La mesa secreta creada por el PSOE y Carles Puigdemont para discutir de no se sabe exactamente qué nació como contrapartida a los votos prestados por Junts en la investidura de Pedro Sánchez. Inicialmente, la expectación se mantuvo gracias a la incógnita de quién sería el elegido para actuar de mediador-verificador entre dos interlocutores que solo tienen en común la desconfianza que se dispensan. El interrogante quedó desvelado al comunicarse que sería un diplomático salvadoreño, Francisco Galindo, quien ejercería tal honor. Aún sin saberse para que servirá esta mesa de dos patas, su sola existencia ya ha producido efectos políticos.

De entrada, Pedro Sánchez goza de una nueva legislatura para su programa progresista, aunque siempre de manera provisional, como le recuerdan la mayoría de sus socios casi a diario. Carles Puigdemont, en contrapartida, ha visto reconocido su papel como presidente en el exilio, aunque para el líder del PSOE el ex presidente de la Generalitat sigua siendo un fugado de la justicia española. La lectura de la recién estrenada relación bilateral entre Junts y PSOE tiene muchas más aristas de las que puedan provocar en un futuro unos acuerdos, ahora mismo imprevisibles.

La creación de esta mesa ha sido instrumentalizada en su beneficio desde el primer minuto por parte Junts que, viendo legitimada su posición reacia a entenderse con ERC, ha ahondado su distancia con el gobierno de la Generalitat. Sus portavoces no se cansan de subrayar que “ahora sí ha comenzado la negociación de verdad”, arreciando sus críticas a los republicanos por la ineficacia de su fórmula de diálogo. La campaña de desprecio de la mesa de negociación creada entre el gobierno de la Generalitat y el gobierno central por parte Junts prosigue, negándose a reconocer un solo avance. Sin embargo, anuncian, ahora que ellos mantienen una interlocución directa y reservada con el PSOE, todo irá mucho mejor.

De hecho, y tal vez involuntariamente, el PSOE está colaborando con Puigdemont en su guerra fratricida contra ERC, a su vez socios también de los socialistas en el Congreso y defensores de un diálogo institucional que Junts ha denostado desde que abandonaron el gobierno catalán. La Generalitat queda poco menos que a la misma altura del Consell per la República. Esta entidad fue inventada por Puigdemont justamente para dejar claro que el gobierno autonómico había dejado de ser un instrumento idóneo para arrancarle al estado ningún avance hacia la independencia. De rebote, y siguiendo una costumbre casi ancestral, el PSOE, en defensa de sus intereses como partido de estado, también perjudica al PSC en su política local, aunque ningún dirigente lo haya reconocido ni, por descontado, haya levantado públicamente la voz en aras de la fraternidad socialista.

ERC tampoco ha escenificado su malestar de forma excepcional, se ha limitado a exigir también un mediador internacional para su diálogo con los socialistas. Los republicanos no dejaron muy claro si la figura del verificador debería ser para la mesa institucional o para una futura mesa entre los dos partidos. ERC no quiere ser menos que Junts y seguir siendo más que el PSC, al menos en el imaginario del PSOE sobre la representación política en Cataluña. Oriol Junqueras tan solo compareció para alertar de las previsibles dificultades que tendrá el gobierno de progreso en aplicar la amnistía.

El PSOE y Junts suman 129 diputados en el Congreso y 65 escaños en el Parlament, dando por buena la asociación mecánica entre PSC y PSOE. Nada de lo que vayan a comprometerse en sus reuniones secretas tendrá ninguna viabilidad parlamentaria sin el concurso de ERC en Cataluña y del conjunto de socios en Madrid. De todas maneras, las pretensiones reales de unos y otros sigue siendo un misterio que, lógicamente, constituyen un ingrediente complementario a la expectación creada por este foro singular y sorprendente, impulsado por la nueva doctrina dominante de hacer de la necesidad virtud.

El abanico de cuestiones de las que pueden hablar PSOE y Junts, al margen del resto de actores de la política catalana y española, es suficientemente amplio y está perfectamente justificado que lo hagan en su autonomía política. Faltaría más, ya lo ha dicho Zapatero. Pueden debatir, por ejemplo, de la tramitación parlamentaria de la amnistía; de cómo Puigdemont rectifica los planes prometidos a sus seguidores y abandona el aventurismo en beneficio del realismo; de recuperar la vía estatutaria, frustrada en su día por el Congreso y el Tribunal Constitucional, para responder algo mejor a las ambiciones catalanas, una decisión que de todas maneras corresponde al Parlament; de cuándo el PSOE se enfrentará constitucionalmente al reconocimiento de la pluralidad nacional de España o de cuánto tardará el gobierno español en conseguir que el catalán sea lengua oficial en la UE.

Todo es posible, aunque ninguno de estos ítems resultará excesivamente satisfactorio para una parte substancial del movimiento independentista, ni para un sector de la opinión pública española que no asume ni tan solo la creación de la mesa PSOE-Junts, tal como apuntan los estudios demoscópicos. Los partidos independentistas y su potente círculo de influencia mediática hace días que se ejercitan en divulgar su antídoto para el escepticismo de los suyos, ofrecido por el propio Pedro Sánchez. Simple analogía frente al discurso conciliador y limitativo de expectativas del PSOE ante la nueva etapa. “No desaniméis, también decían que los indultos y la amnistía era imposibles, y ya se ha visto”, repiten a cada recordatorio del presidente del gobierno de que la Constitución sigue ahí.

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Expectación por una mesa de dos patas y secreta

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05.12.2023

La mesa secreta creada por el PSOE y Carles Puigdemont para discutir de no se sabe exactamente qué nació como contrapartida a los votos prestados por Junts en la investidura de Pedro Sánchez. Inicialmente, la expectación se mantuvo gracias a la incógnita de quién sería el elegido para actuar de mediador-verificador entre dos interlocutores que solo tienen en común la desconfianza que se dispensan. El interrogante quedó desvelado al comunicarse que sería un diplomático salvadoreño, Francisco Galindo, quien ejercería tal honor. Aún sin saberse para que servirá esta mesa de dos patas, su sola existencia ya ha producido efectos políticos.

De entrada, Pedro Sánchez goza de una nueva legislatura para su programa progresista, aunque siempre de manera provisional, como le recuerdan la mayoría de sus socios casi a diario. Carles Puigdemont, en contrapartida, ha visto reconocido su papel como presidente en el exilio, aunque para el líder del PSOE el ex presidente de la Generalitat sigua siendo un fugado de la justicia española. La lectura de la recién estrenada relación bilateral entre Junts y PSOE tiene muchas más aristas de las que puedan provocar en un futuro unos acuerdos, ahora mismo imprevisibles.

La creación de esta mesa ha sido instrumentalizada en su beneficio desde el primer minuto por parte Junts que, viendo legitimada su posición reacia a entenderse con ERC, ha........

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