La denuncia en torno a los gastos de la primera dama del país, Verónica Alcocer, y la respuesta por parte de la Presidencia, han evidenciado la indignación y enojo que nos produce saber que los recursos que deberían ser sagrados naveguen en los mares de los excesos del poder.

Según el trabajo investigativo de La Silla Vacía, “la primera dama Verónica Alcocer ha usado su poder para tener un séquito que le ha costado al país más de mil millones de pesos en lo que va del gobierno de Gustavo Petro. Maquillador personal y vestuarista, fotógrafo profesional, su mejor amiga y una asesora personal con sueldo de ministro están contratados por tres entidades públicas para encargarse de su imagen, su agenda y compañía. Van con ella a carnavales, visitas internacionales y a pueblos alejados pagados por el Estado”.

De manera minuciosa se analiza caso por caso, de dónde salen los contratos, los salarios de los mismos y los viajes por el mundo en que acompañan a la esposa del presidente, siendo uno de los más relevantes, el del maquillador Fady Flórez quien ha estado con ella en distintos lugares como Londres, Roma, Turín y Nueva York. Dos días después de publicarse el reportaje, la Presidencia respondió en comunicado que la señora Alcocer ejerce una función social y de allí que realice viajes y representaciones del Gobierno; además de señalar que el costoso ‘séquito’ que acompaña a Verónica ejerce otras funciones dentro del Gobierno y no se dedican de manera exclusiva a trabajar con la Primera Dama.

Más allá de la merecida reprenda mediática que ha tenido este episodio, nos debe llamar a la reflexión el necesario rigor del gasto público. No son discusiones políticas ni persecuciones de la prensa, lugar en el que se suelen poner los temas cuando se acaban los argumentos. No se trata de perseguir a un gobierno por ser de izquierda y dejar ausente a los gobiernos de derecha o de centro que lo antecedieron. Tampoco, de llevar el debate al ring del populismo, donde se contesta con rabia y se agita el discurso pendenciero.

No, aquí de lo que estamos hablando no es de doña Vero, doña María Juliana, doña ‘Tutina’ o doña Lina, (eso para no meternos en las espesas nubes del helicóptero de la Vicepresidenta) sino de la urgente transparencia con que nos gastamos cada centavo, en un país con una altísima corrupción y despilfarro. Y eso no tiene que ver con que los detractores de Petro critiquen o que los de Duque den palo, para mantener la controversia en el plano estéril, cuando de verdad la suma de todos estos actos, inspiradores de excelentes parodias de radio, deberían propiciar más que una tendencia en redes, un movimiento de país que exija respeto.

Ello, acompañado de una estrategia a distintas escalas, que permee la sociedad y le permita comprender que no está bien convivir con el escándalo en torno al gasto público, que no se normalice con resignación. Siendo este el gobierno del cambio, debería movilizarse bajo esa bandera, dar ejemplo y aclarar, cuanto más mejor, para que todas las administraciones públicas del país hagan lo mismo; para que la irregularidad tenga sanción y repulso por parte de la ciudadanía. Eso sí, bajo el respeto y no el insulto personal disfrazado de una conveniente veeduría. Que este episodio de inicio de año sea más que una ‘anécdota política’ en un país donde hace falta plata por toneladas para atender lo urgente y se gasta tanto en lo que el poder considera ‘importante’.

@pagope

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Los gastos de Verónica

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14.01.2024

La denuncia en torno a los gastos de la primera dama del país, Verónica Alcocer, y la respuesta por parte de la Presidencia, han evidenciado la indignación y enojo que nos produce saber que los recursos que deberían ser sagrados naveguen en los mares de los excesos del poder.

Según el trabajo investigativo de La Silla Vacía, “la primera dama Verónica Alcocer ha usado su poder para tener un séquito que le ha costado al país más de mil millones de pesos en lo que va del gobierno de Gustavo Petro. Maquillador personal y vestuarista, fotógrafo profesional, su mejor amiga y una asesora personal con sueldo de ministro están contratados por tres entidades públicas para encargarse de su imagen, su agenda y compañía. Van con ella a carnavales, visitas internacionales y a pueblos alejados pagados por el Estado”.

De manera minuciosa se analiza caso por caso, de dónde salen los........

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