La ineficiencia administrativa, la falta de gestión y planeación prospectiva, la politiquería, la alta burocracia, ser la caja menor de los alcaldes que han pasado, la indolencia, el favorecimiento a la especulación de tierras, el crecimiento desbordado de zonas urbanas, el dar licencias para cuanto proyecto aparece como si fueran fotocopias los permisos en las curadurías; sumado a unas redes viejas, un sistema de válvulas aún manual, el cuentazo de siempre de que el Acueducto alterno o complementario se termina este año -pero lleva más tiempo que la muralla China construyéndose-; así como los fenómenos climatológicos y ambientales actuales, desencadenaron esta situación que de tiempo atrás se veía venir y todos trataban de frenar alzando las manitas, como si así se detuviera un tsunami.

Es cierto, quien menos velas -por ahora- tiene en este entierro pero debe asumir esos platos rotos -o tanques vacíos-, es la alcaldesa actual de Ibagué, Johana Aranda, que cumplirá apenas dos meses de mandato; pero ni modo, está ahí para afrontar, solucionar y resolver.

Pero ese resolver, más allá de entretenernos con las liviandades de siempre en materia política, politiquera y electoral, de los chismes, inventos y mandados en medios y redes, pasa por establecer realmente cuáles, cuántas y en qué serán las inversiones del Ibal y la Alcaldía para superar de fondo esta situación, que en cualquier momento por un ambiente crispado, puede volverse una crisis social, de salubridad, económica y hasta de orden público. Porque la gente se aguanta los trancones, las calles destrozadas, los semáforos inservibles y hasta a los ladrones, pero sin agua de forma permanente en una capital de 500 mil habientes, lo dudo mucho.

Si hay una situación que debe poner en alerta máxima a todas las autoridades en priorizar acciones, recomponer inversiones y buscar alternativas al unísono, es este asunto calamitoso del racionamiento de agua en que entra Ibagué hoy.

Porque no se trata de perjudiquemos a todos con el suministro para dar a los afectados, a quienes por X o Y factores no se les ha querido ni priorizado la solución por años (con acciones, no con promesas); pues claro que hay que ser solidarios con quienes padecen la falta de líquido, pero hasta esa solidaridad se desgasta si no llegan las soluciones reales de fondo y en el corto plazo.

Por eso, en vez de inventar globos sobre la novela de la puja electoral con el agua, del cuento igualitario de todos en la cama o todos en el suelo porque allí sufren por igual, pero es más grande y caben, es hora de afrontar ese tema sin ambivalencias.

Sin duda, esta crisis de racionamiento de agua a la que llevaron a la capital tolimense los gobiernos anteriores, es una buena oportunidad para convocar las sinergias y buscar alternativas rápidas, eficientes y eficaces. Imagina uno que el Concejo de Ibagué está en sesión permanente para ello, que el Ibal y la Alcaldía están en alerta máxima, que Cortolima está con las alarmas prendidas, que los gremios económicos, las curadurías, los ambientalistas, la academia, la oposición, el Gobierno Nacional y hasta las juntas de acueductos comunales están listos a declararse en mesa permanente de operatividad, para delinear de fondo el plan de acción a seguir, no solo para superar el racionamiento que hoy se le impone a los ibaguereños, si no el de la problemática de suministro de agua en la ciudad. De lo contrario, vendrá un racionamiento más severo y una calamidad mayor.


Cada crisis no es solo un reto sino una enorme posibilidad para hacerlo mejor, marcar diferencia y hasta hacer historia solucionando; quizás, esta sea para que todas las autoridades o responsables directos lo hagan. A los ciudadanos nos toca ahorrar y ser racionales en el uso del agua diariamente. Ese es nuestro aporte. Ojalá la vida les dé exactamente lo que merecen a quienes nos condujeron a esto.



QOSHE - La gota fría: Racionamiento de agua - Nelson Germán Sánchez
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La gota fría: Racionamiento de agua

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26.02.2024

La ineficiencia administrativa, la falta de gestión y planeación prospectiva, la politiquería, la alta burocracia, ser la caja menor de los alcaldes que han pasado, la indolencia, el favorecimiento a la especulación de tierras, el crecimiento desbordado de zonas urbanas, el dar licencias para cuanto proyecto aparece como si fueran fotocopias los permisos en las curadurías; sumado a unas redes viejas, un sistema de válvulas aún manual, el cuentazo de siempre de que el Acueducto alterno o complementario se termina este año -pero lleva más tiempo que la muralla China construyéndose-; así como los fenómenos climatológicos y ambientales actuales, desencadenaron esta situación que de tiempo atrás se veía venir y todos trataban de frenar alzando las manitas, como si así se detuviera un tsunami.

Es cierto, quien menos velas -por ahora- tiene en este entierro pero debe asumir esos platos rotos -o tanques vacíos-, es la alcaldesa actual de Ibagué, Johana Aranda, que........

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