AGUSTÍ / Emilio Pérez de Rozas

Todos sabemos que la amistad ha sido el motor de muchos sueños. No hablo solo de negocios, hablo de ideas, proyectos, retos que tenemos en la cabeza y que planeamos hacer con amigos para que broten con fuerza hasta convertirse en una realidad de la que nos enorgullecemos.

Ahora que hemos sabido que es falso que Apple se ideó en un garaje («la verdad es que hubiese sido hermoso que fuese así, pues suena mucho mejor que la historia auténtica», dijo recientemente Steve Wozniak, el socio del monstruo Steve Jobs), podría sonar también a farol, a bulo o ‘fake’, la historia que les voy a contar. Pero es cierta, muy cierta.

David Hernández, dueño de una pequeña productora (Daristoteles), uno de los genios de la publicidad entendida como un modo de dar a conocer, especialmente, las bondades de la medicina, experto en arte urbano y presidente de la Asociación Mediterránea Street Art, quiso sorprender un día a su buen amigo (y mayor emprendedor, si cabe) Albert Agustí, citándolo una mañana en el mismísimo centro de la plaza de Catalunya.

«¿Y ahora qué? ¿nos meteremos en el Metro y me llevarás a un lugar paradisiaco?», fueron las primeras palabras de Agustí (Barcelona, 1958), por si no lo sabían, licenciado en Empresariales por la escuela de negocios Esade, en sus inicios alto ejecutivo de Myrurgia, miembro destacado del COOB-92 que ayudó a Jose Miquel Abad a organizar los mejores JJOO de la historia (de eso sigue no habiendo duda alguna en el mundo), director general del Circuit de Catalunya, miembro del consejo de dirección del gigante de la publicidad Havas Sports & Entertainment, presidente del RTC Barcelona, presidente del Global Sports Forum (el Davos del deporte), director general de ISL Fútbol, en el seno de la compañía Mediaplanning, director general de la Asociación de Clubs de Baloncesto (ACB), responsable de Sport y Cultura (institución creada por Juan Antonio Samaranch)… ¿sigo?, a su amigo del alma antes, en efecto, de meterse en uno de los vagones de la Línea 1. Hasta Santa Coloma.

«Quería enseñarte el escenario en el que vamos a proyectar el mayor museo del mundo de arte urbano al aire libre, aquí lo tienes, pero necesitamos alguien que lo empuje con la fuerza que tú has empujado todos los proyectos en los que has intervenido. Necesitamos un emprendedor de verdad y necesitamos tu agenda», le confesó Hernández, mientras le mostraba, al salir del subterráneo, la inmensidad del parque fluvial del Besòs, protegido medioambientalmente y administrado desde la colaboración interinstitucional.

Agustí se quedó boquiabierto, pese a que a lo largo de sus múltiples viajes por el mundo había visitado lugares en los que el arte urbano había contribuido a cambiar, por completo, la fisonomía de un barrio, de una periferia o, incluso, de puntos realmente dejados de la mano de Dios. Agustí no se lo quiso contar, en aquel momento, a Hernández, pero él había estado en Wynwood Walls, en Miami, donde esas pinturas tan, tan, originales cambiaron totalmente la fisonomía de un barrio degradado y, ahora, destino turístico y artístico mundial. Y también se había interesado por la East Side Gallery, de Berlín, en la cara este del Muro.

Desde aquel día, Agustí se ha convertido en el hombre que impulsa, día a día, en compañía de Hernández, el crecimiento de BesArt (Besòs y Arte), que acaba de empezar el diseño y pintura de un gran mural para celebrar el encuentro, en Barcelona, del World Peace Forum. «BesArt es un proyecto, perdón, una realidad, que no tiene nada que ver o lo tiene todo, sí, con lo que he hecho hasta ahora», dice Agustí. «Este es un proyecto basado en el respeto al medio ambiente, la cultura y la sociedad. Queremos que represente algo muy solidario, centro de educación e integración».

Agustí no solo trabaja, codo con codo, con su amigo David o con Jordi Rubio, fundador de Montana Colores, que fabrica los mejores aerosoles del mundo, y Comisario Artístico de BesArt, sino que también mantiene contacto con Núria Parlon, la alcaldesa de ‘Santaco’, impulsora del museo, así como con otras instituciones involucradas como el Real Círculo Artístico de Barcelona.

Agustí, que sueña con encontrar a alguien que le lleve hasta Banksy, ¡menudo loco! (Agustí, digo), sabe que aquello que nació en un vagón del Metro necesita de la inyección económica de gente y empresas que crean en la idea de que aquel río que fue un estercolero puede ser el reflejo de un país que quiere ser pionero en poner el bello y original arte urbano al servicio de la gente.

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Albert Agustí, el emprendedor que quiere tapizar de arte las paredes del Besòs

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06.11.2023

AGUSTÍ / Emilio Pérez de Rozas

Todos sabemos que la amistad ha sido el motor de muchos sueños. No hablo solo de negocios, hablo de ideas, proyectos, retos que tenemos en la cabeza y que planeamos hacer con amigos para que broten con fuerza hasta convertirse en una realidad de la que nos enorgullecemos.

Ahora que hemos sabido que es falso que Apple se ideó en un garaje («la verdad es que hubiese sido hermoso que fuese así, pues suena mucho mejor que la historia auténtica», dijo recientemente Steve Wozniak, el socio del monstruo Steve Jobs), podría sonar también a farol, a bulo o ‘fake’, la historia que les voy a contar. Pero es cierta, muy cierta.

David Hernández, dueño de una pequeña productora (Daristoteles), uno de los genios de la publicidad entendida como un modo de dar a conocer, especialmente, las bondades de la medicina, experto en arte urbano y presidente de la Asociación Mediterránea Street Art, quiso sorprender un día a su buen amigo (y mayor emprendedor, si cabe) Albert Agustí, citándolo una mañana en el mismísimo centro de la plaza de Catalunya.

«¿Y ahora qué? ¿nos meteremos en el Metro y me llevarás a........

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