Si el proyecto de reforma terminó siendo un engendro en la Cámara de Diputadas y Diputados, perdiendo el alma de la iniciativa original, las expectativas que debería tener La Moneda respecto de la discusión que vendrá a partir de marzo en el Senado tendrían que ser cercanas a cero.

Apurados, con poco tiempo para el debate de fondo, de última hora –antes de irse por un mes de vacaciones, como todos los chilenos–, y luego de 14 largos meses de tramitación, se aprobó recién la idea de legislar la reforma de pensiones en la Cámara de Diputadas y Diputados, una demanda urgente de los chilenos y que lleva casi una década entrabada en el Parlamento, luego de los fracasos previos de los gobiernos de Bachelet y Piñera. Una vergüenza, que refleja la desconexión abismante entre las necesidades de la gente y nuestra honorable clase política.

Pese al esfuerzo realizado por el Gobierno para avanzar en la iniciativa, difícilmente podría descorchar champaña por el resultado obtenido, ya que el proyecto despachado desde la Cámara dista mucho de la idea original de La Moneda. Es más, no solo perdió los dos aspectos medulares de su propuesta, sino que terminó además siendo un texto híbrido, sin un eje claro y, sin duda, muchísimo peor que los que intentaron la dupla Bachelet/Piñera.

Y aunque el Ejecutivo buscó proyectar desde lo comunicacional un cierto alivio –de rechazarse la idea de legislar, deberían esperar un año completo para retomar la iniciativa–, fue la oposición la que terminó esbozando una sonrisa. Después de todo, el objetivo único que habían planteado, obsesivamente, es que el 6% adicional de cotizaciones fuera íntegramente al bolsillo del trabajador –pese a que incluso Piñera planteó el 3/3–, descartando cualquier fórmula que siquiera insinúe el concepto de solidaridad. En un país irremediablemente amnésico, solo me gustaría recordar que al inicio del estallido social de 2019 –cuando la gente copaba las calles pidiendo más igualdad– los ciudadanos reclamaban por las pensiones miserables de muchos chilenos y todos –de acuerdo con las encuestas de la época, que les recomiendo revisar– considerábamos que debíamos aportar para esos viejos con lagunas previsionales, los trabajadores independientes o las “dueñas de casa” que se rompieron el lomo por décadas y que ni siquiera recibirán un peso de jubilación para sus últimos años de vida.

Lo cierto es que, en toda esta historia, la oposición ha mostrado un grado de mezquindad brutal, bregando por mantener un sistema que, a todas luces, requiere una revisión profunda y completa. No han tenido pudor para defender a las AFP e incluso para argumentar –sin miedo a subestimar a la gente– que la tabla de mortalidad de 110 años está bien estimada, es decir, que a usted le calculen la distribución de su pensión como si fuera a llegar a esa edad. El oficialismo, por su lado, mantuvo una posición cerrada durante 14 meses con la distribución del 6%, pese a que en el último tramo flexibilizó su postura con el famoso e inentendible 1-2-3, para rematar en el 3/3, sin explicar qué significaba que en el 3% que iba a la cuenta del trabajador se agregara la “solidaridad intrageneracional”. Además, no fueron capaces de tener una postura común como pacto, recriminándose mutuamente e, incluso, haciendo peligrar la votación de la semana pasada.

Lo que sí hay que reconocer del Ejecutivo, especialmente de la ministra Jara –¿qué es de Elizalde ?–, es la estrategia vietnamita con que lograron afirmar los votos “cercanos” para, al menos, salvar el piso. La derecha, por lo demás, fue bastante disciplinada en las votaciones en particular, infligiéndole un duro golpe a La Moneda, al rechazar los dos aspectos centrales del proyecto oficialista: la distribución del 6% (quedó 6 a 0) y la participación del Estado en el sistema. Y, claro, lo que terminó por consolidarse es que Amarillos y Demócratas –esos dos minúsculos partidos que se declaraban como “la izquierda del Rechazo”– votan en total armonía con la derecha. ¿Por qué les complicará tanto asumir lo que son? Una demostración más de la falta de transparencia y honestidad de nuestros políticos. Tampoco ya sorprenden las inconsistencias y el giro total de Pamela Jiles, que también migró a la derecha y que votó incluso por rechazar la idea de legislar. De seguro, la tendremos en unos meses más volando por la Sala de la Cámara, pidiendo el séptimo retiro.

Lo cierto es que el proyecto del Gobierno salió de la Sala de la Cámara como un verdadero Frankenstein. Rechazados sus dos ejes centrales, los artículos aprobados dejan el sistema intacto, salvo por algunos maquillajes poco gravitantes, como la creación de las Cooperativas de Inversión Previsional o el fin de la figura de los multifondos, para establecer los fondos generacionales. Paradójicamente, entre lo poco que hay para mostrar de este engendro de proyecto está el autopréstamo de 1 millón 100 mil pesos, un invento tan ridículo como populista, que fue apoyado por oficialismo y oposición. Sin embargo, después de más de un año, no se incluyó en el análisis el envejecimiento de la población y, por tanto, la edad de jubilación, ni el sistema de reparto de las Fuerzas Armadas que mantiene como jubiladas a personas de 45 años, entre otros temas críticos.

Y si el proyecto de reforma terminó siendo un engendro en la Cámara de Diputadas y Diputados, perdiendo el alma de la iniciativa original, las expectativas que debería tener La Moneda respecto de la discusión que vendrá a partir de marzo en el Senado tendrían que ser cercanas a cero. No existe ninguna posibilidad en la Cámara Alta –donde la derecha tiene el control– de recuperar la esencia de la iniciativa con que empezó esta historia a fines de 2022, cuando ingresaron el primer texto.

El escenario no solo será extremadamente complejo en la tramitación legislativa de la reforma de pensiones para el Gobierno del Presidente Gabriel Boric, sino que es probable además que sufra el desencanto de los partidos de su propia coalición y terminen forzando a La Moneda a matar la iniciativa. Políticamente sería entendible. Si un Gobierno no tiene las condiciones para sostener la idea original de un proyecto tan trascendente de su programa, es mejor dejarlo caer. Lo más lamentable de todo es que quienes volverían a perder –como siempre– serían los chilenos, llegando al triste récord de que nuestra clase política, nuestro Parlamento, completaría 12 años, al finalizar el período de Boric, sin saber estar a la altura y sin otorgar una solución a la población. Y, claro, también evidenciará lo lejos que están de la gente y su incapacidad de sintonizar con sus problemas reales.

QOSHE - Pensiones: el proyecto Frankenstein que salió de la Cámara - Germán Silva Cuadra
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Pensiones: el proyecto Frankenstein que salió de la Cámara

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31.01.2024

Si el proyecto de reforma terminó siendo un engendro en la Cámara de Diputadas y Diputados, perdiendo el alma de la iniciativa original, las expectativas que debería tener La Moneda respecto de la discusión que vendrá a partir de marzo en el Senado tendrían que ser cercanas a cero.

Apurados, con poco tiempo para el debate de fondo, de última hora –antes de irse por un mes de vacaciones, como todos los chilenos–, y luego de 14 largos meses de tramitación, se aprobó recién la idea de legislar la reforma de pensiones en la Cámara de Diputadas y Diputados, una demanda urgente de los chilenos y que lleva casi una década entrabada en el Parlamento, luego de los fracasos previos de los gobiernos de Bachelet y Piñera. Una vergüenza, que refleja la desconexión abismante entre las necesidades de la gente y nuestra honorable clase política.

Pese al esfuerzo realizado por el Gobierno para avanzar en la iniciativa, difícilmente podría descorchar champaña por el resultado obtenido, ya que el proyecto despachado desde la Cámara dista mucho de la idea original de La Moneda. Es más, no solo perdió los dos aspectos medulares de su propuesta, sino que terminó además siendo un texto híbrido, sin un eje claro y, sin duda, muchísimo peor que los que intentaron la dupla Bachelet/Piñera.

Y aunque el Ejecutivo buscó proyectar desde lo comunicacional un cierto alivio –de rechazarse la idea de legislar, deberían esperar un año completo para retomar la iniciativa–, fue la oposición la que terminó esbozando una sonrisa. Después de todo, el objetivo único que habían planteado, obsesivamente, es que el 6% adicional de cotizaciones fuera íntegramente al........

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