MORTAJAS DORADAS

Jueves, 21 diciembre 2023, 13:55

Al periodista Mark Silvester le encargan un peculiar reportaje sobre confidencias de mujeres tras su experiencia matrimonial. El objetivo es entrevistar a viudas. A ser posible, locas. Por ello, le ordenan buscar un sanatorio psiquiátrico y escoger a una viuda joven y bonita. El elegido es el HOGAR FEMENINO DE REPOSO, dirigido por la doctora Barnet. Allí conoce a Evelyn Farnem, viuda, joven, guapa y apta para confidencias, desquiciada y mixta de Julieta y la añorada Marilyn. Eso sí, con dos particularidades. Es inmensamente rica (de hecho, un pabellón entero del psiquiátrico es para ella) y se niega a admitir la muerte de su esposo, Albert Men Wei, conocido por Nácar King en todo el litoral asiático. Por el camino aparecen personajes turbios como Fred Lombart que le aconseja a Silvester “amablemente” que deje de interesarse por su cuñada Evelyn, lo que hace que nuestro protagonista se interese más por el asunto. Comienza a indagar y descubre que tanto la policía como la prensa dieron por loca a Evelyn cuando ella no quiso identificar los restos de Nácar King, alegando que cualquier descendiente de los antiguos cirujanos chinos, tomando por modelo a Nácar, podía reconstruirlo con piezas sueltas de otros cadáveres… Silvester contacta con un colega, Bickford que ha estado investigando el caso. Le habla de una lista de siete personas que reconocieron en el muerto recosido a Nácar King y le dice que una de esas siete personas tiene la clave del enigma:

Jossy Alonso, capataz de estiba de Men Wei / Irma Brown, periodista especializada en Chinatown / Noel Lacey, detective privado al servicio de Nácar King / Garvin Millard, el hombre duro del sindicato portuario oriental / Magnolia Men Wei, resentida prima de Nácar / Lun Prevost, mestizo chino-francés, ayuda de cámara de Nácar / Mabel Tsao Ming, inseparable de Evelyn.

Cuando aparece asesinado Bickford, Silvester comprende que tiene algo gordo entre las manos…

La historia no ha hecho nada más que empezar y Peter Debry nos tiene cogido por las pelotas. Lo hace con una prosa recargada, incluso barroca: “Junto a un parterre de rosas blancas, una joven de esbeltez rayana en la esquelética angulosidad de una modelo, examinó a Silvester con una sonrisa etérea, sutil, como la misteriosa mueca de una Gioconda vestida por un modista parisino”. En fin, Debrigode dejándonos como siempre con la boca abierta con esa mezcla de prosa afilada, desnuda y descarnada heredada de Hammet y esa prosa más poética, florida y compleja marca de la casa. Mientras tanto nosotros quedamos perdidos y alucinados en mitad de estas “Mortajas doradas”, todo un laberinto de suspicacias, confusiones y muertes violentas.