LA MIRADA DETENIDA

Miércoles, 7 febrero 2024, 13:38

Las nuevas directoras abren ventanas a otros mundos en el cine español

Philippine Leroy en un fotograma de ‘Tres días con la familia’

Cuando dentro de apenas dos días Valladolid suba el telón de la trigésimo octava edición de los premios Goya del cine español, un total de cuatro directoras estarán compitiendo por el premio en las dos principales categorías. Me refiero a Elena Martín e Isabel Coixet (con sus películas ‘Creatura’ y ‘Un amor’ respectivamente, candidatas a Mejor Dirección) y Estíbaliz Urresola e Itsaso Arana (con ‘20.000 especies de abejas’ y ‘Las chicas están bien’, a Mejor Dirección Novel). Cuatro mujeres de distintas generaciones, de distinto grado de consagración que pondrá visibilidad al cine dirigido por mujeres en nuestro país en el último año. La cifra de candidatas en esas dos categorías en la que se centra este artículo no superan las del año pasado. Sin duda, la edición de los Goya 2023 fue un hito en las nominaciones a los principales premios de nuestro cine cuando dos de los cinco nombres que aspiraban a alzarse con el premio a la Mejor Dirección eran de mujer: Carla Simón (‘Alcarrás’) y Pilar Palomero (‘La maternal’) y tres de los cinco aspirantes a Mejor Dirección Novel eran mujeres: Alauda Ruiz de Azúa, que se llevó el gato al agua con la multipremiada ‘Cinco lobitos’; Carlota Pereda que compitió con ‘Cerdita’ y Elena López Riera con su excelente ‘El agua’. A esos nombres habría que añadir en el campo del documental los de Laura Hojman que firmaba el homenaje a María Lejárraga e Isabel Coixet con ‘El techo amarillo’.

Y aunque la cifra sea menor este año, la presencia de directoras con opción a premio está dejando de ser algo casi testimonial como lo fue en los primeros años del siglo. Desde el año 2000 hasta el actual, la media de mujeres nominadas a mejor dirección y mejor dirección novel no llega a dos. Hubo años de vacío total (las ediciones de 2002, 2005 y 2007) y un año, 2018, en el que las dos ganadoras en dichas categorías fueron directoras: Isabel Coixet por ‘La librería’ y Carla Simón por ‘Verano 1993’.

Esta exigua representación contrasta (los Goya no dejan de ser solo uno de os parámetros y no el principal para analizar el fenómeno) con la auténtica revolución que para el cine español está suponiendo la llegada de mujeres a los puestos de responsabilidad de la creación fílmica. El cine dirigido por mujeres atraviesa un boom si nos fijamos en la presencia de títulos en las carteleras comerciales (aún sería mayor si nos fijáramos en ese cine que apenas cruza la frontera de certámenes experimentales e incluso museos de arte contemporáneo que exceden el ámbito de estas líneas) y la atención que merece por parte de los medios de comunicación.

Aunque hayamos establecido la frontera en el siglo que nos contempla, la revolución tiene sus inicios en la década de los noventa (antes apenas unas cuantas pioneras como Ana Mariscal o Josefina Molina o Pilar Miró, esta última ya en los ochenta). Nombres como Icíar Bollaín, Gracia Querejeta, la ya citada Isabel Coixet, Chus Gutiérrez, Ángeles González Sinde, María Ripoll o Dunia Ayaso, por citar solo algunas, luchaban por hacerse un hueco en el siempre difícil ecosistema de la industria española en la última década del siglo XX.

Si se puede hablar de un momento fundacional en este presunto ‘boom’ (el adjetivo lo aclararé más adelante) del cine dirigido por mujeres en este siglo, considero (y así lo expuse en mi conferencia ‘Ojos que sí ven’ pronunciada en la Universidad de Valladolid) que fue el estreno de ‘Tres días con la familia’, de Mar Coll, que valió a su directora los premios a la Mejor Dirección en Málaga y Mejor Dirección Novel en los Goya. Y lo creo así porque la película encarna alguna de las características tanto temáticas como formales que encuentro comunes entre las nuevas directoras, sin dejar de constatar la multiplicidad de orientaciones y temáticas para que no se caiga en la tentación de hablar de un cine ‘femenino’ que hay que negar con rotundidad.

Pero lo cierto es que muchas de las obras de las directoras que han conseguido traspasar la barrera de la invisibilidad y llegar a estampar sus nombres en las listas de los premios de los más prestigiosos festivales tienen en común esa mirada a la que alude el título. (Sin olvidar el antecedente de Roser Aguilar, que en ‘Lo mejor de mí’, film que pudimos ver en la edición de 2007 en Seminci ya anticipaba estas características).

Una mirada introspectiva, una mirada hacia un mundo exterior en el que las protagonistas, con frecuencia también mujeres, no se encuentran cómodas, en el que reivindican un papel distinto al que tradicionalmente se las venía asignando como tales. Es muy frecuente que el ámbito de la narración sea la familia (‘Tres días con la familia’ no puede explicitar mejor este ámbito) pero su mirada no es complaciente, sino crítica, pues suele ser en este ámbito donde se perpetúan roles pre establecidos, estereotipos de género, barreras que aún cuesta derribar: la aspirante de este año y ya premiada en otros ámbitos, ’20.000 especies de abejas’, es un ejemplo.
Se cuestionan los mitos como la femineidad o la maternidad (‘Cinco lobitos’, ‘La maternal’, ‘Viaje alrededor del cuarto de una madre’), el deseo y los corsés en torno a la sexualidad (Arantxa Echevarría cruzó una frontera al retratar una historia de amor lésbico en el marco de la cultura gitana con ‘Carmen y Lola’ y abrió la puerta a las directoras españolas en la Quincena de Realizadores de Cannes). En sus narrativas tanto la elipsis como los silencios tienen un papel fundamental.

También se mira a la infancia con una perspectiva nueva. En este sentido ‘Verano 1993’ sería otro hito en este ámbito. Y no solo por la cantidad de premios (entre ellos tres en la Berlinale) que consiguió la ópera prima de Carla Simón sino porque daba carta de naturaleza a esa forma distinta de narrar fuera de los cánones habituales. Simón aborda con valentía y templanza su propia historia, la pérdida de sus padres a causa del sida cuando aún no había cumplido siete años. Y lo hace a través de los ojos y la mirada de Frida (Laia Artigas) sentando cátedra en la difícil tarea de dirigir niños y hacerles cómplices de esa mirada, algo en lo que Víctor Erice había dado una lección a través de los ojos de Ana (Ana Torrent) en ‘El espíritu de la Colmena’ y que Clara Simón confirma en su segunda película, ‘Alcarrás’. En ambas, destaca el tempo, el ángulo de la cámara, la proximidad a los (las) protagonistas, ese aire documental en la forma de tratar la ficción que podemos rastrear en otro maestro del cine ajeno a estereotipos como es José Luis Guerín (‘En construcción’). Y que tanto tiene que ver con otra gran película, ‘Seis días corrientes’ de Neus Ballús.

Dos años después de ‘Verano 1993’ se estrenó la excelente ‘La hija de un ladrón’ con la que Belén Funes obtuvo el Goya a la mejor dirección novel y que contó con las rotundas interpretaciones de Eduard Fernández y Greta Fernández, padre e hija en la película y en la vida real. De nuevo, la orfandad paralela a la maternidad casi adolescente, de nuevo la necesidad de cargar con roles que obligan a madurar antes de tiempo, de nuevo la soledad y el arrojo para afrontarla. La cámara una vez más no juzga, sino que muestra con crudeza, sin remilgos, pero también sin subrayados innecesarios, la vida, sin más, con sus luces y sus sombras, sin obviar esos momentos liberadores, luminosos que nos ofrece y con los que se traspasa, como ocurre en tantos de estos ejemplos, la experiencia personal para conectar con un sentimiento común. ¿No es eso lo que persigue toda obra de creación?

Si tuviéramos que hablar de otro hito en el repaso de lo ocurrido en las últimas décadas no podríamos olvidar a ‘Las niñas’. De nuevo estamos ante una directora, Pilar Palomero, que con su primera película accede al Goya. Ambientada en su ciudad natal, Zaragoza, y de nuevo con tintes autobiográficos, relata la educación recibida por unas niñas preadolescentes en un colegio religioso, en el año de la Feria de Sevilla y los Juegos Olímpicos de Barcelona. Palomero destaca el contraste entre una educación anclada en el pasado y un país que se abría al mundo. (Por cierto, que la película sirvió para que mujeres que habíamos pasado por la misma experiencia décadas antes comprobáramos en modo cinematográfico qué poco había cambiado la educación religiosa en ese rutilante año triunfal). El segundo largometraje de Palomero, ‘La maternal’ confirmó las cualidades tanto de la directora como la de un cine resuelto a traer al primer plano puntos de vista distintos a los que venían siendo dominantes en el cine dirigido por hombres.

LO REAL

Si al comienzo de este artículo añadía el adjetivo ‘presunto’ al concepto del boom, de la explosión de directoras españolas y su visibilidad en el siglo que vivimos fue para añadir un plano realista a la tentación de cierto triunfalismo. Si hay algo que pone los pies sobre la tierra en este asunto y deja evidente que el camino por recorrer aún es lago y no está exento de dificultades son los informes que anualmente saca a la luz CIMA, la Asociación de Mujeres Cineastas y de Medios Audiovisuales.

Veamos algunas cifras. El número de películas dirigidas por mujeres ha seguido una línea ascendente desde el año 2000 con algunas excepciones. De las 8 películas en ese año se pasó a las 41 en 2016; sin embargo, en 2017 este porcentaje descendió: si en 2016 el porcentaje era del 16% cayó al 7%. En 2022 el número de mujeres trabajando en el sector en puestos de dirección era del 24% frente al 76% de los hombres. En la industria cinematográfica sigue habiendo sectores ampliamente feminizados como son los de diseño de vestuario, maquillaje y peluquería y dirección artística. Y solo hay un equilibro en el de dirección de producción.

Con todo, esta aproximación necesariamente parcial al trabajo de las directoras en las últimas décadas, a la potencia de sus propuestas, y a la creatividad de que hacen gala a pesar de contar con presupuestos mucho más bajos que los que tienen sus colegas hombres a la hora de abordar sus películas (tema que daría para otro artículo) permite mirar al futuro con optimismo.

…Y TAMBIÉN LOS DIRECTORES

Afortunadamente, los caminos que han abierto las nuevas directoras del cine español han calado entre sus compañeros. Historias diferentes, nuevas perspectivas, papeles para mujeres maduras que se salen del estereotipo, que buscan su lugar en el mundo, no son ya patrimonio solo de ellas. Dos películas de sendos directores merecen un comentario en este rápido repaso.

Por un lado, ‘La vida era eso’ de David Martín de los Santos (‘Mañana no es otro día’, ‘Llévame a otro sitio’) en una de esas escasa ocasiones en que se ofrece a una mujer madura un papel diferente: el de alguien que a pesar de su edad tiene el valor de reconocer que no ha encontrado su sitio y no se resigna a no encontrarlo. Con una Petra Martínez espléndida y una buena cómplice en Anna Castillo, el director compone un atractivo, luminoso y más que sugerente relato sobre las segundas o terceras oportunidades.

Y en segundo lugar ‘Sobre todo de noche’, programada en la Sección Oficial de la pasada Seminci, primer largometraje de ficción de Víctor Iriarte. Dos mujeres unidas por una maternidad compleja, dos grandes actrices como Lola Dueñas y Ana Torrent, y una forma de contar enigmática y creativa la convierten en una de las películas más originales del año pasado. Bien por su director.

QOSHE - LA MIRADA DETENIDA - Angélica Tanarro
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07.02.2024

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Las nuevas directoras abren ventanas a otros mundos en el cine español

Philippine Leroy en un fotograma de ‘Tres días con la familia’

Cuando dentro de apenas dos días Valladolid suba el telón de la trigésimo octava edición de los premios Goya del cine español, un total de cuatro directoras estarán compitiendo por el premio en las dos principales categorías. Me refiero a Elena Martín e Isabel Coixet (con sus películas ‘Creatura’ y ‘Un amor’ respectivamente, candidatas a Mejor Dirección) y Estíbaliz Urresola e Itsaso Arana (con ‘20.000 especies de abejas’ y ‘Las chicas están bien’, a Mejor Dirección Novel). Cuatro mujeres de distintas generaciones, de distinto grado de consagración que pondrá visibilidad al cine dirigido por mujeres en nuestro país en el último año. La cifra de candidatas en esas dos categorías en la que se centra este artículo no superan las del año pasado. Sin duda, la edición de los Goya 2023 fue un hito en las nominaciones a los principales premios de nuestro cine cuando dos de los cinco nombres que aspiraban a alzarse con el premio a la Mejor Dirección eran de mujer: Carla Simón (‘Alcarrás’) y Pilar Palomero (‘La maternal’) y tres de los cinco aspirantes a Mejor Dirección Novel eran mujeres: Alauda Ruiz de Azúa, que se llevó el gato al agua con la multipremiada ‘Cinco lobitos’; Carlota Pereda que compitió con ‘Cerdita’ y Elena López Riera con su excelente ‘El agua’. A esos nombres habría que añadir en el campo del documental los de Laura Hojman que firmaba el homenaje a María Lejárraga e Isabel Coixet con ‘El techo amarillo’.

Y aunque la cifra sea menor este año, la presencia de directoras con opción a premio está dejando de ser algo casi testimonial como lo fue en los primeros años del siglo. Desde el año 2000 hasta el actual, la media de mujeres nominadas a mejor dirección y mejor dirección novel no llega a dos. Hubo años de vacío total (las ediciones de 2002, 2005 y 2007) y un año, 2018, en el que las dos ganadoras en dichas categorías fueron directoras: Isabel Coixet por ‘La librería’ y Carla Simón por ‘Verano 1993’.

Esta exigua representación contrasta (los Goya no dejan de ser solo uno de os parámetros y no el principal para analizar el fenómeno) con la auténtica revolución que para el cine español está suponiendo la llegada de mujeres a los puestos de responsabilidad de la creación fílmica. El cine dirigido por mujeres atraviesa un boom si nos fijamos en la presencia de títulos en las carteleras comerciales (aún sería mayor si nos fijáramos en ese cine que apenas cruza la frontera de certámenes experimentales e incluso museos de arte contemporáneo que exceden el ámbito de estas líneas) y la atención que merece por parte de los medios de comunicación.

Aunque hayamos........

© El Norte de Castilla


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