Sílvia Orriols. / David Borr

Las trabas al empadronamiento de inmigrantes en Ripoll recuerdan a una decisión similar que en 2010 tomó Vic, cuyo alcalde, Josep Maria Vila d'Abadal, entonces militaba en la extinta CiU, rama Unió Democràtica de Catalunya. Vic tiene en común con Ripoll (o Salt, u Olot) una presencia importante de inmigrantes. En estas zonas interiores de Catalunya hace años que se larvan partidos xenófobos de extrema derecha que tienen en el rechazo a los inmigrantes su principal, si no única, razón de ser. En Vic nació Plataforma per Catalunya de Josep Anglada (hoy en Som Identitaris), en Ripoll gobierna Aliança Catalana y en localidades con debates migratorios logró en gran medida Vox sus 150.653 votos y 124 concejales en Catalunya, en las elecciones municipales del pasado mayo.

En 2010, en una Catalunya 'preprocés', las trabas de Vic al empadronamiento ya se analizaron como una respuesta a la presión de Plataforma per Catalunya. Como tantos otros partidos de derechas, en Catalunya y el resto de Europa, CiU en este caso adoptó el marco mental del discurso de la extrema derecha sobre inmigración para frenar su auge. En representación institucional, claro, porque en discurso político medidas como la del padrón suponen un triunfo en toda regla de los xenófobos, ya que aceptan varias premisas: que no todo el mundo tiene derecho a la sanidad y la educación universales, que en pueblos y ciudades existe un ‘ellos’ y un ‘nosotros’ y que las instituciones tienen que poner freno al acceso de ‘ellos’ a los servicios públicos, aunque sea a base de retorcer la ley y la lealtad institucional.

En Ripoll, la alcaldesa de Aliança Catalana, Sílvia Orriols, no actúa para frenar a la extrema derecha, porque la extrema derecha es ella. Independentista y nacionalista catalana, lo cual a muchos les causó un ‘shock’ injustificado cuando ganó las elecciones municipales barriendo a Junts. Durante los años del ‘procés’, la enorme influencia de la CUP en el independentismo ocultó que hay un rostro xenófobo del nacionalismo catalán, una extrema derecha propia que, como en el resto de España, se concentraba en el partido mayoritario de derechas y se manifestaba en pequeñas formaciones locales, como Plataforma en Vic. Esa extrema derecha nacionalista catalana existe, tiene sus mitos, su léxico (ñordos, colonos) e incluso su propia teoría del Gran Reemplazo, protagonizada por los emigrantes de otras partes de España sobre los catalanes auténticos. Cuando el mapa político catalán implosionó, cuando conceptos como la desobediencia a las leyes y a las instituciones en nombre de la nación se naturalizaron, cuando la defensa de la 'Nació catalana' se convirtió para muchos en la justificación de casi todo, esta extrema derecha siguió cauces similares al del resto de Europa y se organizó en nuevas siglas y partidos. Sílvia Orriols no es una anomalía, sino la expresión catalana de un concepto global.

En este sentido, es natural que Junts intente apropiarse de postulados de la extrema derecha para evitar que le surja una competencia ultra. Por eso en sus negociaciones con el Gobierno ha pedido las competencias en inmigración. "Nos jugamos la nación", justificó Jordi Turull que Catalunya debe tener una política integral de inmigración. O, dicho, de otro modo: la capacidad de decidir quién es bienvenido y quién no. El padrón de Ripoll elevado a la enésima potencia.

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Hay que agradecer a Turull la sinceridad. Ese "Nos jugamos la nación" marca con precisión las reglas del juego de la corriente nativista que azota Occidente, de EEUU a Hungría, de Italia al Reino Unido. Las fronteras, es decir, quién es ‘nosotros’ y quién es ‘ellos’, es el meollo del debate. La “nación” de Turull no está formada por ciudadanos con los mismos derechos y deberes, sino por catalanes definidos por otros conceptos: el nacimiento, la cultura, el idioma, etc.

En este sentido, es diferente del otro ‘ellos’ y el ‘nosotros’ presente en la conversación política: el del 99% y el 1%, el de la “casta”, la “gente” y las “élites”, el del eje económico. En España, Pedro Sánchez intenta llevar la conversación hacia ese eje. Todo, incluida la amnistía, se justifica porque existe un Gobierno progresista. Pero si con ERC el equilibrio era posible gracias al alma de izquierdas de los republicanos, con Junts la contradicción es palmaria: no es que Junts sea independentista, es que mantiene una conversación diferente que el PSOE en la que el ‘nosotros’ de uno es el ‘ellos’ del otro.

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Sílvia Orriols y la extrema derecha catalana

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25.01.2024

Sílvia Orriols. / David Borr

Las trabas al empadronamiento de inmigrantes en Ripoll recuerdan a una decisión similar que en 2010 tomó Vic, cuyo alcalde, Josep Maria Vila d'Abadal, entonces militaba en la extinta CiU, rama Unió Democràtica de Catalunya. Vic tiene en común con Ripoll (o Salt, u Olot) una presencia importante de inmigrantes. En estas zonas interiores de Catalunya hace años que se larvan partidos xenófobos de extrema derecha que tienen en el rechazo a los inmigrantes su principal, si no única, razón de ser. En Vic nació Plataforma per Catalunya de Josep Anglada (hoy en Som Identitaris), en Ripoll gobierna Aliança Catalana y en localidades con debates migratorios logró en gran medida Vox sus 150.653 votos y 124 concejales en Catalunya, en las elecciones municipales del pasado mayo.

En 2010, en una Catalunya 'preprocés', las trabas de Vic al empadronamiento ya se analizaron como una respuesta a la presión de Plataforma per Catalunya. Como tantos otros partidos de derechas, en Catalunya y el resto de Europa, CiU en este caso adoptó el marco mental del discurso de la extrema derecha sobre inmigración para frenar su........

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