro.

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