Periodista

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Las últimas elecciones presidenciales representaron un punto de quiebre en el debate nacional, caracterizado por la degradación de los argumentos expuestos. Atizada por el descontrol y el libertinaje que caracteriza a la expresión de posiciones en ciertas redes sociales, la discusión política en el país empezó entonces a incendiarse, combustionada por el insulto y los conflictos raciales y de clase. Ese siniestro continúa, sin visos de ser controlado o apagado.

La música popular también se vio inmersa en esa confrontación, caracterizada por el choque de prejuicios antes que por la discusión de ideas. Afortunadamente, dicho influjo negativo no se ha traducido en composiciones y letras, sino en las posiciones defendidas por cada artista en sus redes sociales. Lo político –plasmado en un enfrentamiento entre una derecha y un comunismo incoherentes y caricaturescos– se infiltró en la agenda de los músicos, expresándose mayormente mediante posts, tuits y declaraciones exentas de reflexión previa y de información básica. Por lo interesante que resulta, merecen una mirada especial los pronunciamientos de varios artistas vinculados con el rock local, que terminaron identificados con ideas extremadamente conservadoras.

Si bien algunos tomaron distancia de las dos opciones confrontadas electoralmente, varios otros asumieron la defensa de alguna de ellas. Dicha toma de posición –predecible y lógica al principio– se tornó peculiar cuando excedió lo político, trasladándose a aspectos como el de la raza, la extracción socioeconómica, el lugar de residencia y hasta la opción sexual. Lo curioso es que varios de los que centraron sus diatribas en tópicos como esos adscribían a estéticas musicales consideradas en su momento rupturistas y alternativas; caracterizadas por discursos transgresores, pero siempre socialmente empáticas y hasta progresistas.

‘Misio’, ‘guanaco’, ‘terruco’, ‘que la sierra se vaya con Bolivia’ y ‘resentido’, entre otros ‘argumentos’ de esa índole, fueron apareciendo cada vez con menos pudor y más beligerancia en las cuentas públicas y privadas que estas personas manejan en redes sociales. Los acontecimientos de diciembre del 2022 y las trágicas protestas posteriores combustionaron más este incendio social, y subieron el calibre a los insultos y a los prejuicios desplegados; heredados todos de esas generaciones contra las cuales estos mismos ‘rockeros’ –hoy clasistas y discriminadores– solían rebelarse. Paradójico, pero también patético.