Como la Iglesia valora mucho la política y a quienes se dedican a ella, me ha parecido oportuno escribir esta reflexión acerca de la dimensión educativa que lleva grabada la actividad política. Realizo esta reflexión como un aporte al país de cara a las elecciones de octubre del 2024 donde se elegirán alcaldes, concejales, gobernadores y consejos regionales en todo el país. Es un tema relevante toda vez que lo que está en juego en las definiciones políticas es el bien común, es decir aquellas condiciones sociales, económicas y espirituales que permiten que las personas se desarrollen como tal y alcancen su máxima plenitud. Además, del actuar de las instancias políticas pende en gran medida la solidez de la democracia y del estado de derecho que nos permite organizarnos en torno al respeto irrestricto del ser humano en virtud de su dignidad, la igualdad ante la ley, y todo lo que es bueno, verdadero y bello.

El ambiente político está complejo, crispado y, a veces, violento. A ello se suma el hecho que muchos municipios están cuestionados por el actuar de sus alcaldes. La ausencia de probidad y los hechos de corrupción que han salido a la luz pública resiente mucho la credibilidad de las autoridades y daña la confianza. Ello no le hace bien a Chile en su conjunto. Hemos de emprender un camino nuevo donde lo que ha de prevalecer es la integridad moral de los candidatos, el respeto a las ideas de los demás y el diálogo.

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Como los tiempos han cambiado, la crispación que se da entre coaliciones adversarias, pero también en su interior, suelen darse a conocer a través de los medios de comunicación social y redes. Hoy son el vehículo como las personas dan a conocer sus ideas, sus proyectos y sus promesas, y como la ciudadanía se informa. El impacto emocional que generan en las personas es enorme y sus consecuencias son impredecibles. A la luz de esta realidad, les pido encarecidamente a todos quienes aspiran a cargos políticos que su actuar verbal, escrito y corporal tienda a elevar el contenido de los debates; eviten las descalificaciones; utilicen siempre el diálogo y el entendimiento razonado y razonable en la promoción del bien común y rechacen de manera categórica y sin ambigüedades todo atisbo de cualquier tipo de violencia. Actúen de tal manera que todo acto, todo gesto, toda palabra, todo silencio haga apreciar la política y el sistema democrático que nos rige. Así, las elecciones están llamadas a convertirse para los candidatos en un gran espacio para sacar lo mejor del ser humano como el uso de un lenguaje adecuado, el respeto irrestricto al adversario político, la escucha atenta de la posición del otro, el debatir con ideas y no con descalificaciones, así como evitar las ironías que humillan al adversario. Estas normas de comportamiento viniendo de los líderes políticos irán generando una cultura que se irá traspasando a todos los niveles de la sociedad. ¡Cuánto necesitan los jóvenes de líderes que busquen la verdad con sinceridad de corazón, que hagan de la vida virtuosa una norma de vida, y hagan ver el valor de la paz interior que implica actuar por convicciones y no conveniencia personal!

Los animo a que estas elecciones sean una verdadera lección de humanidad y de civilidad, haciendo ver que es posible aspirar como país a una cultura superior. El daño que se le hace al tejido social el desprestigio de la cosa pública es enorme. Así, convirtamos los debates públicos, las opiniones vertidas en las entrevistas, en las columnas y en los discursos, una oda a la belleza de nuestro idioma, a la tradición democrática que tenemos que cuidar celosamente, a los grandes políticos que nos han precedido que dieron muestras de amplia cultura y de un gran amor a la patria. No sean los protagonistas y menos los activistas de una contienda irrespetuosa, llena de odiosidades y maledicencias. Pregúntense si están contribuyendo a generar un clima de respeto o no; si están contribuyendo a que la ciudadanía haga un discernimiento sereno para elegir a su candidato, o están promoviendo las odiosas divisiones. Nunca nos olvidemos que antes de ser de tal o cual partido, de tal o cual coalición somos seres humanos cuya dignidad no puede quedar herida en una elección.

Tal vez si hacemos el esfuerzo de aprender a dialogar podremos avanzar por esta senda. El diálogo apela a la razón más que a las emociones, la pasión o el sentimiento; apela a la búsqueda sincera de la verdad, aun en detrimento de los propios intereses. Qué bien le haría al país, si introducimos la fraternidad como un elemento central en la vida política y pública. Este llamado va dirigido a todos quienes participan en la arena política con vistas a las elecciones de octubre, pero sobre todo a los católicos. En ellos los valores de Evangelio y las enseñanzas de la Doctrina social de la Iglesia han de ser el fundamento de su actuar convencidos que la fe le abre a la razón perspectivas nuevas que contribuyen decididamente al bien común, a la justicia, a la paz y a la fraternidad.

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Un llamado a los que participarán en las elecciones de octubre

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09.04.2024

Como la Iglesia valora mucho la política y a quienes se dedican a ella, me ha parecido oportuno escribir esta reflexión acerca de la dimensión educativa que lleva grabada la actividad política. Realizo esta reflexión como un aporte al país de cara a las elecciones de octubre del 2024 donde se elegirán alcaldes, concejales, gobernadores y consejos regionales en todo el país. Es un tema relevante toda vez que lo que está en juego en las definiciones políticas es el bien común, es decir aquellas condiciones sociales, económicas y espirituales que permiten que las personas se desarrollen como tal y alcancen su máxima plenitud. Además, del actuar de las instancias políticas pende en gran medida la solidez de la democracia y del estado de derecho que nos permite organizarnos en torno al respeto irrestricto del ser humano en virtud de su dignidad, la igualdad ante la ley, y todo lo que es bueno, verdadero y bello.

El ambiente político está complejo, crispado y, a veces, violento. A ello se suma el hecho que muchos municipios están cuestionados por el actuar de sus alcaldes. La ausencia de probidad y los hechos de corrupción que han salido a la luz pública resiente mucho la credibilidad de las autoridades y daña la confianza. Ello no le hace bien a Chile en........

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