Cristián Warnken

Jorge Millas habló de la “universidad vigilada” para referirse a los oscuros tiempos de la intervención militar en la U. de Chile. Hoy, la misma universidad puede entrar en otra oscuridad, menos evidente, pero extremadamente peligrosa para el diálogo, el intercambio libre de opiniones, el derecho al disenso: la cultura de la cancelación y la funa que se ha ido instalando en muchos claustros donde debiera respirarse pura libertad y respeto por el adversario, sobre todo en ese lugar cuyo fundador, Andrés Bello, llamara el espacio donde “todas las verdades se tocan”.

¿Pero pueden las distintas versiones de la verdad tocarse y encontrarse en la casa de Bello hoy? Quien intente salirse de los límites de un asfixiante pensamiento único corre hoy muchos riesgos. Cuando en las universidades el pensamiento único se normaliza, es el comienzo del fin.

La gran riqueza de la Universidad de Chile ha sido su diversidad, la de sus alumnos y profesores, la de la confrontación de visiones de mundo distintas, incluso contrapuestas; el que por sus pasillos caminen y se encuentren y conversen personas liberales y conservadoras, ateos y creyentes, gente de derecha, de izquierda o de centro. Eso se está perdiendo: cada vez hay más temor de disentir de versiones únicas de hechos que ameritan interpretaciones distintas, como por ejemplo los acontecimientos de octubre de 2019.

La Universidad de Chile y otras universidades públicas se han convertido en el refugio de un octubrismo intolerante. Movimientos “ultras” ha habido siempre en esa universidad, pero nunca con tanto poder de chantaje como hoy.

De ese octubrismo todavía vivo fue víctima anteayer Sergio Micco, profesor de la Universidad de Chile, invitado por un grupo de alumnos a dar una charla al interior de la Escuela de Derecho.

Micco es un héroe de la democracia que ese octubrismo estuvo a punto de destruir y por eso es tan odiado por los grupos radicalizados. Esos jóvenes ignoran que Micco fue presidente de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Concepción y preso por la dictadura. Micco, entre pancartas e increpaciones, desarrolló su charla, pero afuera lo esperaba una “funa”, no una “manifestación” como dijo el decano de la Facultad de Derecho. El decano agrega que la Universidad de Chile “fomenta el disenso y el diálogo racional”. ¿Pero pueden el disenso y el diálogo racional ser posibles con este nivel de intolerancia y cancelación? ¿Alguien querrá ir a disentir a esta Facultad después de ver las imágenes de alumnos humillando a un profesor?

Yo habría hecho una condena más categórica en la declaración. Pero hay que ser justos. El actual decano de la Facultad de Derecho ha hecho esfuerzos por erradicar esta cultura de la cancelación, y lo hace en un territorio con campos minados. No es fácil ser autoridad universitaria hoy.

Es importante que las autoridades y los profesores aprovechen estas situaciones para hacer pedagogía, para educar cultura cívica, para enseñarles a los jóvenes de hoy que un adversario no es un enemigo a destruir. Es lo contrario de lo que ha hecho el profesor de esa facultad Fernando Atria, quien en un tuit sibilino, en que dice oponerse a la agresión a Micco, aprovecha de denostarlo: “tuvo un triste desempeño en el INDH y se convirtió en una caricatura de sí mismo”. Tuvo la oportunidad de demostrar grandeza y dar una señal potente a los jóvenes que lo siguen como referente; en cambio, tira más fuego a la hoguera prendida por alumnos intoxicados de odio.

Esto ocurre en una Facultad cuyos profesores redactaron la Constitución de 1925, una Facultad con mucha historia. Esto es una señal de alerta para el país. Lo que pasa en lugares emblemáticos de la educación pública tiene después consecuencias en el país entero: piénsese en el Instituto Nacional.

Que este sea un llamado de alerta para que la Universidad de Chile —una Universidad que nació con Chile— se cuide a sí misma, y al cuidarse, cuide a Chile.
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Más que una funa

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10.11.2023

Cristián Warnken

Jorge Millas habló de la “universidad vigilada” para referirse a los oscuros tiempos de la intervención militar en la U. de Chile. Hoy, la misma universidad puede entrar en otra oscuridad, menos evidente, pero extremadamente peligrosa para el diálogo, el intercambio libre de opiniones, el derecho al disenso: la cultura de la cancelación y la funa que se ha ido instalando en muchos claustros donde debiera respirarse pura libertad y respeto por el adversario, sobre todo en ese lugar cuyo fundador, Andrés Bello, llamara el espacio donde “todas las verdades se tocan”.

¿Pero pueden las distintas versiones de la verdad tocarse y encontrarse en la casa de Bello hoy? Quien intente salirse de los límites de un asfixiante pensamiento único corre hoy muchos riesgos. Cuando en las universidades el pensamiento único se normaliza, es el comienzo del fin.

La gran riqueza de la Universidad de Chile ha sido su diversidad, la de sus alumnos y profesores, la de la........

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